domingo, 28 de febrero de 2010

Tomando el helicóptero

Forges y los Políticos

EL PAÍS

Insólito pero cierto

sábado, 27 de febrero de 2010

Matrimonio compulsivo


Dirección: Peter Farrelly y Bobby Farrelly.
País: USA. Año: 2007.
Duración: 115 min.
Género: Comedia romántica.
Interpretación:
Ben Stiller (Eddie Cantrow), Michelle Monaghan (Miranda), Malin Akerman (Lila), Jerry Stiller (Doc Cantrow), Rob Corddry (Mac), Carlos Mencia (Tito Hernández), Scott Wilson (Boo), Danny McBride (Martin).
Guión: Bobby Farrelly, Peter Farrelly, Kevin Barnett, Leslie Dixon y Scot Armstrong; basado en el guión original de Neil Simon para la película “El rompecorazones” (1972); a partir del relato “Cambio de planes” de Bruce Jay Friedman.
Producción: Ted Field y Bradley Thomas.
Música: Brendan Ryan y Bill Ryan.
Fotografía: Matthew F. Leonetti.
Montaje: Alan Baumgarten y Sam

Dos horas tiradas. Esto es lo que siento tras haber visto Matrimonio compulsivo, comedia de los hermanos Farrelly, protagonizada por Ben Stiller, que va de lo siguiente.

Eddie va a cumplir cuarenta años y sigue soltero. La novia con la que estuvo saliendo cinco años se casa y él está invitado a la boda. Apremiado por un amigo que le exhorta a casarse, un buen día conoce fuera de una lavandería a una mujer llamada Lila a quien le acaban de robar el bolso. Por increíble que parezca, a pesar de que ella tiene las trazas de una top model y él de un Don Nadie propietario de una tienda de artículos deportivos, surge el amor entre ellos y seis semanas después de haberse conocido dan el sí quiero frente al cura, dispuestos a pasar el resto de sus vidas juntos.

A menudo las prisas son malas consejeras y en temas amorosos aún más. Así que ya de luna de miel rumbo a México, la pareja va viendo que no están hechos el uno para el otro. Eddie es bastante picajoso y rarito. A ella que le encanta cantar canciones en el coche, tiene un pasado bastante espinoso con querencia por las drogas, a resultas de lo que tiene un tabique perforado y sin haber trabajado en su vida, dista mucho del ideal de mujer perfecta que Edward había esculpido en su mente.

Camino de México, Eddie ya descubre que Laila es una depredadora sexual, practicante de posturas increíbles como el “sacacorchos invertido”, o el “martillo neumático”, mientras que él, más clásico y menos flexible que ella, se conforma con practicar la postura del misionero.

Ya en México, en un lugar paradisiaco, en un Resort frente a la playa, la incompatibilidad de caracteres se irá manifestando paulatinamente y tardan poco tiempo en echarse los trastos a la cabeza. Al poco de llegar, Laila se quema al sol y debe guardar reposo, curando sus ampollas y su cuerpo enrojecido. Eddie aprovecha esta circunstancia para intimar con Miranda, una guapa joven, que está allí con su familia de vacaciones. Entre ambos hay conexión y Edward consciente de su error, estaría gustoso de cambiar a Lila por Miranda.

Por medio hay unos cuantos malentendidos, unos mariachis poco oportunos (ya es habitual en los Farrelli este tipo de chistes), algunas situaciones hilarantes, para una comedia que no acaba de cuajar. Los Farrelly repiten situaciones ya vistas en otras películas, con el sexo, el amor y el desamor, como armazón narrativo. Sus dos horas de duración se hacen eternas, y ese final feliz a medias acaba de joderlo todo. Ben Stiller sigue repitiendo una y otra vez el papel de Perdedor.

La he visto doblada al castellano así que supongo me habré perdido todo ese juego de voces que se trae Stiller en tierras mexicanas, pero no pasa nada, en nada hubiera enmendado mi opinión sobre esta comedia.

Reconocer eso sí, la vis cómica de la actriz que encarna a Lila, Malin Akerman, una impresionante mujer rubia, nacida en Suecia, de 31 años, que comenzó como modelo y que aquí tiene un papel todo menos agradecido.

por Popeye Doyle

TRAICION under

Mi Turno

Es mi turno. Mi contrincante ya hizo el movimiento inicial y yo ahora tengo que pensar mi primera jugada.

Frente a mí, el tablero. Casillas intermitentes: blancas y negras, nieve y ceniza. Días y noches, algunos claros y luminosos, otros tristes y negros. Poblados de piezas, de personajes y de recuerdos.
Primera jugada. ¿Qué fue primero? ¿El huevo o la gallina? ¿La jugada o el jugador? En el principio fue el verbo. Pero antes fue el pensamiento. Y antes: el pensador. ¿Qué fue primero? ¿Qué fui yo primero? Una semilla de esperanza.

Sí, es mi turno, pero ya no sé si importa si muevo una pieza o un peón, sobre todo si es el principio de una serie de malas jugadas como ha sido mi vida.
Muevo un peón. Como yo, pequeño, diminuto. Insignificante, aunque audaz. Con el sueño de llegar a su meta y coronarse. Un deseo que no siempre se cumple. Porque, créelo, yo fui un niño lleno de ilusiones.
Una vez más es mi turno. ¿Qué hacer? ¿Mover otro peón? ¿O sacar una pieza al campo de batalla? ¿El esquivo alfil o el saltarín caballo? Me decido por el equino juguetón e inquieto. Potrillo travieso y vivaracho que salta sobre los obstáculos y sorprende con sus cambios de camino. Así era yo de muchacho. Así era yo…. antes.

Ahora es el turno del alfil. Torcido y sesgado como llegué a ser. Caminando entre los demás sin verlos. Tratando de pasar desapercibido. Adolescente huraño y egoísta. Los demás no me importaban y yo no les importaba a los demás. Paso entre ellos y no me ven. Y yo no quería verlos.
Debe ser mi turno. No sé, lo supongo. Me parece que mi adversario ya ha hecho su movimiento. No sé cuál es y no me interesa saberlo. Moveré cualquier cosa. Me da igual.

La dama enemiga viene hacia mí. Me da miedo. Me da curiosidad. Eva, la primera mujer del mundo, el primer amor de mi vida. La esperanza, la ilusión y luego el corazón roto.
Es hora de esconderse. El enroque, la muralla. Intentar poner una barrera contra el mundo. Tratar de salir indemne. Ponerme una coraza contra el dolor para no resultar lastimado.

No ha sido una apertura convencional. Con sus variantes y bastante dejadez. Debía planear. Debía prever. Debía… Siempre me decían lo que debía de hacer, y no lo que yo quería hacer.
Levanto una pieza y no sé donde dejarla. "Pieza tocada, pieza jugada" me recuerdo. Pero no quiero estar obligado a hacer algo. A quien le importa. No quiero hacer nada.
Me comen. Yo como. Nos comemos en un intercambio monótono de apetitos automáticos. Pura comida rápida, nada de disfrute gastronómico. No hay tiempo de saber quién es el otro, ni siquiera de saber quién es uno mismo.

No me gusta que me etiqueten, ni que me limiten. Nunca quise encasillarme. Y sin embargo hasta las casillas también son prisioneras en su papel de trampas.
A veces quería hacer trampa. Salirme de las reglas y crear las mías propias. Pero no podía. Los demás no me dejaban, porque usualmente se daban cuenta. Además sabía que no podría; a final de cuentas no soy un tramposo. ¿Qué chiste tendría ganar haciendo trampas?

¡Ah! Pero otra cosa era poner trampas. Simular errores. Dejar piezas desprotegidas para que se las comieran y entonces ¡zaz! caer sobre el rey enemigo que había quedado sin defensa. O hacer amenazas esperando ingenuamente que el contrario no las viera.
En aquellos tiempos creía poder dar un mate en pocas jugadas y tener la suerte de ganar rápidamente con algún truco. Me imaginaba que era un héroe haciendo el mate del loco o el mágico, y al principio infalible, mate del pastor. Pero ya he superado esa etapa en la que creía ser más listo que los otros. Ahora ya no me interesa ganar. Bueno, no siempre.

Deslizo la rígida y tiesa torre. La recta y estable torre en que me querían convertir. "Ya madura". "Sé fuerte". No me quiero alinear.
Enfrentaba contrarios. Contrariaba frentes. Cerraba aperturas. Contradecía, confundía. Mezclaba cosas. Alucinaba mates imposibles y todo resultaba ser tan sólo una muy mala combinación. Pésima táctica que según yo era estrategia de grandes vuelos. Bueno, a veces hasta creía que sí volaba… Pero después siempre quedaba mal colocado.

