Polifemo el Cíclope
El viaje mítico del héroe Ulises a su regreso a Ítaca desde Troya está marcado por una serie de aventuras fantás-ticas recogidas en la Odisea de Homero. De ellas quizá una de las más sugestivas es el encuen-tro con el Cíclope Polifemo, ese ser salvaje y gigantesco con un solo ojo en medio de la frente que habitaba en una isla lejana.
Según Hesíodo (Teogonía vv. 139-146) los Cíclopes eran tres hijos de Urano y Gea llamados Brontes, Estéropes y Arges que personificaban respectivamente el trueno, el relámpago y el rayo. Encadenados en el Tártaro por Urano fueron liberados por Crono quien después los encadenó allí de nuevo. Los liberó definitivamente Zeus, al que regalaron en agradecimiento el rayo y el trueno.
Homero (Odisea 9.170 ss.) nos presenta unos Cíclopes desconocedores de la civilización que habitan en cavernas en una isla donde se dedican al pastoreo. De ellos el más conocido es Polifemo, hijo de Posidón y de la ninfa Toosa.La única relación entre unos y otros es el nombre que -como dice Hesíodo- se refiere al hecho de tener un solo ojo en su frente.
La Odisea nos narra la astucia de Ulises que consigue vencer al terrible Cíclope antropófago emborrachándole primero, clavándole una vara ardiendo en el único ojo después. Para poder escapar él y sus compañeros de la cueva donde habían sido encerrados por el monstruo, Ulises utilizará los carneros del rebaño del Cíclope, ocultándose bajo su vientre y consiguiendo así huir entre las piernas de Polifemo que de esta forma no se percata de la marcha de sus prisioneros. Pero el haberle vencido costará caro a Ulises y su tripulación, pues el Cíclope, ultrajado, invocará a su padre Posidón para que les envíe toda clase de calamidades. Así, en adelante, el héroe y sus hombres quedarán a merced de un dios que va a ser su más implacable enemigo.
En otras tradiciones, se atribuye a los Cíclopes el haber sido constructores y fortificadores de ciudades como Tirinto o Micenas. Con este nuevo aspecto benefactor se asemejarían a otros seres gigantescos que aparecen en distintas mitologías o creencias populares a los que también se dota de un carácter benefactor y "civilizador" (por ejemplo los Basajaun vascos o los Fomorianos, primeros habitantes míticos de Irlanda cuyo rey Balor poseía también un solo ojo). Recordemos además que este carácter benefactor para los humanos -que en la mitología griega estaría representado fundamentalmente por Prometeo- pueden poseerlo otros seres míticos o fantásticos: enanos, duendes o mujeres sobrenaturales (como las Lamias vascas o algunos tipos de hadas).
Posteriormente se les sitúa en la forja de Hefesto -desde el poeta Calímaco (Himno a Artemis v. 53)- donde trabajan con sus martillos fabricando armas y otros objetos para los dioses.
Una historia más tardía (recogida por Teócrito y Ovidio) nos presenta al Cíclope Polifemo enamorado de la ninfa Galatea. Según una versión, ella le corresponderá uniéndose a él, según otra Galatea ama a un joven llamado Acis al que Polifemo celoso aplastará con una piedra.Convertido así en un pastor enamorado que toca la siringe, será tema muy querido de la poesía bucólica.
ICONOGRAFÍA DE LOS CÍCLOPES
Pasando ya a la iconografía de los Cíclopes, es el episodio homérico de Ulises y Polifemo el que aparece en época más temprana. Este tema tan sugerente de la mitología griega que nos presenta una vez más a un héroe venciendo a una criatura monstruosa (como Heracles, Perseo o Teseo) será uno de los motivos predilectos de inspiración para los artistas griegos que comenzarán a representarlo en sus obras desde la mitad del siglo VII a.C. Es este tema, asimismo, un conocido tema folklórico: el del gigante antropófago, el ogro cruel y sanguinario vencido por la astucia de un extranjero. Versiones de esta historia fueron presentadas y analizadas en el siglo pasado por W.Grimm y posteriormente otros autores recogieron una enorme cantidad de ellas procedentes de los más variados lugares. En nuestra Península Ibérica contamos con una en la leyenda vasca de Tartalo. En dichas versiones suelen aparecer una serie de elementos mágicos o sobrenaturales que en la Odisea se encuentran casi totalmente suprimidos.
