La criatura perfecta (2008)
Nos encontramos ante unos hipotéticos años 60 -con el aspecto de los años 30- en el que humanos y vampiros conviven en perfecta armonía. Pero esta armonía corre el peligro de quebrarse cuando uno de estos vampiros empieza a matar humanos indiscriminadamente. Para capturarlo, una brigada de policía humana contará con la ayuda de un vampiro que conoce a la bestia perfectamente, pues no es otro que su hermano.
La premisa es original y atractiva, especialmente lo primero teniendo en cuenta que surge de la mente de su guionista y director Glenn Standring y no de un libro, cómic o videojuego, como suele ser habitual.
En esto mundo creado por Standring los vampiros son el resultado de los experimentos de un alquimista del siglo XV que pretendía erradicar la peste y otras enfermedades de la época. La alteración en el ADN humano da origen a esta nueva raza de seres que, además, traerán la cura a la humanidad. Pero para evitar que algunos humanos incrédulos los aniquilen, el alquimista decide crear una especie de Hermandad en la que estos puedan vivir en paz.
Pasados 300 años, momento en el que se desarrolla la historia ‘La criatura perfecta’, los humanos y los vampiros han aprendido a convivir juntos, ayudándose mutuamente. Los primeros proporcionan el alimento necesario para que los segundos puedan subsistir, es decir, sangre; y éstos les ayudan a erradicar las enfermedades. Precisamente, para que no surjan nuevos brotes o nuevos virus, se prohíbe toda experimentación genética.
Sin embargo, ese resistente equilibrio se ve amenazado cuando un hermano -así se denomina a los vampiros- empieza a cazar humanos sin razón alguna. Su nombre es Edgard (Leo Gregory) y sus motivaciones no son otras que crear una nueva raza de vampiros que someta a la raza humana.
Edgard experimentaba en secreto con ADN para que su raza puediera procrear de nuevo, pues en estos últimos 300 años no ha nacido ningún vampiro más. En vez de eso, lo único que consigue es crear una nueva mutación que convierte al vampiro en una bestia ávida de sangre. Edgard es, además, el portador de este nuevo virus y no dudará en esparcirlo por toda la ciudad.
Su hermano Silus (Dougray Scott), un respetado miembro de la Hermandad, intentará darle caza en solitario, pero tras los nulos resultados, finalmente colaborará con la policía, intentando ambos mantener en secreto la misión para que no cunda el pánico y no se rompa la tregua entre ambas razas.
Entre los miembros de la policía destaca Lilly (Saffron Burrows), que entablará una relación especial con Silus.
Lo más destacable de esta particular cinta es, pese al aparentemente limitado presupuesto, su ambientación. Ese aire retro-futurista (muy similar a ese joya que es ‘Dark City’) con un toque sombrío y decadente (al estilo ‘Blade Runner’) dotan a la película de un halo misterioso que se adhiere perfectamente a la historia que se nos cuenta.El problema es que dicha historia, por muy interesante que nos pueda resultar, va perdiendo fuelle a medida que avanza la trama y eso es problema de un guión poco consistente, que además dota a los personajes de una frialdad que aleja al espectador de cualquier posible empatía con ellos.
Todo se desarrolla como a trompicones, como si a la película le faltara metraje desechado en alguna sala de montaje. Tampoco ayuda que el director no sepa imprimirle algo más de ritmo y unidad al asunto.
Sobre lo primero, podemos decir que la película se hace un tanto lenta y empalagosa, pese a que no dura más de hora y media. Y en lo segundo, parece que Standring no acaba de decidirse por un tipo de filmación en concreto, ya que pasa de secuencias hiperveloces a otras a cámara lenta tipo ‘Matrix’, como lo del tiempo bala que tan de moda puso la cinta de los Wachowski (aunque ya aparecía en la citada ‘Dark City’, película de la cual los hermanitos copiaron muchísimo).
Aunque haya coherencia en los acontecimientos y tiempo suficiente para poder desarrollarlos (tampoco es que sea muy complicada la trama), algunos temas quedan un tanto descolgados.
Los sentimientos de Silus hacia Lilly tienen un peso importante, pero no están lo suficientemente bien explicados como para que podamos comprender las acciones y reacciones de los personajes. Por decirlo de otra manera, el amor y la correspondencia del mismo se me antojan muy repentinos y funcionan más como macguffin que no otra cosa, es decir, una manera de propiciar y justificar los posteriores actos del enemigo de turno.
Las escenas de acción también están rodadas con muy poco brío y por momentos hasta torpes (la pelea final entre Silus y Edgard no podría ser menos insatisfactoria).
Tampoco las interpretaciones del reparto ayudan demasiado ya que parece que no estén muy por la labor.
Saffron Barrows no está muy inspirada y eso impide cogerle cariño, algo básico si va a ser la protagonista y nuestra heroína.
Dougray Scott se muestra hierático durante toda la película, algo ya habitual en el actor, pero que aquí se acentúa hasta el extremo. Desde luego, su personaje pedía una mayor expresividad para dotarlo de esa humanidad que el guión clama a gritos pero que Scott no transmite ni a ostias.
Ni Leo Gregory como loco vampiro cautiva en exceso. Al principio promete bastante, pero luego su aura maligna se diluye como gotas de agua en un charco de sangre.
Quizás el más apañado sea Scott Wills, el compañero de Lilly. Aunque su personaje está más visto que el tebeo, por lo menos el actor le da cierta credibilidad.
Si cogiésemos una coctelera y mezcláramos en ella un poco ‘Underworld’, ‘Van Helsing’, ‘Ultravioleta’ y ‘Matrix’, tendríamos como resultado ‘La criatura perfecta’, una película atractiva pero fallida, en donde su director presta más atención a lo visual que a lo argumental y cuyos personajes no calan en el espectador.
De todas formas, es muy probable que encuentre entre el público un pequeño séquito de fans que la encumbren al estatus de obra de culto, por aquello de estrenarse con retraso (se supone que es del 2004 y no del 2006), pasar desapercibida en taquilla y aportar una idea fresca a un tema -el de los vampiros- que en estos últimos años no ha dado más que bodrios del calibre de ‘Blade Trinity’, ‘Van Helsing’ o la infecta ‘Drácula 2000′.
Aunque finalmente no sea una película lograda, tampoco se puede decir que sea un bodrio ni que su visionado suponga una pérdida de tiempo absoluta, o al menos no lo ha sido para un servidor. La verdad es que la historia prometía y quizás con otro reparto y un director más competente hubiéramos tenido una buena película de vampiros, que falta nos hace (a la espera estoy que llegue ‘30 días de oscuridad’…).
Por el momento queda como una curiosidad entre tanto remake, secuela y refrito de historias ya conocidas y mil veces vistas. A falta de originalidad en Hollywood, bienvenido sea un poco de aire fresco en la cartelera, aunque sea más una peli de videoclub y aunque luego los resultados no sean del todo satisfactorios (peor hubiera sido con Uwe Boll tras la cámara).
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