A pesar de todo, a veces quisiera poder simplemente decir: "Compongo" y poder entonces hacer algunos ajustes.
Han pasado varios turnos sin percibir apenas lo que pasa. Me doy cuenta principalmente porque las piezas ya no son las mismas. O más bien, son las mismas pero al estar en otros lados, al interrelacionarse con otras, ya no son las que eran antes. Son las mismas, pero han cambiado. Algunas piezas y peones se han unido, otros han quedado aislados, solos. Como yo.
El tiempo transcurre y parece que he realizado varias jugadas mecánicamente. Juego como entre sueños. Piezas que cambiaron de lugar. Piezas que se fueron y que casi seguro no regresarán.

La partida continúa. Sigo dejándome llevar. Partirme en pedazos. Siempre partiendo, pero sin partir del todo. Por todos los que se fueron. Por todas las pequeñas y grandes partidas que ha habido en mi vida. Mi padre. Mis amigos. Mis… recuerdos.
Cambios y más cambios, y yo que quisiera que todo siguiera igual. No puedo concentrarme. El tablero es un laberinto de piezas que no me dejan ver el camino para salir de este enredo. Mientras, el minotauro acecha…

¡Jaque! ¡Me han dado jaque! Yo, que creía estar a salvo. No puedo creerlo, pero al mismo tiempo ya lo esperaba, lo presentía. Realmente he jugado muy mal. Nada más faltaría que fuera mate. Y yo sin enterarme de nada.
¿Es realmente el mate el fin último? ¿Hay nuevas partidas después de que nos guardan en la caja? ¿Qué sentido tiene el enfrentamiento si al final todo se acaba? ¿Qué coloridas maravillas y misterios hay más allá del monocromático tablero? ¿Qué es lo que persiste posterior al encuentro? ¿Qué juego sigue al final del duelo? ¿Cuál es el verdadero juego?

Mi turno. Como otros tantos turnos. Turnos matutinos, turnos nocturnos y vespertinos; turnos que se turnaban pero que finalmente no eran míos. Esperando mi turno. Siempre esperando.
Un par de jugadas más y estoy abrumado. Las piezas me asfixian. Me encuentro rodeado. No tengo mucho espacio donde moverme. Me siento atrapado.
Quiero liberarme. Intento llegar al centro del tablero. Al centro de mí mismo. De saber dónde poner las piezas. De rearmar mi propio rompecabezas. Tener idea de qué hacer. Dónde moverme. Cuál es mi lugar.

Mi adversario sigue presionando. Acumulando fuerza sobre mis puntos débiles. Especialmente sobre el más vulnerable, que es mi propio rey. La pieza más débil, pero la más valiosa. Es lo mismo que mi corazón.
Por fin aparece mi dama. Que no es mía, aunque yo quisiera que lo fuera. La suerte del encuentro de hace ya un tiempo, y aún no me he atrevido a decirle lo que siento. Busco su mirada. La localizo entre los participantes, en un suelo de mosaicos blancos y negros. Ambos bajamos la mirada con timidez. Rozo la dama con delicadeza y la adelanto un poco.
Estoy a punto de hacer una estupidez (otra, qué más da). Iba a mover cualquier pieza cuando algo inexplicable me detiene. Tal vez la manera en que el contrincante ha hecho su jugada (rápida y segura, pero ansiosa). O la inquietud expectante del público silencioso que nos rodea. Entonces veo el tablero, realmente lo miro, y no simplemente le paso la vista por encima. Y en ese momento caigo en cuenta que va a darme jaque mate.

Creo que no llegaremos al final de la partida. O más bien yo tendré un final anticipado, apenas en el medio juego. Estoy atrapado en una red de mate. Sería tan fácil rendirme. Acabar con todo de una buena vez.
Siento mi enojo. Mi furia. Mi impotencia. Principalmente porque reconozco que es mi culpa. Ha sido mi propio descuido lo que ha provocado la situación desesperada en que me encuentro.
Me imagino que es uno de esos problemas que salen en las revistas, o en los periódicos. "Mate en 3". "Encuentre la combinación ganadora". Pero por más que busco, no aparece la jugada salvadora.
Desearía que fuera como en el cine. En las películas, el bueno se sonríe y da un mate inmediato de una jugada que el adversario, por más inteligente que sea, no ha podido prever. Hasta podría haber una gran explosión en el momento en que dijese, usando una voz grave y fuerte: "Mate". Con espectacular música de fondo y repetición en cámara lenta. Y para terminar, un acercamiento a la cara del malo mientras grita "¡NOOOOO!". Pero esto no es ficción. Es la realidad con mayúscula en la que no hay buenos ni malos, sino tan sólo personas; con sus problemas, que no se resuelven en un solo movimiento.

Analizo mi posición y no le hallo salida. Mi rey no tiene adonde huir, no puedo bloquear su amenaza y no hay manera de anular a los atacantes. Estoy perdido.
Pero entonces me encuentro en la mirada de ella y ya no estoy tan extraviado. Tengo esperanza. Esperanza de que ella me ame y esperanza de que yo ya no me pierda. Ella (sus ojos y su sonrisa) han renovado mi fe. Y me digo a mí mismo: "No te des por vencido. Esto no se acaba, hasta que se acaba". Porque en este momento es mi turno.

Es mi jugada. Yo tengo la ventaja aunque no lo parezca porque, en el apuro de quererme dar mate, mi contrincante ha descuidado a su propio rey. Dicen que la mejor defensa es el ataque, sí. Pero con la amenaza de mate directo sobre mí lo único posible es una serie de jaques que no permitan al contrario la libertad de matarme.
No todo es oponerse, puedo usar las reglas a mi favor. Porque estando en jaque lo único permitido es defender al rey. Y eso me da la clave. Puedo darle algún jaque. Pero no es cuestión meramente de hacer cualquier amenaza. Tengo que pensar cuáles jugadas me sirven y en que orden. Y entonces voy vislumbrando una posibilidad. Mientras esté dando jaques, él se tiene que defender. Y no tendrá tiempo de darme mate. Yo tengo ahora la iniciativa. Me decido. Le doy el primer jaque.

Al principio se asombra. Luego se preocupa. Por último se aterra. Se da cuenta de que puedo arrebatarle la victoria. Puedo hacer algunos sacrificios. Puedo empatarle la partida por jaque perpetuo. Pero a mí ahora ya no me interesa el medio punto. No me interesa la eternidad de los jaques, ni las grises tablas por la repetición triste de jugadas. Porque ahora podría ganar. Los papeles se han volteado. Mi adversario ha entrado en pánico y no sabe si inclinar decorosamente su rey o esperar el desenlace.

Aprendí que así soy yo, con mis defectos y virtudes, con mis circunstancias. Soy resultado de lo que fui, pero no puedo pasármela echándole la culpa al pasado. Es fácil, pero hay mejores formas de vivir la vida. Lo importante es lo que hago hoy para ser mejor mañana. Porque ya por fin, ahora he comprendido, que mi verdadero adversario son mis miedos, mis estupideces, mis errores; es decir yo mismo. Que fui yo el que siempre me limité con las oportunidades que desaproveché y los tiempos que perdí. Que esto es consecuencia de lo que hice. Y una vez que he aceptado esto, puedo triunfar. Aunque no gane. Porque ahora, lo sé, ahora es mi turno.

viernes, 26 de febrero de 2010

Royal Naval College, Greenwich

El Roto y la Construcción

5 dolares y 2 horas, un ejercicio de pensamiento lateral

¿Qué harías para ganar dinero si tuvieras sólo 5 dólares y 2 horas para hacerlo?

Con ésta persuasiva pregunta inicia su libro, What I wish I Knew When I Was 20, Tina Seelig, hoy Executive Director for the Stanford Technology Ventures Program (STVP) en la Universidad de Stanford.
No leí el libro aún, solo pude hojear las primeras hojas desde el preview de Amazon, pero el juego que Tina propone a sus alumnos de Stanford me pareció genial.

Cada uno de los equipos recibe un sobre con 5 dólares de “seed fundind“. Se los instruye que pueden tomarse todo el tiempo que quieran en el proceso de planificación, pero una vez que abren el sobre, sólo tienen 2 horas para generar todo el dinero que sea posible en función a la estrategia de negocio que hayan ideado.

Tina dice que otorga desde el miércoles por la mañana hasta el domingo por la tarde para completar la tarea. El domingo por la tarde, cada equipo debe enviarle un slide indicando que es lo que han hecho y el lunes cada equipo tiene 3 minutos para presentar lo que han logrado.

Lo que intenta este desafío es alentar el espíritu emprendedor identificando oportunidades, asumiendo desafíos, enseñando a apalancar los recursos limitados que los alumnos poseen y alentando la creatividad.