Del relato homérico, dos son los momentos que los artistas griegos van a reflejar más a menudo : el acto de dejarle ciego y la huída del héroe y sus compañeros bajo el vientre de los carneros. Las representaciones del primero de ellos comienzan en el siglo VII en el periodo orientalizante, época en la que hay un marcado interés por representar los monstruos y seres fantásticos. Así en el cuello de un ánfora protoática de Eleusis del año 670 aproximadamente del Museo de Eleusis, encontramos este motivo al lado de otro también muy popular: el de Perseo decapitando a la Gorgona Medusa. Las dos escenas insisten en el mismo tema de un héroe venciendo a un ser monstruoso. Polifemo aparece aquí representado con talla gigantesca, tiene en una de sus manos la copa de vino y con la otra intenta detener la vara que tres griegos sostienen en lo alto. Su rostro es expresivo, tiene la boca abierta con un gesto de horror o queriendo dar la impresión de que grita de dolor. De los griegos, el que va delante -posiblemente Ulises- está pintado en blanco y tiene una rodilla levantada, los otros lo están en negro con algunos dibujos sobre los cuerpos. Como en las restantes representaciones de época más antigua, el Cíclope está visto de perfil con un enorme ojo de frente a un lado que nos plantea la duda de si se debe interpretar como único o si existiría otro al otro lado. Sobre el ojo de Polifemo que sugiere -como ya hemos dicho- el propio nombre genérico de Kyklops, Homero no nos hace ninguna precisión, se deduce por el empleo del singular para aludir a él y por el hecho de que una sola vara es suficiente para dejarle ciego. Otros autores posteriores se refieren más concretamente a esa característica de Polifemo por ejemplo Eurípides o Cratino. Virgilio y Ovidio insisten en su tamaño y su forma circular. Se ha cuestionado si esta particularidad del único ojo de los Cíclopes era originaria y cuál era su significado. Algunos autores lo ven como un simbolismo del cráter de un volcán, lo que indudablemente estaría relacionado con el hecho de que se suele asociar la isla donde habita con Sicilia y el volcán por tanto con el Etna como hace Eurípides en su drama satírico El Cíclope que recrea el episodio homérico.
En un fragmento de una cratera protoargiva del siglo VII a.C. que se conserva en el Museo de Argos podemos ver la misma escena: Polifemo, de talla aún más gigantesca y de perfil, recostado a la izquierda y dos griegos sujetando en alto una vara muy delgada que clavan en el ojo del monstruo. Tanto los griegos como Polifemo están representados desnudos.
Una cratera firmada por el pintor Aristonoto del segundo cuarto del siglo VII guardada en Roma en el Palazzo dei Conservatori, nos ofrece un Polifemo sentado y cinco griegos (el mismo número que en el texto de Homero) sujetando la vara, esta vez a la altura de su cintura. Cuatro de los griegos están en la misma posición de marcha hacia el Cíclope, el último tiene el rostro hacia adelante, pero el cuerpo vuelto hacia atrás y una pierna levantada. La figura del Cíclope está bastante estropeada pero parece del mismo tamaño que los griegos.
Ya en el siglo VI, una copa laconia atribuída al pintor Rider que se guarda en París,Cabinet des Médailles, fechable aproximadamente hacia el año 550 a.C., nos muestra a Polifemo sentado sobre una roca mientras cuatro griegos le ciegan sujetando la vara a la altura de sus hombros. El primero de los hombres lleva en una mano la copa de vino. El Cíclope es de talla algo mayor y lleva en sus manos dos piernas humanas. En esta representación se condensan a la vez tres escenas distintas: el Cíclope comiendo a uno de los hombres, los griegos ofreciéndole vino y dejándole ciego. Con esas piernas humanas que sujeta Polifemo se resalta su carácter antropófago pero se evitan los detalles más macabros que no se omiten en la Odisea donde se describe con todo lujo de detalles ese terrible momento en que el Cíclope mata y descuartiza a los hombres para comérselos. En las representaciones artísticas se suele eludir dicha escena y se representa más bien el momento en que los griegos salen vencedores.
En un alabastro corintio del segundo cuarto del siglo VI a.C. que se guarda en el Metropolitan Museum de Nueva York vemos un Polifemo sentado con las rodillas dobladas, representado con un gran ojo y una barba que le dan un aspecto salvaje. Tiene una mano levantada rechazando la vara que cuatro griegos llevan por encima de sus cabezas.
