Mi Adolescencia ...
Dejaré atrás la infancia por lejana
aunque fue el camino inevitable
por el que llegué a la adolescencia,
y ahí me detendré durante un tiempo
para sentir de nuevo, el fuego
de tus besos fraternales.
Me sentaré con la misma actitud
frente a ese mar azul y calmo que aún añoro
para escribir palabras, vernos y adjetivos
que descifren el alma de las cosas: el tiempo.
No recuperaré lo que no tuve
aunque la memoria recuerde aquello
que tejió mi fantasía adolescente
con palabras apenas esbozadas, apenas dedicadas,
apenas recordadas por los otros.
apenas dejadas caer para mi oído.
Esas porciones de cariño que yo necesitaba
solía recabarlas de muestras sin valor
que los demás abandonaban en sus tardes románticas.
Algo así como una mirada ambigua: me exaltaba.
Algo así como un ademán amable: me embriagaba.
Algo así como una burla inocente: me sangraba.
Yo traducía los gestos naturales de los otros
en una corriente apresurada de risas y de llantos.
Pero apenas ninguno se fijó en el milagro
de ese universo de congojas y de gozos
que fue la adolescencia para mi, y que
aún guardo y escondo entre las manos
para traerlo en mis sueños de insomne
y poder regresar los adverbios “como” y “cuando”.
Escrito por Musaraña
Benacazón 04.11.1993
aunque fue el camino inevitable
por el que llegué a la adolescencia,
y ahí me detendré durante un tiempo
para sentir de nuevo, el fuego
de tus besos fraternales.
Me sentaré con la misma actitud
frente a ese mar azul y calmo que aún añoro
para escribir palabras, vernos y adjetivos
que descifren el alma de las cosas: el tiempo.
No recuperaré lo que no tuve
aunque la memoria recuerde aquello
que tejió mi fantasía adolescente
con palabras apenas esbozadas, apenas dedicadas,
apenas recordadas por los otros.
apenas dejadas caer para mi oído.
Esas porciones de cariño que yo necesitaba
solía recabarlas de muestras sin valor
que los demás abandonaban en sus tardes románticas.
Algo así como una mirada ambigua: me exaltaba.
Algo así como un ademán amable: me embriagaba.
Algo así como una burla inocente: me sangraba.
Yo traducía los gestos naturales de los otros
en una corriente apresurada de risas y de llantos.
Pero apenas ninguno se fijó en el milagro
de ese universo de congojas y de gozos
que fue la adolescencia para mi, y que
aún guardo y escondo entre las manos
para traerlo en mis sueños de insomne
y poder regresar los adverbios “como” y “cuando”.
Escrito por Musaraña
Benacazón 04.11.1993
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