¿Qué harías si te dieran este desafío a ti? pregunta. Dice que algunas personas responden que irían a Las Vegas o comprarían un billete de lotería. Este claramente es el grupo de personas que asumen un riesgo significante en la probabilidad de retorno en busca de una pequeña oportunidad de obtener grandes ganancias.

El siguiente grupo común de respuestas esta dado por aquellos que deciden lavar autos ó iniciar un stand de venta de limonada utilizando los 5 dólares para comprar los insumos iniciales. Esta es una opción interesante para aquellos que quieren ganar unos dólares extras a partir de sus 5 dólares iniciales (o perderlos en 2 horas).

Algunos de los estudiantes, subraya, encuentran la forma de ir más allá de las respuestas estándar. De hecho, el equipo que más dinero ganó ni siquiera usó los 5 dólares. Ellos se han dado cuenta que focalizarse únicamente en el dinero suscribe el problema a un ámbito bastante ajustado.

Lo que han interpretado es que los 5 dólares son esencialmente nada y deciden leer el problema en una forma más amplia: ¿Qué podemos hacer para ganar dinero si comenzamos con absolutamente nada?

Aprovechando sus habilidades de observación, talentos y usando su creatividad tratan de identificar soluciones a problemas que descubren en su medio, que han observado antes pero que nunca han pensado como resolverlos. Intentan buscar problemas que molestan mucho pero que no necesariamente están en el primer plano a los ojos de todo el mundo.

Al redefinir el problema y trabajando para resolverlo, el equipo que más valor alcanzó logró más de 600 dólares, y entre todos los equipos, un retorno promedio sobre los 5 dólares originales del 4000%. Si tenemos en mente que algunos de los equipos directamente no utilizaron los 5 dólares el retorno financiero se vuelve infinito.

¿ Cuáles fueron las soluciones de los equipos ?
Uno de los equipos identificó la frustrante espera en los restaurantes más populares durante los sábados por la noche y decidieron ofrecer una solución a aquellos que no estaban dispuestos a esperar. Realizaron previamente varias reservas y al acercarse el horario de las mismas las vendieron hasta por 20 dólares a contentos clientes que así evitaban las largas colas de espera.

Otro equipo tomó un approach más simple. Organizaron un punto de venta donde ofrecían en forma gratuita a otros estudiantes medir la presión de aire de las ruedas de sus bicicletas. En el caso que las ruedas necesitaran aire, cobraban un dolar por el servicio. Lo que descubrieron fue un gran número de clientes agradecidos, un servicio conveniente, valorado y fácil de ejecutar. A la mitad de las dos horas permitidas por el desafío como tiempo máximo de ejecución dejaron de solicitar el dólar adicional por el servicio y pasaron a una modalidad de donación. Lo que lograron fue un aumento en el monto retornado por los satisfechos clientes.

Estos procesos iterativos con pequeños cambios en respuesta al feedback de los clientes les permitió optimizar su estrategia en el mismo momento que ejecutaban su negocio.

Los proyectos anteriores lograron algunos cientos de dólares de ganancia lo cual es un resultado muy impresionante. Sin embargo, el equipo que obtuvo los mayores beneficios observó los recursos disponibles a su disposición a través de lentes totalmente diferentes y lograron 650 dólares de ganancia.

Estos estudiantes identificaron que el activo más valioso con el que disponían no eran ni los 5 dólares iniciales ni las 2 horas para ejecutar el desafío. En su lugar identificaron como su activo más valioso los 3 minutos disponibles para la presentación del día lunes y decidieron venderlos a una compañía que quería reclutar estudiantes de una clase.

El equipo creo un comercial de tres minutos para esa compañía y se los mostró a sus compañeros de clase durante la presentación del lunes utilizando el tiempo que en teoría disponían para presentar su trabajo. Brillante.
Lo que estos estudiantes hicieron fue reconocer que disponían de un fabuloso activo que otros no vieron y sólo tuvieron que esperar para sacarle provecho.

El “Five-Dollar Challenge” se ha convertido en un suceso en la enseñanza del mindset emprendedor entre los estudiantes de Stanford.

Quiero ahora sí rescatar algunas reflexiones sobre este juego y sus resultados:
Primero, una de las grandes enseñanzas es nuestra tendencia a intentar resolver los problemas concentrándonos en los datos del problema. La moraleja es que muchas veces hay que re-escribir la pregunta para llegar a una mejor solución.
Segundo, el capital inicial en cualquier emprendimiento es fundamental, pero la inteligencia del emprendedor para encontrar la mejor aplicación del mismo es también fundamental al momento de hacer uso del mismo.

Tercero, el plan de negocios es un elemento que será el norte del emprendimiento y que debemos consultar en todo momento, aún a sabiendas de que infiere un grado de error e incertidumbre importante. Pero por otro lado debemos estar atentos para modificarlo “on the fly” para captar nuevas oportunidades sin perder el foco de nuestro negocio como lo hizo el equipo que ofrecía el servicio de aire para bicicletas.

Cuarto, el pensamiento lateral es una ventaja competitiva. Aprender a pensar fuera de la caja y ver a donde otros no pueden nos permite descubrir grandes fuentes de innovación. Y esto aplica a modelo de negocios, captura de nuevas oportunidades o mejoras en procesos existentes.

Imagen: Flickr
Martin

jueves, 25 de febrero de 2010

Vamos a salir al campo porque llueve

Vamos a salir al campo porque llueve
a respirar el aire de otra forma.
Vamos a salir a ver llover
por el simple placer de oler aromas.
Vamos a salir al campo a que la lluvia
nos moje y empape nuestra ropa
y regresar con ella a aquellos días de la infancia
en que mojarse y pisar charcos
era algo tan prohibido y a la vez tan deseado

Escrito por Musaraña
“El Acebuche”. Doñana 13.10.89

HOY, QUE ES EL CUMPLEAÑOS DE MI HERMANA

HOY que es el cumpleaños de mi hermana, no tengo
nada que darle, nada. No tengo nada, hermana.
Todo lo que poseo siempre lo llevo lejos.
A veces hasta mi alma me parece lejana.

Pobre como una hoja amarilla de otoño
y cantor como un hilo de agua sobre una huerta:
los dolores, tú sabes cómo me caen todos
como al camino caen todas las hojas muertas.

Mis alegrías nunca las sabrás, hermanita,
y mi dolor es ése, no te las puedo dar:
vinieron como pájaros a posarse en mi vida,
una palabra dura las haría volar.

Pienso que también ellas me dejarán un día,
que me quedaré solo, como nunca lo estuve.
Tú lo sabes, hermana, la soledad me lleva
hacia el fin de la tierra como el viento a las nubes!

Pero para qué es esto de pensamientos tristes!
A ti menos que a nadie debe afligir mi voz!
Después de todo nada de esto que digo existe...
No vayas a contárselo a mi madre, por Dios!

Uno no sabe cómo va hilvanando mentiras,
y uno dice por ellas, y ellas hablan por uno.
Piensa que tengo el alma toda llena de risas,
y no te engañarás, hermana, te lo juro.

Pablo Neruda

Primavera a la Vista

Pulida claridad de piedra diáfana,
lisa frente de estatua sin memoria:
cielo de invierno, espacio reflejado
en otro más profundo y más vacío.

El mar respira apenas, brilla apenas.
Se ha parado la luz entre los árboles,
ejército dormido. Los despierta
el viento con banderas de follajes.

Nace del mar, asalta la colina,
oleaje sin cuerpo que revienta
contra los eucaliptos amarillos
y se derrama en ecos por el llano.

El día abre los ojos y penetra
en una primavera anticipada.
Todo lo que mis manos tocan, vuela.
Está lleno de pájaros el mundo.

Octavio Paz

miércoles, 24 de febrero de 2010

EL ÚLTIMO RINCÓN

El último y el primero:
rincón para el sol más grande,
sepultura de esta vida
donde tus ojos no caben.

Allí quisiera tenderme
para desenamorarme.

Por el olivo lo quiero,
lo persigo por la calle,
se sume por los rincones
donde se sumen los árboles.

Se ahonda y hace más honda
la intensidad de mi sangre.

Los olivos moribundos
florecen en todo el aire
y los muchachos se quedan
cercanos y agonizantes.

Carne de mi movimiento,
huesos de ritmos mortales:
me muero por respirar
sobre vuestros ademanes.

Corazón que entre dos piedras
ansiosas de machacarte,
de tanto querer te ahogas
como un mar entre dos mares.
De tanto querer me ahogo,
y no me es posible ahogarme.

Beso que viene rodando
desde el principio del mundo
a mi boca por tus labios.
Beso que va a un porvenir,
boca como un doble astro
que entre los astros palpita
por tantos besos parados,
por tantas bocas cerradas
sin un beso solitario.

¿Qué hice para que pusieran
a mi vida tanta cárcel?

