martes, 22 de mayo de 2007

Spiderman 3

Spiderman 3
04/05/2007
Autor: ÍÑIGO DOMÍNGUEZ
País: EE.UU. Año: 2007
Director: Sam Raimi


Qué aburrimiento: Spider-Man 3, una cosa dramática. Los niños bostezaban entre plúmbeas escenas de conver-saciones de adultos y los mayores se desesperaban ante el infantilismo de los personajes. De vez en cuando llega-ba la acción, pero era como despertar ante la tele y ver con sopor algún gol suelto, a años luz de las emociones. Así de decepcionante ha sido Spider-Man 3 en el preestreno europeo en Roma, una muestra de lo peor que es capaz de hacer Hollywood.

En este caso con la película más cara de la historia, 250 millones de euros. Y en cuanto al lado malo de Spider-Man que se ha promocionado mejor no hablar, es una media hora de vergüenza ajena. La uno estaba bien, la dos tam-poco era mala, pero ésta ya se ha colocado como candidata a peor película del año. Todo lo dicho no es óbice para que ya haya batido récords: 3 millones de euros el primer día en Italia. Spider-Man 3 llega hoy a España y se es-trena al mismo tiempo en Estados Unidos en 4.253 salas, el número más alto de la historia.

Como se sabe, en esta tercera entrega la madre del cordero es la exploración del lado tenebroso del superhéroe. Es un clásico de las trilogías desde Supermán II, Indiana Jones y el templo maldito y El imperio contraataca, el capítulo más umbroso de La guerra de las galaxias. La fascinación del mal, eje también de El señor de los anillos, es el filón que ayuda a complicar, innovar y humanizar al protagonista. Pero por desgracia esta vez sólo sirve para
enterrar al pobre Peter Parker en el despropósito.

Todo empieza cuando cambia su traje, el del Barça de toda la vida, por uno negro extraterrestre. Los aficionados saben que, en el cómic, Spidey se lo encuentra en las formidables Guerras secretas de todos contra todos en un planeta raro, pero aquí han optado por la vía rápida: cae en un meteorito. Sin embargo, la idea que tienen del mal los artífices de Spider-Man 3 es que el chico se empiece a comportar como un gilipollas. Pero ni da miedo ni nada, sólo hace el ridículo. Se deja flequillo, se compra un traje de marca, camina como Tony Manero y se las da de castigador de mujeres. De verdad que dan ganas de meterse debajo de la butaca.

Esta simpleza, lamentablemente, domina la película. El director de la serie, Sam Raimi, firma por primera vez el guión, junto a su hermano Ivan, y ha querido apostar por las relaciones entre los personajes para dar espesor a la historia. Loable propósito, pero es que los diálogos son de telefilme veraniego. Las líneas argumentales evolu-cionan con tal lentitud y torpeza que arrastran la historia al melodrama costumbrista. A veces uno se olvida de que está viendo una película de mamporros, que es a lo que se va.

Eso es lo peor, que se han creído esto de intelectualizar y psicoanalizar a los superhéroes hasta el punto de des-cuidar la acción pura y dura, el alma del invento. Sólo hay una escena pasable y las demás son rutinarias, cuando deberían ser el plato fuerte. En el inicio del último James Bond hay más adrenalina que en todo Spider-Man 3.

Moraleja sin humor
Es de rigor reconocer que una película del hombre araña tiene un obstáculo elemental que no afecta a otros super-tipos: el protagonista está enmascarado y tanto su expresividad como el trabajo del actor pueden resentirse. V de Vendetta, por ejemplo, arriesgó y dejó al protagonista disfrazado todo el filme. Por eso quizá aquí se dosifican las escenas de acción, pero la operación naufraga. Además, a diferencia del cómic, el héroe se quita la máscara cada dos por tres para las charletas, detalle que traiciona la esencia del personaje. En la película parece que el único que no sabe que Parker es Spider-Man es su casero, quizá para que no le suba el alquiler.

El relato está plagado de esos defectillos que dan tanto al ojo. Se abusa de las casualidades y aquello, en vez de Nueva York, parece el mismísimo Fago, con todos que se conocen y coinciden en las esquinas. La moraleja acecha a cada paso y unas notas de piano indican cuándo es preciso conmoverse. Apenas hay humor. Es difícil dejar sin encanto al héroe más simpático de Marvel, pero Spider-Man 3 lo consigue. Si en el tebeo es un tipo solitario pero
cachondo, torturado pero irónico, que se mueve con desparpajo e incluso suelta chistes cuando le están inflando, es decir, adulto y espabilado, casi un antihéroe, el Peter Parker de la película queda reducido a un panoli de barrio. No se explica cómo en tres películas el chaval no ha aprendido nada, y esta vez a Tobey Maguire no hay por dónde cogerlo.

¿Hay algo salvable? Bueno, está la baza de los efectos especiales en la construcción del malo, el hombre de arena, interpretado por Thomas Haden Church (el de Entre copas), pero ya se sabe que hoy con las maquinitas se puede hacer de todo. La capacidad de sorpresa del espectador medio se sitúa a cotas muy elevadas. Siempre queda la magia de reecontrar a Spider-Man, pero esta vez, más que su lado oscuro, se descubre el aburrido.

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