Un ánfora de figuras negras procedente de Vulci fechable entre los años 530-510 a.C. que se guarda en Londres, Museo Británico, representa la misma escena con un Polifemo también de aspecto salvaje, desnudo, con el cuerpo marcado con algo que parece pelo -¿o quizá gotas de sangre?-, sentado en el suelo y tres griegos sujetando la vara con los brazos en alto por encima de sus cabezas. Los griegos tienen barba, van vestidos con túnicas y llevan espadas sujetas a su cintura. De ellos, el primero que viste túnica blanca -y que podría ser Ulises-, tiene apoyado un pie en el pecho del Cíclope marcándose así el esfuerzo de los hombres para clavar la vara en el ojo del monstruo. Encontramos aquí además un intento por representar el único ojo en la frente sobre un rostro de perfil lo que es bastante problemático.
Una hidria caretana del año 520 a.C. aproximadamente de Villa Iulia (Roma) nos muestra a Polifemo recostado a la derecha con una rodilla levantada y la copa de vino en la mano. Cuatro griegos se acercan con la vara a la altura de sus cuellos. Polifemo tiene también ese aspecto salvaje, desnudo y con el cabello y la barba largos.
En un ánfora campania de principios del siglo V a.C. se representa a Polifemo caído hacia atrás con una pierna doblada bajo su cuerpo. En sus manos lleva un brazo y una pierna humanas. Detrás del monstruo, se ve al griego mutilado sobre algo que parece fuego y otro griego huyendo. Hacia Polifemo vienen de la izquierda dos griegos con la vara sujeta a la altura de su cintura y dirigida hacia al pecho del Cíclope. Esta representación sigue el episodio homérico pero se aleja de la tradición artística que, como ya hemos dicho, suele evitar escenas de carácter macabro.
En todas estas imágenes el Cíclope no aparece dormido por la embriaguez como en el relato épico sino que está despierto y trata de apartar la vara con una mano.
Un oinocoe de figuras negras atribuído al pintor de Teseo, fechable aproximadamente en el año 500 a.C. conservado en París, Museo del Louvre, presenta una composición de la escena notablemente equilibrada. Polifemo, majestuosamente recostado a la derecha con una rodilla levantada, lleva un garrote en su brazo izquierdo. El ojo izquierdo, único visible, está dibujado mediante dos líneas finas, quizá para representarlo ya ciego. Dos griegos vestidos con quitones dirigen una vara hacia él mientras un tercero, vuelto hacia atrás, pone otra al fuego.
Una cratera lucania de figuras rojas fechable entre los años 430-400 a.C. que se guarda en Londres, Museo Británico, nos muestra la misma escena pero con una construcción mucho más compleja y original que parece inspirada en una pieza teatral como El Cíclope de Eurípides. Polifemo aparece situado en la parte inferior de la composición, tumbado desnudo; a su lado aparece la copa y el vino, lo que unido a su postura hace suponer que no está dormido sino inconsciente por la borrachera. Su rostro está de frente y curiosamente presenta tres ojos: dos normales cerrados y uno enorme, abierto, en medio de la frente.En la parte superior aparecen tres griegos desnudos que sostienen lo que parece ser un grueso tronco de árbol, a diferencia de la larga y delgada vara de otras representaciones. El instrumento que usan los griegos para cegar al Cíclope es en Homero una rama de olivo aún verde afilada en uno de sus extremos y puesta al fuego; en otras tradiciones suele ser el espetón de un asador cuya presencia en la cueva recordaría el hecho de que el monstruo ha asado a su víctimas antes de comerlas. Cada uno de estos griegos presenta una postura distinta sugiriendo quizá el esfuerzo que están haciendo para cegar al Cíclope. Otras figuras humanas rodean la escena: dos griegos a la izquierda con antorchas, Ulises a la derecha con una clámide y un gorro cónico y una pareja de sátiros más a la derecha.
En época romana el tema aparece en algunos relieves aislados, por ejemplo en un sarcófago de mármol de Catania que se conserva en el Museo de la Ciudad del año 180 d.C. aproximadamente. En él vemos a Polifemo con dos ojos, dormido, acostado sobre una roca mientras tres griegos le rodean. Ulises se encuentra detrás y sostiene el extremo de la vara que lleva uno de sus compañeros.
También lo encontramos en grupos monumentales cono en el conocido de la gruta de Tiberio en Sperlonga que se encuentra actualmente en el Museo de la misma localidad. Según algunos autores esta obra escultórica sería originariamente una obra rodia del 80-40 a.C. transportada a Italia a petición de Tiberio. El grupo está bastante estropeado pero en él podemos ver el cuerpo recostado de Polifemo, dos veces mayor que los griegos, con una mano caída donde probablemente llevaría la copa de vino. De los otros personajes apenas quedan fragmentos pero podría identificarse a Ulises con un pilos. Una vara gigantesca se dirige hacia el rostro del Cíclope.