Tu pelo donde lo negro
ha sufrido las edades
de la negrura más firme,
y la más emocionante:
tu secular pelo negro
recorro hasta remontarme
a la negrura primera
de tus ojos y tus padres,
al rincón de pelo denso
donde relampagueaste.

Como un rincón solitario
allí el hombre brota y arde.

Ay, el rincón de tu vientre;
el callejón de tu carne:
el callejón sin salida
donde agonicé una tarde.

La pólvora y el amor
marchan sobre las ciudades
deslumbrando, removiendo
la población de la sangre.

El naranjo sabe a vida
y el olivo a tiempo sabe.
Y entre el clamor de los dos
mis pasiones se debaten.

El último y el primero:
rincón donde algún cadáver
siente el arrullo del mundo
de los amorosos cauces.

Siesta que ha entenebrecido
el sol de las humedades.

Allí quisiera tenderme
para desenamorarme.

Después del amor, la tierra.
Después de la tierra, nadie.

Miguel Hernández

AUSENCIA DE DIOS

Digamos que te alejas definitivamente
hacia el pozo de olvido que prefieres,
pero la mejor parte de tu espacio,
en realidad la única constante de tu espacio,
quedará para siempre en mí, doliente,
persuadida, frustrada, silenciosa,
quedará en mí tu corazón inerte y sustancial,
tu corazón de una promesa única
en mí que estoy enteramente solo
sobreviviéndote.

Después de ese dolor redondo y eficaz,
pacientemente agrio, de invencible ternura,
ya no importa que use tu insoportable ausencia
ni que me atreva a preguntar si cabes
como siempre en una palabra.

Lo cierto es que ahora ya no estás en mi noche
desgarradoramente idéntica a las otras
que repetí buscándote, rodeándote.
Hay solamente un eco irremediable
de mi voz como niño, esa que no sabía.

Ahora que miedo inútil, qué vergüenza
no tener oración para morder,
no tener fe para clavar las uñas,
no tener nada más que la noche,
saber que Dios se muere, se resbala,
que Dios retrocede con los brazos cerrados,
con los labios cerrados, con la niebla,
como un campanario atrozmente en ruinas
que desandara siglos de ceniza.

Es tarde. Sin embargo yo daría
todos los juramentos y las lluvias,
las paredes con insultos y mimos,
las ventanas de invierno, el mar a veces,
por no tener tu corazón en mí,
tu corazón inevitable y doloroso
en mí que estoy enteramente solo
sobreviviéndote.
Mario Benedetti

LAS MUJERES DE ROMERO DE TORRES

Rico pan de esta carne morena, moldeada
en un aire caricia de suspiro y aroma...
Sirena encantadora y amante fascinada,
los cuellos enarcados, de sierpe o de paloma...

Vuestros nombres, de menta y de ilusión sabemos:
Carmen, Lola, Rosario... Evocación del goce,
Adela... Las Mujeres que todos conocemos,
que todos conocemos ¡y nadie las conoce!

Naranjos, limoneros, jardines, olivares,
lujuria de la tierra, divina y sensual,
que vigila la augusta presencia del ciprés.

En este fondo, esencia de flores y cantares,
os fijó para siempre el pincel inmortal
de nuestro inenarrable Leonardo cordobés.

Manuel Machado

martes, 23 de febrero de 2010

lunes, 22 de febrero de 2010

domingo, 21 de febrero de 2010

Rumiantes - Digestión

Vía QUO

Especias y Hierbas aromáticas más utilizadas

JUAN SIN MIEDO

Había una vez un padre que tenía dos hijos, el mayor de los dos era listo y prudente, y podía hacer cualquier cosa. Pero el joven, era estúpido y no podía aprender ni entender nada, y cuando la gente lo veía pasar decían:
- Este chico dará problemas a su padre. -

Cuando había que hacer algo, era siempre el hermano mayor el que tenía que hacerlo, pero si su padre le mandaba a traer algo cuando era tarde o en mitad de la noche, y el camino le conducía a través del cementerio o algún otro sombrío lugar, contestaba:
- ¡Oh no padre!, no iré, me causa pavor. - Ya que tenía miedo.

Cuando se contaban historias alrededor del fuego que ponían la carne de gallina, los oyentes algunas veces decían:
- ¡Me da miedo! -

El chico se sentaba en una esquina y escuchaba como los demás, pero no podía imaginar lo que era tener miedo:
- Siempre dicen: "Me da miedo" o "Me causa pavor". - pensaba -Esa debe ser una habilidad que no comprendo. -

Ocurrió que el padre le dijo un día al muchacho:
- Escúchame con atención, te estás haciendo grande y fuerte, y debes aprender algo que te permita ganarte el pan.
- Bien padre, - respondió el joven - la verdad es que hay algo que quiero aprender, si se puede enseñar. Me gustaría aprender a tener miedo, no entiendo del todo lo que es eso.-

El hermano mayor sonrió al escuchar aquello y pensó: "Dios santo, que cabeza de adoquín es este hermano mío. Nunca servirá para nada.
El padre suspiró y le respondió: - pronto aprenderás a tener miedo, pero no vivirás de eso.-

Poco después el sacristán fue a la casa de visita y el padre le expuso su problema, contándole que su hijo menor estaba tan retrasado en cualquier cosa que no sabía ni aprendía nada. -Fíjate - le dijo el padre - cuando le pregunté cómo iba a ganarse la vida me dijo que quería aprender a tener miedo.-
- Si eso es todo. - respondió el sacristán - puede aprenderlo conmigo. Mándamelo y lo despabilaré pronto-

El padre estaba contento de enviar a su hijo con el sacristán por que pensaba que aquello serviría para entrenar al chico. Entonces el sacristán tomó al chico bajo su tutela en su casa y tenía que hacer sonar la campana de la iglesia. A los dos días el sacristán lo despertó a media noche, y lo hizo levantarse para ir a la torre de la iglesia y tocar la campana.

"Pronto aprenderás lo que es tener miedo" pensaba el sacristán. Este sin que el chico se diese cuenta, se le adelantó y subió a la torre. Cuando el chico estaba en lo alto de la torre y se dio la vuelta para coger la cuerda de la campana vio una figura blanca de pie en las escaleras al otro lado del pozo de la torre.
- ¿Quién está ahí?- gritó el chico, pero la figura no respondió ni se movió.
- Responde, - gritó el chico - o vete. No se te ha perdido nada aquí por la noche. -

El sacristán, sin embargo, continuó de pie inmóvil para que el chico pensara que era un fantasma. El chico gritó por segunda vez:
- ¿Qué haces aquí?. Di si eres honrado o de lo contrario te tiraré por las escaleras.-

El sacristán pensó que era un farol así que no hizo ningún ruido y permaneció quieto como una estatua de piedra. Entonces el chico le avisó por tercera vez y como no sirvió de nada, se lanzó contra él y empujó al fantasma escaleras abajo. El "fantasma" rodó diez escalones y se quedó tirado en una esquina. Entonces el chico hizo sonar la campana, se fue a casa, y sin decir una palabra se fue a la cama y se durmió. La esposa del sacristán estuvo esperando a su marido un buen rato, pero no regresó. Al rato se inquietó y despertó al chico. Le preguntó:
-¿Sabes donde está mi marido? Subió a la torre antes que tú. -
- No lo sé. - respondió el chico - Pero alguien estaba de pie al otro lado del pozo de la torre, y como no me respondía ni se iba, lo tomé por un ladrón y lo tiré por las escaleras. Ve a ver si era él, sentiría que así fuese.-

La mujer salió corriendo y encontró a su marido quejándose en la esquina con una pierna rota. Lo llevó abajo y luego llorando se apresuró a ver al padre del chico.
- Tu hijo, - gritaba ella - ha sido el causante de un desastre. Ha tirado a mi marido por las escaleras de forma que se ha roto una pierna. Llévate a ese inútil de nuestra casa. -

El padre estaba aterrado y corrió a regañar al muchacho: -¿Qué broma perversa es esta?, el Demonio debe habértela metido en la cabeza. -
- Padre, - respondió - escúchame. Soy inocente. Él estaba allí de pie en mitad de la noche como si fuese a hacer algo malo. No sabía quien era y le dije que hablara o se fuera tres veces. -
-¡Ah!- dijo el padre - sólo me traes disgustos. Vete de mi vista, no quiero verte más.-
- Sí padre, como desees, pero espera a que sea de día. Entonces partiré para aprender lo que es tener miedo, y entonces aprenderé un oficio que me permita mantenerme. -
- Aprende lo que quieras, - dijo el padre - me da igual. Aquí tienes cincuenta monedas para ti. Cógelas y vete por el mundo entero, pero no le digas a nadie de donde procedes, ni quién es tu padre. Tengo razones para estar avergonzado de ti. -
- Si, padre, se hará como deseas. Si no quieres nada más que eso, puedo recordarlo fácilmente. -

Así que al amanecer, el chico se metió las cincuenta monedas en el bolsillo y se alejó por el camino principal diciéndose continuamente: - Si pudiera tener miedo, si supiera lo que es temer...-

Un hombre se acercó y escuchó el monólogo que mantenía el joven, y cuando habían caminado un poco más lejos, donde se veían los patíbulos, el hombre le dijo: - Mira, ahí está el árbol donde siete hombres se han casado con la hija del soguero , y ahora están a prendiendo a volar. Siéntate cerca del árbol y espera al anochecer, entonces aprenderás a tener miedo.-
- Si eso es todo lo que hay que hacer, es fácil. - contestó el joven -Pero si aprendo a tener miedo tan rápido , te daré mis cincuenta monedas. Vuelve mañana por la mañana temprano. -

Entonces el joven se fue el patíbulo, se sentó al lado y esperó hasta el atardecer. Como tenía frío encendió un fuego , pero a media noche el viento soplaba tan fuerte que a pesar del fuego no podía calentarse. Y como el viento hacía chocar a los ahorcados entre sí y se balanceaban de un lado para otro, pensó: "Si yo tiemblo aquí junto al fuego, cuánto deben frío deben estar sufriendo estos que están arriba".

