viernes, 5 de octubre de 2007

Como no me queda otra cosa

Como no me queda otra cosa, recurro a la memoria.
Me invento el pasado como me viene en gana
y así aparecen en mi vida imágenes ficticias.

Invento, por ejemplo, que viajé hasta París
y comimos en un pequeño restaurante,
que tomé una sopa de verduras en un cuenco de cristal,
que era en realidad un corazón hecho de vidrio
y que en el agua de beber había hojas de menta
y el vino escanciado en frasco de porcelana,
que el mantel era un campito
y en los vasos aparecían las ovejas que pastaban
y las dueñas del lugar, dos “mademoiselles” hermanas
me invento un nombre importante
y le pongo con descaro “ONDINE” al restaurante.
Nota de MB:
Encontrado en la Red y hay más.

Escrito por Musaraña
Benacazón 18.12.1995

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