Un célebre mosaico con los griegos ofreciendo el vino es el de la Villa Imperiale de Piazza Armerina (s. III-IV d.C.).
Otro momento importante en el relato homérico es la huída de Ulises y sus compañeros supervivientes. Tras haber devorado el Cíclope a seis hombres, quedarían sanos y salvos otros seis más el propio héroe, pues fueron doce en total los marineros que acompañaron a Ulises a la cueva. De ellos, según Homero, cinco incluyendo a Ulises participaron en la acción de cegar a Polifemo. El monstruo, ya ciego, solicita el auxilio de los otros Cíclopes, pero el héroe, siempre astuto, cuando antes Polifemo le había preguntado por su nombre, había respondido "Nadie". Así cuando los demás Cíclopes al oir sus gritos quieren saber quién le ha herido, Polifemo responde "Nadie". Ulises, entonces, idea una forma para escapar de la cueva sin que Polifemo que aguarda a la entrada se de cuenta: agrupando los carneros de tres en tres, atando a cada uno de los hombres bajo el vientre del carnero del centro, escondidos entre su lana, pasar desapercibidos entre las piernas del Cíclope. Ulises será el último en pasar agarrándose él mismo a la lana de uno de los animales.
Este motivo de la huída ocultos bajo los carneros -o al menos bajo sus pieles- es también un tema común en casi todos los relatos míticos o legendarios relacionados con un gigante antropófago que ha sido previamente cegado por el humano o humanos que tenía prisioneros. Así ocurre por ejemplo en la leyenda vasca ya mencionada de Tartalo.
La más antigua representación en el arte griego de esta escena homérica es un vaso protoático del siglo VII a.C. .En él podemos ver a la izquierda a Polifemo ciego que tiende los brazos hacia un animal del que cuelgan dos piernas humanas que pasa hacia la derecha.
También del siglo VII a.C. es un oinocoe protoático procedente de Egina que presenta -aunque en estado fragmentario- la escena de tres carneros en fila huyendo con un hombre cada uno, pero no bajo su vientre sino del lado visible del animal. Tanto el carnero como el hombre de la parte central son más grandes que los demás, siendo identificado el hombre como Ulises.Por razones de comodidad en todas estas representaciones se plasma sólo uno de los tres carneros que van agrupados según el texto homérico.
En los siglos VI a.C. y principios del V a.C. existen numerosos ejemplos de esta escena en oinocoes, lecitos, copas, todos de pequeño tamaño. En ellos podemos distinguir tres tipos: un animal aislado con un griego bajo su vientre, varios animales en fila cada uno con un griego bajo su vientre, uno o varios animales pasando hacia el Cíclope que está sentado alargando su mano hacia el animal. En unas está presente por tanto la figura de Polifemo, que en una ocasión aparece persiguiendo a los carneros; en otras en cambio sólo están representados los animales, uno o varios, con los hombres sujetos debajo. En algunas encontramos además diversos elementos que se repiten: árboles, una roca, la cueva, vegetación con frutos, detalles que o bien son motivos ornamentales, o bien aluden al paisaje o al entorno de la isla en que habita.
Un único carnero con un hombre debajo está representado en un lecito procedente de Vulci fechable entre los años 500-450 a.C. que se guarda en Londres, Museo Británico. El hombre -quizá Ulises- lleva una espada.
El mismo esquema en una cratera de columnas fechable entre los años 510-500 a.C. que se encuentra en Carlsruhe. Podemos ver aquí a un griego atado a un carnero que va hacia la derecha. El hombre tiene el rostro mirando hacia abajo aunque su cuerpo va hacia arriba. Lleva una espada en una mano y con la otra se sujeta a una de las cuerdas con las que va atado al animal.
Un pelike fechable aproximadamente en el año 475 a.C. que se guarda en el Museo de Bellas Artes de Boston ofrece el mismo tema. El hombre lleva una espada en una mano y la dirige hacia el suelo. Con la otra mano se sujeta a una de las cuerdas que se ven muy claramente dibujadas sobre el cuerpo del animal. tras el carnero aparece un árbol.
Una copa del pintor Pamfaios fechable entre los años 530-520 a.C. que se conserva en Roma, Villa Iulia, presenta elementos semejantes: el árbol, el griego atado bajo el vientre del animal. El hombre lleva también una espada, esta vez vuelta hacia arriba y su rostro está asimismo vuelto hacia arriba.