Como le daban pena, levantó la escalera, subió y uno a uno los fue desatando y bajando. Entonces avivó el fuego y los dispuso a todos alrededor para que se calentasen. Pero estuvieron sentados sin moverse y el fuego prendió sus ropas. Así que el muchacho les dijo: - Tened cuidado u os subiré otra vez.-
Los ahorcados no le escucharon y permanecieron en silencio dejando que sus harapos se quemaran.
Eso hizo que el joven es enfadara, y dijo: - si no queréis tener cuidado, no puedo ayudaros, no me quemaré con vosotros. - y volvió a subirlos a todos a su sitio. Después se sentó junto al fuego y se quedó dormido. A la mañana siguiente el hombre vino para obtener sus cincuenta monedas, le dijo: - Bien, ahora sabes lo que es tener miedo. -
- No, - contestó el muchacho - ¿cómo quiere que lo sepa si esos tipos de ahí arriba no han abierto la boca?, y son tan estúpidos que dejan que los pocos y viejos harapos que llevan encima se quemen. -

El hombre, viendo que ese día no iba a conseguir las cincuenta monedas, se alejó diciendo:- Nunca me había encontrado con un joven así. -
El joven continuó su camino y una vez más comenzó a mascullar: - Si pudiera tener miedo... -
Un carretero que andaba a grandes zancadas tras él lo escuchó y le preguntó: -¿quién eres?. -
- No lo sé. - respondió el joven.

Entonces el carretero preguntó: -¿De donde eres?. -
- No lo sé.- respondió el muchacho.
-¿Quién es tu padre?- insistió.
- No puedo decírtelo. - respondió el chico.
-¿qué es eso que estás siempre murmurando entre dientes?. - preguntó el carretero.
- Ah, - respondió el joven - me gustaría aprender a tener miedo, pero nadie puede enseñarme. -
- Deja de decir tonterías. - dijo el carretero -Vamos, ven conmigo y encontraré un sitio para ti. -

El joven fue con el carretero y al atardecer llegaron a una posada donde pararon a pasar la noche. A la entrada del salón el joven dijo en alto: - Si pudiera temer... -
El posadero lo escuchó y riendo dijo: - si eso es lo que quiere puede que aquí encuentres una buena oportunidad. -
- Cállate, - dijo la posadera - muchos entrometidos ya han perdido su vida, sería una pena y una lástima si unos ojos tan bonitos no volviesen a ver la luz del día. -

Pero el muchacho dijo: - No importa lo difícil que sea, aprenderé. Es por eso que he viajado tan lejos.- Y no dejó en paz al posadero hasta que al final le contó que no lejos de allí se levantaba un castillo encantado donde cualquiera podría aprender con facilidad lo que era tener miedo, si podía permanecer allí durante tres noches. El rey había prometido que cualquiera que lo consiguiese tendría la mano de su hija que era la mujer más hermosa sobra la que había brillado el Sol. Por otro lado en el castillo se encuentra un gran tesoro guardado por malvados espíritus. Ese tesoro sería liberado y harían rico a cualquiera. Algunos hombres ya lo han intentado, pero todavía ninguno ha salido.
A la mañana siguiente el joven fue a ver al rey y le dijo: - Si se me permite, desearía pasar tres noches en el castillo encantado. -
El rey le observó y como el joven le agradaba le dijo: - Puedes pedir tres cosas para llevarlas contigo al castillo, pero han de ser tres objetos inanimados. -
Entonces el chico contestó: - Pues quiero un fuego, un torno y una tabla para cortar con el cuchillo. - EL rey hizo llevar esas cosas al castillo durante el día. Cuando se acercaba la noche, el joven fue al castillo y encendió un brillante fuego en una de las salas, puso la tabla y el cuchillo a su lado y se sentó junto al torno. - Si pudiera tener miedo, - decía - pero tampoco lo aprenderé aquí. -
Hacia medianoche estaba atizando el fuego, y mientras le soplaba, algo gritó de repente desde una esquina: - Miau, miau. Tenemos frío. -
- Tontos, - respondió él - por qué os quejáis. Si tenéis frío venid a sentaros junto al fuego y calentaros. -

Cuando dijo esto dos enormes gatos negros salieron dando un tremendo salto y se sentaron cada uno a un lado del joven. Los gatos lo observaban con mirada fiera y salvaje. Al poco, cuando entraron en calor, dijeron: - Camarada, juguemos a las cartas. -
- ¿Por qué no?. - contestó el chico - Pero primero enseñadme vuestras zarpas. -

Los gatos sacaron las garras. -¡Oh!, - dijo él - tenéis las uñas muy largas. Esperad que os las corto en un momento.

Entonces los cogió por el pescuezo los puso en la tabla para cortar y les ató las patas rápidamente.
- Después de veros los dedos, - dijo - se me han pasado las ganas de jugar a las cartas. -

Luego los mató y los tiró fuera al agua. Pero cuando se había desecho de ellos e iba a sentarse junto al fuego, de cada agujero y esquina salieron gatos y perros negros con cadenas candentes, y siguieron saliendo hasta que no se pudo mover. Aullaban horriblemente, desparramaron el fuego y trataron de apagarlo. El joven los observó tranquilamente durante unos instantes, pero cuando se estaban pasando de la raya, cogió el cuchillo y gritó:
- Fuera de aquí sabandijas. - y comenzó a acuchillarlos. Algunos huyeron, mientras que los que mató los lanzó al foso. Entonces volvió y atizó las ascuas del fuego y entró en calor. Cuando terminó no podía mantener los ojos abiertos y le entró sueño. Miró a su alrededor y vio una enorme cama en un rincón.
- Justo lo que necesitaba.- dijo y se metió en ella. Justo cuando iba a cerrar los ojos la cama empezó a moverse por sí misma y le llevó por todo el castillo.
- Esto está muy bien, - dijo - pero ve más rápido. - Entonces la cama rodó como si seis caballos tiraran de ella, arriba y abajo, por umbrales y escaleras. Pero de repente giró sobre sí misma y cayó sobre él como una montaña. Lanzando al aire edredones y almohadas salió y dijo: - Hoy en día dejan conducir a cualquiera. - Luego se tumbó junto a su fuego y durmió hasta la mañana siguiente.

