El negocio de la muerte
El negocio de las armas es el más fructífero del planeta y también al que más investigación se dedica. Por cada 10 personas en el mundo existe un arma lígera, esto significa que cada 60 segundos muere una persona a causa de estas armas que recorren los distintos conflictos repartidos por nuestro planeta sin control.
La gran paradoja de esta situación es que los países que crean, median y regularizan las guerras son los fabricantes principales de su combustible, es decir, las armas.
El mercado mundial de armas lo manejan pocos: más del 80% de las transferencias de armas convencionales corren a cargo de los cinco países miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas - EEUU, Gran Bretaña, Rusia, China y Francia- que al mismo tiempo son, supuestamente, los garantes de la paz y de la seguridad mundial. Además de los más grandes fabricantes y exportadores de armas encontramos otros países como España, que se encuentra en la posición número 11 del ranking de los países vendedores de armas y mueve alrededor del 1% de las exportaciones mundiales.
Los gobiernos mantienen una relación continua y estrecha con los fabricantes de armas ya que son los encargados de autorizar o no los permisos para su fabricación y además consideran que las armas son un bien nacional para la lucha "legal" contra el terrorismo mundial.
El comercio de armas es, pues, un caso único en el cual un negocio legal está en manos de unas mil transnacio-nales de cerca de cien países - pero dominadas básicamente por firmas de Estados Unidos- que reciben un trato de favor por parte de los gobiernos en cuanto se refiere a apoyo político y financiero. Esta promoción del armamento también se da en visitas diplomáticas y asistiendo a ferias de armamento. Sólo en Estados Unidos - país que tiene más tiendas autorizadas para la venta de armas que gasolineras- cada año se celebran más de 5.000 ferias de armamento.
Si a esta política le sumamos el hecho de que las empresas de armas más rentables se han privatizado, nos encontramos con que esta industria sigue la lógica de beneficios privados y pérdidas públicas. Con la mitad de esta cifra del negocio se podría pagar la educación primaria de todos los niños y niñas de las regiones que son compradoras y son protagonistas de estos conflictos. Por otro lado, cabe señalar que las armas no sólo alimentan guerras sino también violaciones a los derechos humanos en todo el mundo: la tortura y los maltratos en manos de fuerzas de seguridad estatales, sobre todo policía armada, fue una práctica constante en más de 70 países entre 1997 y el 2000.
Laura Rueda/Ramón Román (Diario Directo) [28.05.2007 22:57]
No hay comentarios:
Publicar un comentario