Detalle de un lecito de figuras negras del siglo VI a.C. que se encuentra en Munich, Colección de Antigüedades. Vemos un griego bajo un carnero.
El mismo motivo aparece también en otros objetos, por ejemplo en un aplique en bronce del 550-500 a.C. que se encuentra en el Museo de Delfos.
Varios carneros en fila hacia la derecha en un lecito fechable aproximadamente en el año 500 a.C. que se encuentra en Copenhague, Museo Nacional. En él vemos cómo el primero de los griegos lleva la espada desenvainada hacia arriba mientras que él vuelve el rostro hacia abajo.
Otro lecito del Museo de Delfos de la misma época aproximadamente nos muestra a tres griegos bajo los carneros que se dirigen hacia la derecha. Los hombres llevan el cuerpo y el rostro vueltos hacia arriba. Vemos asimismo dibujos de árboles tras los animales.
Una copa procedente de Vulci del año 530 a.C. aproximadamente que se encuentra en Würzburg, Museo de Wagner presenta una escena un poco diferente a las anteriores: podemos ver uno de los carneros con el hombre bien atado por varias cuerdas y tras él, persiguiéndole, un hombre que lleva un garrote, quizá se trata de Polifemo.
Pasando ya a otro esquema, es decir a aquellas representaciones en las que se incluye la figura de Polifemo, una copa del pintor Pamfaios del año 500-510 a.C. que se encuentra en Villa Iulia (Roma) nos presenta varios carneros en fila con hombres atados debajo marchando hacia Polifemo que está sentado con una rodilla levantada (aunque apenas se ve ). De los hombres el primero lleva barba y una espada en la mano, se trata seguramente de Ulises. Va atado a un carnero que tiene dibujada la lana para mostrar probablemente que es más espesa que la de los otros animales que no presentan ningún dibujo.
Un oinocoe procedente de Camiro fechable entre los años 500-475 a.C. que se conserva en Londres, Museo Británico nos muestra un carnero con un griego debajo avnazando hacia Polifemo. El Cíclope está recostado a la derecha con una rodilla levantada y tiende la mano hacia el animal.
Otros momentos del episodio homérico apenas han sido representados. Así la partida de Ulises mientras él y su tripulación son insultados por el Cíclope sólo aparece en el arte etrusco de época helenística. Y ya fuera del contexto de la aventura homérica tenemos algunas cabezas o figuras aisladas de época helenística y romana como la máscara de bronce que se conserva en Londres, Museo Británico, que presenta un solo ojo por encima de la nariz, una cabellera y una barba hirsutas.
Cabeza en mármol de Paros del año 150 a.C. aproximadamente que se encuentra en el Museo de Bellas Artes de Boston. En ella podemos ver los dos ojos habituales cerrados y juntos al mismo nivel por un largo tercer ojo oval abierto. La cabellera y la barba en bucles, la boca ligeramente entreabierta. Podría proceder de una estatua de Polifemo.
Otra cabeza de mármol que se encuentra en Turín. Tiene asimismo los párpados cerrados y un tercer ojo oval sobre la frente. la boca entreabierta, el pelo y la barba en mechones.
Cabeza procedente de Esmirna que se encuentra en París, Museo del Louvre. Presenta dos ojos cerrados y un tercero sobre la frente.
También en época helenística y romana son frecuentes las escenas de Polifemo con Galatea según el otro mito tardío del que ya hemos hablado. En ellas aparece el Cíclope en un contexto pastoril representado bien con dos ojos normales, bien con los dos ojos y un tercero en la frente.
Volviendo al episodio homérico y para concluir, hemos visto cómo los artistas prefieren representar los momentos más importantes del triunfo del héroe sobre el monstruo en los que se plasma la victoria de la inteligencia sobre la brutalidad. Aunque el Polifemo de las representaciones griegas no es, a veces, ese ser gigantesco y espantoso que nos describe la Odisea, la intención del artista es recordar de alguna manera su carácter salvaje -incluso asemejándolo a un Sátiro o Sileno- : desnudo, barbudo, a veces con el cuerpo recubierto de vello. La única cuestión no definitivamente zanjada es la de sus ojos, esa marca monstruosa de los Cíclopes, que no está fijada iconográficamente de manera uniforme.
Mercedes Aguirre Castro
(Publicado en Revista de Arqueología 214, pp. 14-23)
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