martes, 22 de mayo de 2007

Retrato de una Obsesión

RETRATO DE UNA OBSESIÓN
Director: Steven Shainberg.
Guión: Erin Cressida Wilson, basado en el libro de Patricia Bosworth.
Fotografía: Bill Pope.
Música: Carter Burwell.
Intérpretes: Nicole Kidman, Robert Downey Jr., Ty Burrell, Jane alexander, entre otros.
www.furmovie.com

La aceptaron como uno de ellos pero, al contrario que en La parada de los monstruos, Diane Arbus no les defraudó. A la hora de hacer una película sobre ella, una fotógrafa dotada de una enorme sensibilidad que supo mostrar la belleza de lo que otros consideraban mera atracción de circo, Steven Shainberg, un fan absoluto de la artista, y su guionista Erin Cressida Wilson tomaron una decisión que constituye uno de los mayores aciertos de esta película visualmente brillante: alejarse del típico biopic y aventurarse a fabular sobre el mundo interior de una tímida ama de casa, que un día decide coger la cámara Rolleiflex que su marido le regaló hace años y retratar el otro lado de la Norteamérica rockwelliana.

Retrato de una obsesión es atípica hasta en su título original, Fur (Pelo), donde se encuentra una de las claves de esta metafórica cinta. Es el pelo que Diane arranca de su ceja, mostrado en primerísimo plano, y el que se atasca en las tuberías de su idílica casa, el que abre la puerta de entrada al país de las maravillas en el que esta Alicia tendrá como maestro de ceremonias a un cordero con piel de bestia, un extraño vecino aquejado de una enferme-dad que le hace ocultarse tras extrañas máscaras. Él la acerca a un mundo amorfo al que ya intuía pertenecer, le descubre la piel que le va, total-mente alejada de esa estola de la peletería del negocio de su castrante madre que no sabe muy bien como colocarse.
Con un lenguaje visual poderoso, Steven Shainberg explora, como en
Secretary, su cinta más conocida, los terre-nos del subconsciente, normalizando, tratando con un tacto meritorio, esos oscuros deseos que llevan a sus prota-gonistas a terrenos como el sadomasoquismo y el voyeurismo. Y lo hace a través de elementos sacados de cuentos infantiles, el de Lewis Carroll antes referido o, más claramente, el de La bella y la bestia, mostrando que en la ex-ploración y comprensión de sus terrores, féminas como Arbus encuentran su lugar en el mundo.
Mientras la película mantiene el detallismo del sensible punto de vista de la fotógrafa quedamos atrapados en su mundo, pero cuando sucumbe a la tentación de ir más allá, trasformando una enigmática y atípica relación, la de ella y su guía, en la más tópica de las historias de amor, se rompe gran parte de su encanto, tan cercano a la ex-trañeza cotidiana de los mundos de David Lynch, justificando lo que no hacía falta justificar. Tampoco ayuda en esos momentos una música que debería conceder a cada escena un significado concreto, su valor dentro de la his-toria; y nos quedamos con ganas de que personajes como la niña mayor, paradigma del rechazo de la sociedad común al mundo freak que Arbus introduce en su vida, estén un poco mejor dibujados.


Pero Retrato de una obsesión es ante todo un ejercicio artístico valiente que merece la pena por la presencia de Nicole Kidman, sin grandes alardes interpretativos, solo con su etérea presencia, perfecta para la sensibilidad y timidez de su retratada, y Robert Downey Jr., manejando su voz con una sensualidad apabullante mientras perma-nece oculto -a pesar de lo que la publicidad del cartel torpemente muestre- tras un complicado disfraz durante la mayor parte del metraje.
Aunque el invento no le haya salido redondo a Shainberg, su capacidad de sugestión y su personalidad se sienten en cada poro de esta película de extra-ño pelaje, pero modestamente conmovedora que nos hace augurar mejores trabajo en el futuro.


@María José S. Mayo

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