A la mañana siguiente el rey fue a verle y cuando lo vio tirado en el suelo, pensó que los espíritus lo habían matado. Dijo: - Después de todo es una pena, un hombre tan apuesto... -
El joven lo escuchó, se levantó, y dijo: - No es para tanto. -
El rey estaba perplejo, pero muy feliz, y le preguntó cómo le había ido. - La verdad es que bastante bien. - dijo - Ya ha pasado una noche, las otras dos serán del mismo estilo.-
Fue a ver al posadero, quien poniendo los ojos como platos dijo: - Nunca esperé volverte a ver con vida. ¿Ya has aprendido a tener miedo?-
- No, - respondió - es inútil. Si alguien me lo pudiera explicar. -

La segunda noche volvió al viejo castillo, se sentó junto al fuego y una vez más comenzó su cantinela: - Si pudiera tener miedo, si pudiera tener miedo... -
A medianoche se escuchó alrededor un gran alboroto que parecía como si el castillo se viniera abajo. Al principio se escuchaba bajo, pero fue creciendo más y más. De repente todo quedó en silencio y al rato con un gran grito, medio hombre cayó por la chimenea justo delante de él.
- Hey, - gritó el joven - falta la mitad. Con esto no es suficiente.- Entonces el alboroto comenzó de nuevo, se escucharon rugidos y gemidos y la otra mitad cayó también.
- Tranquilo, - dijo el joven - voy a avivarte el fuego. -

Cuando había terminado y miró alrededor, las dos piezas se habían unido y hombre espantoso estaba sentado en su sitio.
- Eso no entraba en el trato, - dijo él - ese banco es mío. -

El hombre intentó empujarle, pero el joven no lo permitió, así que lo echó con todas sus fuerzas y se sentó en su sitio.
Más hombres cayeron por la chimenea uno detrás de otro, cogieron nueve piernas humanas y dos calaveras y las dispusieron para jugar a los bolos. El joven también quería jugar: - Escuchadme, ¿Puedo jugar? -
- Si tienes dinero, sí. - respondieron ellos.-
- Si que lo tengo. - respondió - Pero vuestras bolas no son demasiado redondas. -

Cogió las calaveras, las puso en el torno y las redondeó. -Así, - dijo - ahora rodarán mucho mejor.-
- Hurra, - dijeron los hombres - ahora nos divertiremos. -
Jugó con ellos y perdió algo de dinero, pero cuando dieron las doce todo desapareció de su vista. Se acostó y se quedó dormido. A la mañana siguiente el rey fue a ver como estaba: - ¿cómo te ha ido esta vez?- le preguntó.
- He estado jugando a los bolos, - respondió - y he perdido un par de monedas. -
- Entonces no has tenido miedo? - preguntó el rey.
-¿Qué?- dijo - Si me lo he pasado estupendamente. He hecho de todo menos saber lo que es tener miedo. -

La tercera noche se sentó en su banco y entristecido dijo: - Si pudiera tener miedo...-
Cuando se hizo tarde, seis hombres muy altos entraron trayendo consigo un ataúd. Le dijeron al joven:
- Ja, ja, ja. Es mi primo, que murió hace unos días.- y llamó con los nudillos en el ataúd - Sal, primo, sal. -

Pusieron el ataúd en el suelo, abrieron la tapa y se vio un cadáver tumbado en su interior. El joven le tocó la cara pero estaba fría como el hielo. - Espera, - dijo - te calentaré un poco- Se fue al fuego, se calentó las manos y las puso en la cara del difunto, pero esta continuó fría. Lo sacó del ataúd, lo sentó junto al fuego y lo apoyó en su pecho frotándole los brazos para que la sangre circulara de nuevo. Como esto tampoco funcionaba, pensó: " cuando dos personas se meten en la cama se dan calor mutuamente". Así que se lo llevó a la cama, lo tapó y se tumbó junto a él. Al rato el cadáver entró en calor y comenzó a moverse.
El joven el dijo:- ¿Ves primo como te he hecho entrar en calor?. -
Sin embargo el cadáver se levantó y dijo: - Te estrangularé. -
-¿Cómo?, - dijo el joven - ¿Así me lo agradeces? Pues te vas a ir a tu ataúd ahora mismo. -

Y lo cogió en volandas, lo tiró al ataúd y cerró la tapa. Entonces los seis hombres vinieron y se llevaron el ataúd.
- No puedo aprender a tener miedo. - dijo el muchacho - Nunca en mi vida aprenderé. -

Un hombre más alto que los demás entró y tenía un aspecto terrible. Era viejo y tenía una larga barba blanca.
- Pobre diablo,- gritó el viejo - pronto sabrás lo que es tener miedo, porque vas a morir.-
- No tan deprisa, . respondió el muchacho - que yo tendré algo que decir en eso de que voy a morir.-
- Pronto acabaré contigo.- dijo el demonio.
- Tómatelo con calma y no digas bravuconadas que soy tan fuerte como tú o quizá más. -
- Lo comprobaremos. - dijo el viejo - Si eres más fuerte, te dejaré ir. Ven y lo comprobaremos.-

Lo condujo a través de oscuros pasajes hasta una forja, allí el viejo cogió una enorme hacha y de un tajo partió un yunque en dos.
- Puedo mejorarlo. - dijo el muchacho y se fue a otro yunque. El viejo se acercó para observar con la barba colgando. El joven levantó el hacha, partió el yunque de un tajo y en el camino cortó la barba del viejo.
- Te he vencido. - dijo el joven - ahora te toca morir a ti.- Y con una barra de hierro golpeó al viejo hasta que empezó a llorar y a pedirle que parara, que si lo hacía le daría grandes riquezas.

El joven soltó la barra de hierro y le dejó libre. El viejo lo condujo de nuevo al castillo y en un sótano le mostró tres cofres llenos de oro.
- De todo esto, - dijo el viejo - uno es para los pobres, otro es para el rey y el tercero es para ti.-

Entretanto dieron las doce y el espíritu desapareció y el joven se quedó a oscuras.
- Creo que podré encontrar las salida. - dijo el joven. Y tanteando consiguió encontrar el camino hasta la sala donde estaba el fuego y durmió junto a él.

A la mañana siguiente el rey fue a verle y le dijo: - Ya tienes que haber aprendido lo que es tener miedo. -
- No, - contestó - vino un muerto y un hombre con barba me enseño un montón de dinero abajo, pero nadie me ha dicho lo que es tener miedo. -
- Entonces, - dijo el rey - has salvado el castillo y te casarás con mi hija. -
- Todo eso está muy bien, - dijo el joven - pero sigo sin saber lo que es tener miedo.-

Se repartió el oro y se celebró la boda. Pero por mucho que quisiese a su esposa y por muy feliz que fuese el joven rey siempre decía: - si pudiera tener miedo, si pudiera tener miedo... -
Eso acabó por enfadar a su esposa: "Encontraré una cura, aprenderá a tener miedo."
Fue al río que atravesaba el jardín y se trajo un cubo lleno de gobios. Por la noche, cuando el joven rey estaba dormido, su esposa le quitó las sábanas y le vació encima el cubo lleno de agua fría con los gobios, de manera que los pececitos se pusieron a dar saltos sobre él. El se despertó y gritó: - ¡Qué susto! , ahora sé lo que es asustarse.

Fin.
Cuento de los Hermanos Grimm

Hoy mi BLOG cumple 3 Años de Existencia

El camino para llegar hasta aquí ha sido duro pero muy placentero.
Ahora a ver si llego con Él a los próximos 3 años.
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sábado, 20 de febrero de 2010

viernes, 19 de febrero de 2010

Navegando a toda marcha

Diccionario de la Nueva Cocina

Cocina Sana

Hojaldre de Pollo relleno de Torta del Casar

Cocina Ligera

jueves, 18 de febrero de 2010

Ayer a mediodía me llamó una diputada del PP, que estaba exultante con la intervención de su jefe de filas, Mariano Rajoy, en el debate con el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. Por la tarde estuve con una diputada socialista, al final del homenaje que las Cortes le rindieron a Francisco Ayala, que fue letrado allí en el periodo republicano. Esta diputada socialista estaba feliz con la intervención de su jefe de filas. Por la noche estuve escuchando (y viendo) el programa de Gabilondo; y en ese programa, Hoy, de CNN+, había dos diputados discutiendo; una socialista y uno popular. Una estaba feliz por la actuación de su presidente y el otro estaba contentísimo por la actuación del suyo. La diputada que me llamó a mediodía me dijo que su jefe merecía más que un diez. En la prensa de hoy las encuestas y otras consideraciones dicen que no fue para tanto, ni para uno ni para otro. ¿Entonces? La política es cada vez más la expresión apasionada de los fans. ¿Carecen de capacidad de crítica los parlamentarios? No, porque a los adversarios los critican. ¿Entonces? Entonces lo que ocurre es que estamos en una época de defensa ante las ideas del otro, y así es imposible un pacto. ¿Se trata de un pacto? No lo habrá. Hay uno que no quiere perder y otro que quiere ganar. El pulso puede ser eterno, pero mientras haya pulso ni uno le dará agua al otro ni el otro dirá que la necesita. Y así hasta que la gente vaya a las urnas y vote, y entonces se resuelva el pulso que ahora acaba de ser inagurado. ¿Inaugurado? La verdad es que la lucha (y el desdén mutuo) no han acabado nunca. Ahora escucharé el debate entre Elena Valenciano y Esteban González Pons, en la cadena Ser. ¿Me quitarán esta tentación? Tengo derecho a dudarlo, porque no parece que vaya a producirse un día se produzca el milagro de que se den la razón los adversarios.
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Blog por Juan Cruz

Ensalada de Espinacas y Setas

Vía Cocina Ligera

Sopa de Pepino, Yogur y Menta

Cocina Ligera

A los Cachas, Remolacha

Vía QUO

miércoles, 17 de febrero de 2010

Un nuevo Sol a punto de brillar

Vía Muy Interesante

El Gran Marciano

Vía Muy Interesante

El Roto - Ayuda alimentaria

martes, 16 de febrero de 2010

Retrato

Kabul, Afghanistan

lunes, 15 de febrero de 2010

Los Goya 2.010 - Resultados

ASÍ FUE LA NOCHE:
EL PAÍS

Quédese solo con estas palabras

Suelte el palo para un Draw

No tenga miedo a la arena

domingo, 14 de febrero de 2010

Los Goyas 2.010 - Las Grandes Favoritas

EL PAÍS

PREMIOS GOYA 2.010

Hoy se entregan los Premios Goya
Besos de cine

2009 no ha sido un mal año para el cine español. Un 20% más de espectadores han pagado por verlo. Esta noche, la industria lo celebrará en la gala de los Goya, que coincide con el día de los enamorados. Nosotros lo celebramos invitando a sus protagonistas a recrear besos famosos de la historia del cine.

