viernes, 26 de octubre de 2007

El patio

Mi amiga se marchó camino al fondo, sonriendo, sin notar la diferencia. Las hojas del parral dejaban pasar algunos rayos de sol.
Habían baldeado el patio y el agua se evaporaba lentamente dejando algunos manchones secos. Mi amiga dijo algo señalando un fuentón sobre la mesa. Me acerqué, el recipiente tenía agua; con una paz enorme cuatro hermosas tortugas nadaban lentamente.
Algunos rayos de sol parpadearon en su ámbito y vi brillar a una de ellas. Su caparazón era alto, diferente, de color bronce.
Nadaba indiferente a su rareza, subía y descendía como todas, no había un solo rasgo en su actitud que hiciera pensar que era distinta. Pero su caparazón era de bronce.
Miré a mi amiga, -¿Te gustan? —preguntó—.
Le quise responder y preguntar al mismo tiempo... balbuceé, señalé... y vi que su expresión era normal. No había en su rostro ninguna prueba de la presencia de algo insólito.
Miré nuevamente el fuentón, la tortuga de bronce allí seguía. Mi amiga se marchó camino al fondo, sonriendo, sin notar la diferencia.


Textos seleccionados - Literatura
Contribución de Milton Blanco

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