jueves, 24 de mayo de 2007

Solo ...

El hombre entró encorvado en el portal de su casa. Subió las escaleras con pasos jadeantes. La madera crujió largamente tras sus pisadas. Buscó unos segundos, con torpeza, en los bolsillos de su pantalón, hasta encontrar una llave grande. Abrió la puerta empujándola con el hombro, y al entrar, arrojó al suelo, con indiferencia, su sombrero arrugado.
Con las manos en los bolsillos de su chaqueta, contempló, unos instantes, la gotera del techo. En el suelo había un charco de agua. Al hombre no le molestaba el agua; le molestaba el ruido monótono al caer. Por eso recogió el sombrero, colocándolo boca arriba, bajo la gotera. Satisfecho, se tumbó en la cama.La cama era de tablas desiguales, con colchón de panojas, con una manta roída y sucia. La panoja se quejó al echarse el hombre, que se quedó quieto, con los ojos abiertos, como para no molestarla.
Con el hombre, con la cama, con la gotera, en la habitación, estaban una mesa, una silla, cien libros revueltos en un rincón, una foto de una mujer y sobre ellos, una bombilla colgando del techo.

El hombre dijo: -¡Hola!
Y todas las cosas contestaron al unísono: -¡Hola!
Quedaron de nuevo en silencio; el hombre con los ojos abiertos y fijos en la bombilla; hasta que la fotografía de la mujer, con voz nerviosa, habló:
-¿Encontraste algo?
Y el hombre contestó: -No.
Y se puso a pensar en sus caminatas por las calles, en sus súplicas con el sombrero arrugado entre las manos, en las peticiones de informes, en las negativas con lástima y en las negativas con desprecio.
Habló la mesa: -Mañana, quizás.
El hombre no contestó, pero cerró los ojos y todas las cosas se callaron, oyéndose sólo el golpe seco del agua contra el sombrero.
Y así pasaron muchos minutos.

Por fin, el hombre abrió los ojos y se incorporó en la cama. Le dijo a la silla: -¿Puedo sentarme?
Y la silla dijo: -¡Claro que puedes!El hombre buscó una cuartilla de papel entre los libros. Una vez encontrada se sentó sacando un bolígrafo del bolsillo superior de su chaqueta.
La fotografía de la mujer preguntó: -¿Vas a escribir?
Y el hombre contestó: -Voy a intentar escribir.

Y se quedó quieto, mirando la hoja blanca de papel. Todas las cosas guardaban silencio, esperando que le hombre comenzara a escribir. Pasó el tiempo lentamente, sin que ningún reloj lo midiera, y por fin la mano del hombre se movió y en el papel aparecieron cuatro letras, que decían: "SOLO". Y la mano del hombre se detuvo.

La mesa y la silla se estremecieron, crujió la panoja del colchón y los libros se incorporaron unos sobre otros para ver lo que el hombre había escrito.
La bombilla preguntó: -¿Se trata de un cuento?
-Sí. Contestó el hombre.
-¿Y de qué trata? Preguntó un libro con el lomo de color naranja.
- De nada. En realidad todo el cuento está aquí, en una sola palabra. Es un cuento de soledad, y hasta el título debe estar en soledad. Esta es el título, y el cuento todo: "SOLO".
-Pero ese cuento no te lo publicarán en ningún sitio. Se quejó la mesa.
-No lo he escrito para eso.
-Entonces, ¿para qué? Quiso saber la fotografía.
-Para que tu y yo lo sepamos. Para leerlo cada noche antes de acostarnos. Para saber que es nuestro, para soñar con él. No es un cuento que sirva para comprar pan. Es un cuento que sirve para tener conciencia de la vida. Probad vosotros a llenarlo de palabras; acabaríais borrándolas todas para quedaros, de nuevo, con el título. Es un cuento que está bien así, y basta.
Callaron las cosas y cada una se leyó para sí el cuento muchas veces.
Nadie más habló aquella noche, y el hombre se acostó, tapándose a medias con la manta. Ni las panojas del colchón crujieron.

Al alba, con el sol, se levantó el hombre, y tampoco las cosas hablaron. El hombre sintió deseos de dar los buenos días, pero el orgullo dejó que su boca permaneciera cerrada. Y salió de la casa sin despedirse.
Y cuando la puerta se hubo cerrado tras él, todas las cosas gritaron a la vez.
Varios libros corrieron subiéndose a la mesa y quedaron en silencio unos instantes ante el cuento escrito por el hombre, pero muy pronto volvieron a moverse.
Fue un libro muy viejo quien borró las cuatro palabras. Y fue un libro lleno de apuntes quien escribió: "TODOS". Una vez hecho esto, los libros volvieron a su sitio, y todas las cosas esperaron el regreso del hombre.

Y el hombre entró encorvado en el portal de su casa y subió las escaleras con pasos jadeantes. Y buscó unos segundos con torpeza en los bolsillos de su pantalón hasta encontrar la llave grande, y abrió la puerta empujándola con el hombro y, al entrar, arrojó al suelo, con indiferencia, su sombrero arrugado.
Y dijo: -Buenas tardes.
Y nada respondió.
El hombre se acercó a la mesa, vio la cuartilla, y la cogió entre sus manos. Y no pudo leer lo que había escrito la tarde anterior.
Aún preguntó: -¿Quién ha sido?
Y dicho esto cayó de rodillas al suelo, y se puso a llorar, abrazado a la silla y a la mesa al mismo tiempo.
Durante toda la noche el hombre estuvo escribiendo, debajo de "TODOS", aquello que el habla con sus cosas.

Anónimo.
Al menos yo no sé quién lo escribió.
Escrito por Nightjar

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