¿Sabe usted cuánto cuesta hacer una película? No, no hablo de dinero, sino de esfuerzo, de empeño, de cabezonería. Yo no lo sabía hasta que en 1997 asistí al rodaje de La primera noche de mi vida, del director Miguel Albaladejo, película en la que colaboré como guionista. Unas noches rodaban en un poblado de chabolas de Carabanchel; otras, en tramos de autopista aún no inaugurados; otras, en una cafetería de carretera. Sentía tal emoción ante la perspectiva de que unos actores encarnaran mis personajes que me propuse asistir a todo el proceso. Para disfrutar, para aprender. Creo que sólo fui tres noches. La primera jornada me tocó en aquel montecillo de chabolas que, de lejos, poseía una rara belleza. Anduve de un lado para otro, como un perro que quiere meter el hocico en todo y siempre encuentra un olor prometedor. Iba de oficio en oficio: me entusiasmó observar a la troupe de eléctricos, tan peculiares como todos los técnicos; las conversaciones reflexivas entre el director y el director de fotografía; la actitud de control permanente del ayudante de dirección; los cuidados y el cariño con el que los maquilladores tratan a los actores; los actores, finalmente, los actores que se quedan perdidos y pequeños ante un despliegue técnico semejante y que sólo cuando la voz de Dios grita: ¡Acción! y se les llama para decir su frase o para hacer un simple gesto ante la cámara parecen crecerse y convertirse en alguien que posee una mirada que le distingue del resto del equipo. Fue una noche de entusiasmo. No hacía frío. Era la primera película para muchos de nosotros, o casi la primera. Se cobraba poco y se ponía mucho corazón en el trabajo.

No todo en este negocio se basa en el dinero, hay mucho amor por lo que se hace
"No es un colectivo homogéneo, cada uno piensa como quiere" (Álex de la iglesia)
Es bueno que haya películas rentables, sean obras de arte o sean una horterada

La segunda noche que asistí se rodaba en un tramo de la futura M?40. El lugar era desolador y tremendamente aburrido. Yo tenía que decir dos o tres frases. Pasé dos horas haciendo bromas con los otros actores y el resto de la noche esperando, con sueño, con algo de mal cuerpo y con unas ganas desesperadas de irme a mi casa. De hecho, aquello me pareció tan monótono que no volví hasta que mi personaje, Cardona, una guardia civil con malas pulgas que se detiene en una estación de servicio a comprar compresas con alitas, no entró en acción de nuevo. Como siempre, la espera se me hizo eterna. Por fortuna, había cafetería, así que a las tres de la mañana dije: bueno, de perdidos al río. Me pedí un gin tonic y me puse a hojear un ¡Hola! en una mesa. Una familia a la que el rodaje había sorprendido cuando paró a repostar de camino a Madrid, me preguntó: "¿Usted cree que podríamos salir ya?". Yo, casi sin levantar la vista, les dije: ah no, no, ahora hay que quedarse quietos y en silencio hasta que el director grite "corten". Y allí se quedaron, en un rincón, paralizados, como para una foto familiar. Cuando al fin pudieron marcharse y se despidieron muy consideradamente, fui consciente de que ellos habían visto en mí no a la guionista que hace un cameo, sino a un número de la guardia civil, a Cardona, que aun estando de servicio se toma su copa y se lee su ¡Hola!

En aquel mi primer rodaje llegué al convencimiento de que mi espíritu impaciente no me hubiera permitido ser actriz, oficio para el que se precisa una concentración rara, que consiste en mantener la emoción y la memoria en suspenso hasta que llega el momento de liberarlas, un momento que suele ser tan breve como una escena o parte de una escena. Tampoco sería capaz de asumir el papel de director, por ser éste quien debe llevar en la cabeza una historia que se construye a través de mil oficios que tienen como objetivo construir un mundo material, carnal, creíble. El director es aquella persona que ha de saber, aunque no sepa, responder a todas las personas que desde que empieza la jornada hasta que acaba se le acercan a preguntarle por detalles de aspecto muy diferente: la figuración, la ropa, la luz, el mobiliario, el estado de ánimo de los actores, tal frase, las nubes, el sol, la amenaza de lluvia, un niño actor que ha salido rana o el encarecimiento inesperado de un rodaje. Ay. Es probable que no todas las decisiones dependan de él, que sea el productor quien deba intervenir, pero no hay nada peor para un equipo cinematográfico que tener la sensación de que el director, el capitán, no sabe llevar a la tripulación a buen puerto.

A partir de aquella primera experiencia, he asistido a muchos rodajes y la observación de ese trabajo que tiene mucho que ver con el montaje circense, por aquello de llegar a un lugar, plantar las caravanas y la carpa, y crear un mundo que si se mira de lejos o detrás de la cámara parece brillante, y si se mira de cerca es cochambroso y de falsillo, me ha cambiado por completo mi consideración de ese oficio. Cierto es que cuando la película conmueve se suspende la realidad y cualquiera es capaz de olvidar el costoso proceso de puesta en pie de una aventura cinematográfica, pero el haber vivido la experiencia laboral aporta una información que sería necesaria cuando el cine español, así, en abstracto, sin atender a matices, es denostado no sólo por las películas que ofrece, sino por esa idea tópica, reiterada, falsa y malintencionada de que la troupe del cine es vaga, aprovechada, poco profesional y pesetera.

¿Sabe usted lo que cuesta hacer una película? La ministra de Cultura, Ángeles González Sinde, decía hace un mes, en la entrega de premios José María Forqué, que una película comienza cuando se empiezan a apuntar ideas en un papel, cuando dos personas, con frecuencia un director y un guionista, garabatean en una conversación de cafetería una posible historia. La ministra sabe de lo que habla porque ha escrito un número considerable de guiones. No sé si un guionista es alguien adecuado para ocupar la cartera de un ministerio, en eso no entro, pero como en España tenemos la retorcida costumbre de criticar a los políticos por razones equivocadas, a González Sinde, a fin de denostarla, se la presenta frecuentemente como la guionista de Mentiras y gordas, lo cual no deja de ser una maldad que denota un gran desconocimiento del medio. Los guionistas, casi todos, salvo milagrosas excepciones, tienen que decir que sí al trabajo que les salga. No están los tiempos para ponerse exquisito. Y no lo han estado nunca. A este respecto es muy conocida aquella respuesta que el enorme Fernán-Gómez dio a su representante que le informó sobre una oferta de trabajo nada apetecible. El representante le llama y le dice, más o menos: "Tenemos esto, tú dirás"; a lo que Fernando responde: "¿Hay otra cosa en perspectiva?". "No", dice el representante. "Pues entonces lo hago". Ese "pues entonces lo hago" es la ley que rige el trabajo de la mayoría de los actores, guionistas, oficios varios vinculados al cine, y directores, que en muchas ocasiones han sobrevivido gracias a la publicidad y ahora a la televisión, que está ofreciendo una alternativa antes infravalorada y hoy interesante en estos momentos especialmente difíciles. Un guionista no se define por sus guiones horteras, sino por aquellos en los que ha puesto lo mejor de sí mismo. Igual que un actor. Son pocos los afortunados que pueden elegir. Pero, además, las carreras de los grandes actores, guionistas, directores, se han forjado sobre muchos proyectos en los que no se sentían personalmente involucrados, aunque luego, como es lógico, lo defiendan ante ese público que tiene en sus manos algo tan imprevisible como es el fracaso o el éxito de una película.

