martes, 1 de abril de 2008

10.000 (2008)

10.000 (2008)

Os hago una sencilla pregunta y quiero que seáis sinceros: cuando vais al cine a ver una película de anunciada espectacularidad CGI, ¿os conformáis con que sea sólo un fiestorrón de efectos especiales o queréis también que os entretenga con un decente y coherente guión?. ¿o es que en estos casos el entretenimiento es simplemente emborracharse de CGI hasta caer al suelo de la cogorza?.

Es que no consiguió todavía comprender cómo puede ser tan vapuleada la consideración crítica de que un blockbuster es redondo cuando se unen efectos visuales que nos dejan la boca abierta con un desarrollo argumental aceptable y ameno (e insisto, no tiene por qué ser de Oscar, no pido más).
Esta visión particular (ampliamente compartida por muchos, lo sé), que me ha valido varias oleadas de collejas de todas las formas y colores, sirve para calificar a ‘10.000′ como uno de los peores filmes presuntamente palomiteros de lo que va de año.

En primer lugar, porque es materialmente imposible que su guión sea más malo de lo que es. Desde luego leyendo la sinopsis oficial podemos intuir de antemano el desaguisado de trama que ha montado Roland Emmerich junto a Harald Kloser.

Dice así: en una remota tribu de las montañas, el joven cazador D’Leh
(
Steven Strait) encuentra el amor: la bella Evolet (Camilla Belle).

Una banda de misteriosos guerreros asaltan su aldea y secuestran a Evolet, y D’Leh decide liderar un pequeño grupo de cazadores para perseguirles hasta el fin del mundo para salvarla. Cuando por primera vez se aventuran en tierras desconocidas, el grupo descubre que hay más civilizaciones que la suya y que el alcance de la humanidad es mayor de lo que suponían.

En cada encuentro se unen otras tribus que han sido atacadas por los cazadores de esclavos, convirtiendo el grupo de D’Leh, antes pequeño, en un ejército. El destino conducirá a estos insólitos guerreros a luchar contra depredadores prehistóricos mientras desafían las más duras condiciones climatológicas.

Al final de su heroico viaje descubren una civilización perdida y averiguan que su destino final se encuentra en un imperio inimaginable, en el que enormes pirámides se elevan hasta el cielo. Aquí se enfrentarán a un dios tiránico que los ha esclavizado brutalmente, y es aquí donde D’Leh comprende finalmente que ha sido llamado a salvar a Evolet y a toda la civilización.

Toma castaña. Y así, tal cual, pasan los 109 minutos de la película, desgranando incongruencias históricas e inverosímiles situaciones.

A pesar de que, según la Historia con mayúsculas, la acción se desarrolla en la Edad Mesolítica, o Edad Media de la Piedra, un periodo prehistórico postglaciar en el que los grandes animales se habían extinguido y la caza se centraba en pequeños animales, como el ciervo y el jabalí; y en el que el lenguaje estaba aún sin desarrollar, Emmerich nos presenta a los protagonistas como hombres y mujeres con una habilidad lingüística envidiable, que más de uno querría para sí, y los coloca en una ficticia época en la que cualquiera se podría topar con manadas de mamuts, o dientes de sable o pajarracos tan grandes como un edificio de 9 plantas y tan fácil como se encuentra una farmacia o una oficina de un banco.

Pero es que además, estos primitivos ascendientes, desafiando las leyes más elementales de la naturaleza, van matando mamuts con lanzas que parecen palillos de dientes, y van pasando en su odisea por grandes estepas, lares montañosos, la selva tropical, y el desierto, en condiciones climatológicas extremas, tanto de frío como de calor, tan alegremente con unos telas tan gruesas como un papel de fumar, un taparrabos y unas sandalias para ir a la playa.

Me niego a pesar que esta gente tenía la piel de cuero. La caracterización de estos primitivos ascendientes no puede arreglar este despropósito porque es más falsa que una moneda de tres euros: cutis perfectos debajo de una estudiada mugre y una pintura facial estratégicamente colocada, fundas dentales con un blanco cegador y unos pelucones tipo rafta que cantan de postizos que son. Vamos, lo más parecido a un disfraz de carnaval casero.

Y si esto no era suficiente, Emmerich hace un batiburrillo de civilizaciones y tribus, culminando con una pre-egipcia, autocopiándose descaradamente del estilo de su añorada ’Stargate’, que me hace pensar si no nos estaba tomando el pelo a los que estábamos allí en la sala con ojos de asombro incrédulo.

A toda esa sinrazón cronológica se unen unos pésimos y ridículos diálogos (el doblaje es de pena), vacíos, y carentes de emoción, maquillados con una cansina voz en off, el sobado narrador, que en más de una ocasión lanza tal tamaño de estupideces y ñoñeces que rompen el ritmo de la ‘acción’, por llamarla de alguna manera.

Me diréis que todo en el cine es ficción y caben las licencias cinematográficas, pero es que con ’10.000′ Emmerich se ha sacado la licencia de 007, para matar… nos del aburrimiento o de la risa, según se tome uno esta película.

Y ahora os contesto a la pregunta que estáis deseando hacerme: ¿cómo son los efectos especiales (supuestamente el plato fuerte de la película)?. Impropios de ese director alemán.

‘10.000′ es la primera película de Emmerich en 12 años que no llega a los 100 millones de presupuesto, lo cual no sería un problema si se invierte razonadamente. ¿En qué lo ha invertido?, pues en lo que se refiere a CGI yo diría que la mayor parte de la pasta con la que contaba esta producción ha ido a parar a la recreación de los mamuts, que es lo único espectacular de la cinta. En cuanto a los demás no vais a ver más que lo mostrado en
el trailer final para internet, son cuatro escenas de mastodónticos animales que se liquidan en un total de poco más de 30 minutos, sumando las apariciones de cada uno de ellos.

Pero lo impropio de estos efectos especiales está en que se note vergonzosamente el montaje de los actores sobre las pantallas azules, que canten algunos exteriores de pega con visible escasez de espacio, que sea alarmante la falta de volumen tridimensional de dientes de sable y de los pájaros asesinos selváticos, que sean sensiblemente artificiales bastantes planos aéreos y, lo más imperdonable, que se monte una escena de persecución (la inicial de la caza de los mamuts) y se vea descaradamente que en algunas tomas se ha utilizado el viejo truco de estudio de hacer correr al actor de turno en el mismo sitio delante de una pantalla donde se proyecta el metraje simulando que es perseguido por el animalejo en cuestión. De juzgado de guardia.

Me ahorro hablar de la calidad interpretativa del reparto porque os imagináis lo que se puede decir de ella. No siempre los actores y/o actrices desconocidos o semi-desconocidos dan buen resultado.

En fin, que ayer al salir del cine volví a tener la sensación de que había tirado unos valiosos eurillos. Y creo que no pido mucho a un blockbuster.

Con ‘10.000′ ha vuelto un Ronald Emmerich muy bajo de forma, donde el punto fuerte de sus obras se ha convertido esta vez en su punto débil. Ahora entiendo por qué esta película ha tenido un estreno mundial simultáneo.

Críticas
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Yul B. 8 de Marzo de 2008

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