El público. El público es sagrado, aunque a veces no valore lo que debiera, ignore una historia interesante, valore lo más previsible o, como es el caso particular de nuestro país, tenga sus reticencias hacia el cine que se hace en casa y repita la frase manida, que debiera dar un poco de vergüenza por tópica: "No voy a ver cine español". Pedro Pérez, el presidente de la federación de productores españoles, me habla de las posibles razones de este divorcio entre cine y público:
-La primera -dice-, la posición que la gente del cine adoptó ante la guerra de Irak. Aunque es cierto que la mayoría de los españoles se manifestó en contra de esa guerra, los cineastas fueron los personajes públicos más visibles. La reacción que esto ha traído consigo y que muchos medios de comunicación han alimentado ha sido inaudita porque en estos momentos a un actor se le denigra confundiendo sus posiciones ciudadanas o políticas con sus logros artísticos. Esto es algo grave, porque de alguna manera está cercenando la libertad de expresión, que es algo que tanto nos ha costado conseguir. Ellos tienen un profundo derecho a manifestarse. Cuidado, que en ocasiones yo no tengo por qué compartir sus opiniones, pero les concedo el derecho de decir lo que piensan.
En segundo lugar, los grandes medios de comunicación basan su programación en la audiencia y no en la cultura. Eso nos perjudica enormemente.
Y en tercer lugar, y haciendo la necesaria autocrítica, hay años que acertamos menos que otros.

no ha sido precisamente este año el menos acertado. Aunque el porcentaje de los espectadores que pagan por ver cine español sigue siendo muy bajo (de cada 100 son 16 los que eligen películas de nuestro país), el número ha aumentado este año en un 20%. Mientras, el cine francés, el ejemplo más cercano y notorio de arte protegido, ha sufrido una baja considerable en la afluencia de público en 2009. Las razones de esta subida en España son claras: Ágora, Celda 211, Planet 51, El secreto de sus ojos, Los abrazos rotos y películas a tener en cuenta como Gordos, Yo, también o algunas que hay que nombrar no exactamente por el dinero recaudado, sino por su mero interés artístico, como After o Tres días con la familia. Pedro Pérez añade que estamos lejos de donde deberíamos estar, pero que resulta curioso comprobar (y esto yo lo constato) que en el extranjero no existe ese rechazo por el cine español; es más, en 2008, la recaudación de ventas de entradas fue mayor fuera de España que en nuestro país.

Sea como sea, el pesimismo no es una buena respuesta a las críticas. No vende, por utilizar esa expresión estúpida, pero es que en el cine el dinero es esencial. Hacer una película es embarcarse en una aventura de dos años mínimo. Desde que se garabatea una frase hasta que llega el primer fin de semana tan temido en las salas. Llamo al presidente de la Academia, el vital, empático y con espíritu de gordo feliz (aunque ya no esté gordo) Álex de la Iglesia. Me contesta con un "¡ahora no podemos hablar!", y cuelga. Más tarde se deshará en disculpas. He elegido el peor día para llamarle: el primero del rodaje de su nueva película, Balada triste de trompeta, una historia de personajes circenses en el inicio de la Guerra Civil. Me imagino de pronto la confusión, el ambiente peculiar que se genera en una película de época mezclado con la estética circense y el estilo siempre vibrante de Álex de la Iglesia. El director deja de serlo amablemente durante media hora para adoptar el papel de presidente de esa Academia que él define como apolítica. "No nos podemos presentar como un colectivo homogéneo y compacto porque no lo somos ni nos interesa que nos vean así, aquí cada uno piensa como quiere", y lo dice subrayando la frase, como si fuera consciente de que el público debe entender que en el mundo del cine hay tanta diversidad como en la calle, que no puede haber una voz única: el cine no es una sola ideología, ni conviene tampoco que lo sea.

esta noche, por primera vez, Álex de la Iglesia, un director que despierta bastantes simpatías en la profesión, saldrá al escenario para dar el habitual discurso de bienvenida. Sabe, y lo dice, que uno no se debe quejar públicamente, que una gala es un lugar para mostrar optimismo, la mejor cara. Pero son tiempos difíciles, le digo. Lo son, me dice, "la cultura no es un artículo de primera necesidad, pero tenemos que estar convencidos de que es necesaria". ¿Y qué hacer con aquellos que dicen que los cineastas viven de chupar del bote, de las subvenciones, del cuento? De la Iglesia piensa que hay que forzar la imaginación para que el cine español salga adelante sin que la subvención sea la única ayuda posible: puede ser una industria en la que convenga invertir, que ofrezca algún tipo de exención fiscal, como ocurre en otros países, como Estados Unidos, donde no todo es la competencia brutal del mercado, sino que hay una protección interesante al cine porque se estimula su interés como negocio. En cuanto a Internet? ahí tocamos el tema más complicado y más impopular: "Si has pasado años", dice De la Iglesia, "consumiendo pan de una panadería donde no te cobraban un duro, ahora es lógico que te niegues a pagarlo. No se puede penar al que consume, sino al que saca beneficio, que no son las webs exactamente". Para colmo, este sector tan en entredicho fue sacudido en los últimos meses por la protesta que los llamados "cineastas contra la orden" alzaron a Bruselas por lo que consideraban una ley que obviaba a las películas de bajo presupuesto. Bruselas ha aprobado, finalmente, la ley del Ministerio y el presidente de la Academia está contento. "Es una buena ley", dice, "siempre hay alguien que sale perdiendo, pero es una buena ley".

Se despide recordándome, casi recalcándome, que ha sido un buen año, tanto de crítica como de público. Y me insiste en su convencimiento de hay que proteger esta industria, "¿qué queremos, que la gente se vaya fuera de España, como sucede en otras profesiones y como ya está sucediendo en nuestro sector?".

No, no todo en este negocio (porque es un negocio, ¿qué hay de malo en ello?) se basa en un apetito desalmado de dinero; en el mundo del cine hay mucho amor por lo que se hace. Nadie le discute a un cocinero, a un comerciante, a un abogado, que sean compatibles el amor por su oficio y el derecho a alcanzar una vida razonablemente relajada económicamente. ¿Sabe usted lo que cuesta una película? Ahora hablo de términos económicos. José Antonio Félez, uno de los ejemplos más notables de productor de películas independientes de nuestro país, lo sabe. Sabe, por ejemplo, que su negocio puede tambalearse con cada proyecto. Él ha producido Azuloscurocasinegro, After, El Bola o Gordos. Es un hombre sensible que ama profundamente su profesión y entabla con sus directores una relación casi de paternidad. Félez me confiesa que desde hace un tiempo, haciendo cine, se siente "como si estuviera viviendo el final de una época, porque hace unos años todos íbamos al cine para vivir una experiencia única: la expectación antes de ver la película y los debates que ésta provocaba después". "Ahora todo es efímero", continúa, "todo pasa enseguida. Las películas antes duraban años en cartel, ahora cuando la gente se entera de que existe una película ya la han quitado. Hay tantos malentendidos sobre nuestro oficio; para empezar, el sistema de subvenciones español no es el más generoso de Europa. Ya sabemos que el cine es un lujo, pero todos los países tienen su filmografía, deben tener su filmografía. Ya quisiéramos que otros productos de nuestro país tuvieran tan buena aceptación en el extranjero como lo tiene nuestro cine. Lo que yo le pediría a los medios es que no favorezcan el enfrentamiento de los cineastas con los espectadores".

los espectadores. el público. El público es sagrado para un productor. Ese público al que el presidente de la Academia se dirigirá esta noche con una gran sonrisa, dando su mejor cara. Las actrices enseñarán sus escotes, los actores lucirán pajarita y todos ellos harán, ante ustedes, su gran papel, el de fingir que en su oficio no hay esperas, ansiedad, malos ratos, inseguridad, neurosis, desesperación, paro, meses, muchos meses en los que nadie llama, y el convencimiento de que, cuando no haya trabajo, habrá que decir que sí a lo que sea, repetir la frase del maestro: "Pues entonces, si no hay otra cosa, lo hago".

A menudo, la crítica al cine español expresa más la crueldad que un juicio razonable. Hay quien se burla de la poca afluencia de público español a las salas y al mismo tiempo clama al cielo diciendo que la cultura no debiera ser un negocio. ¿En qué quedamos? ¿Sabe usted lo que cuesta hacer una película? Mucho dinero, por eso es bueno que haya algunas películas rentables, sean obras de arte o sean una horterada. Lo necesario es que haya industria, y que estemos convencidos de que todos los países deben tener un cine que, a veces con mayor acierto, otras con menos, certifique el pulso del presente. Si el cine español se alejó de su público, deberá acercarse, pero lo que muchos tenemos claro es que lo necesitamos.

De pronto me vienen a la memoria unas palabras de Álex de la Iglesia, unas palabras que tal vez pronuncie esta noche: "Deberíamos ir a ver nuestras películas como si fueran películas hechas por un amigo. Cuando vas a ver la película de un amigo eres consciente de si es buena o de si no lo es, pero nunca te permitirás ser cruel con él". Tomémoslo así, películas de nuestros amigos, que están pasando, en estos momentos, tantos apuros como usted.

ELVIRA LINDO 14/02/2010
EL PAÍS