lunes, 22 de septiembre de 2008

España llega a la final de la Copa Davis

"Ha dado una lección".
Sánchez Vicario elogia a Nadal, que lleva a España a la final con una contractura e impulsado por el público.
Sobre la roja tierra de Las Ventas, Rafael Nadal, el enterrador. Magullado con una contractura en el glúteo. Rebozado en arcilla. Dolorido y maldiciendo un resbalón transformado en caída a plomo. El héroe, trastabillado y enfrentado en un partido trascendental de las semifinales de la Copa Davis contra Andy Roddick, finalmente derrotado (6-4, 6-0 y 6-4).

"Rafa estuvo impresionante", resumió el seleccionador español.
Nadal se cayó al suelo, fue ovacionado y, tras levantarse, ganó siete juegos seguidos.
"Al llover, se perdió la sensación de altura... ha sido básico en mi juego".

Estaba Nadal en el suelo cuando una voz atronadora y rugiente, más de 20.000 espectadores unidos bajo un mismo impulso, acudió en su rescate. "¡Torero! ¡Torero! ¡Entiérralo!", le gritaron mientras aún se discutía la primera manga. Feliciano López, olfateando el momento clave, pidió palmas desde el banquillo. Emilio Sánchez Vicario, el capitán, buscó blancas toallas con las que socorrer al campeón caído. Y Nadal, que luchaba contra Roddick, escuchó el griterío mientras aparecía desmadejado y tirado sobre la empapada arcilla. Fue el inicio de su abrumadora avalancha. Azuzado por la ovación del gentío, Nadal se levantó del suelo, ganó siete juegos seguidos (6-4, 6-0 y 6-4), y se quedó a un paso de completar una obra inhumana. Si España gana la final de la Copa Davis contra el vencedor del Argentina-Rusia (del 21 al 23 de noviembre), el mallorquín habrá ganado Roland Garros, Wimbledon, el oro olímpico y la Davis en el mismo año. Tremendo.

La victoria del español cobra aún más valor a la luz de sus circunstancias. El sábado se hizo una resonancia magnética para conocer el alcance de una contractura en el piramidal del glúteo, sufrida durante el entrenamiento. Ayer, antes del partido contra Roddick, el núcleo duro del equipo español valoró junto a él la posibilidad de que no jugara el encuentro. Y el lunes, una noche después de llegar a Madrid, se desplazó junto a Feliciano López para someterse a una analítica. Dio valores normales, según quienes observaron los resultados. Su médico, sin embargo, considera que sigue sintiendo "la fatiga normal por todo lo acontecido", y que necesita tomarse un descanso, como hará entre hoy y el 11 de octubre, cuando arranca el torneo de Madrid.

No lo pareció ante Roddick. No en Las Ventas. No con la clasificación para la final de la Davis en sus manos y la llamarada de la llamada de España prendiendo en la grada.

Llovió a cántaros en Madrid, y aún así acudieron en masa los aficionados. Se parapetaron los de la grada sin techo bajo los arcos neomudéjares del exterior de la plaza, y mientras tanto se anegó la pista. Se destapó la húmeda tierra con hora y media de retraso. Sonó el desgarro de los pasodobles, la alegría de las palmas flamencas, y viendo todo eso, casi santiguándose antes de entrar al ruedo, Roddick, el bombardero de Nebraska, empezó a lamentar su suerte.

"Esas seis horas de lluvia no me ayudaron nada", reconoció luego el estadounidense, todo un ex número uno del mundo. "Vi que llovía y me dije: 'no, no, no'. Vi que ponían más tierra y me dije: 'No, no, no'. No puede haber escenario más duro en el que jugar contra Nadal". El agua, transformada en humedad, aumentó la lentitud de la pista y contrarrestó los efectos de la altura.

"Al llover el clima es diferente, y se pierde la sensación de altura", explicó Nadal, simplemente excepcional en su respuesta al juego de saque y carga a la red del estadounidense. "Eso ha sido básico en mi juego. He jugado realmente bien. Ha sido emocionante, por el público. Son partidos que hay que vivir y disfrutarlos... he disfrutado jugando", cerró. "Rafa dio una lección", resumió Emilio Sánchez Vicario, el seleccionador. "No daba crédito a lo que veía. Iba 6-4 y 6-0 arriba, había hecho una rotura, y jugaba cada punto como si se lo quisiera comer. Impresionante".

La grada no dio descanso. Sobre los exabruptos del estadounidense -"Fuck, fuck, fuck!", gritaba- resonó siempre la charanga del anfiteatro. Con el partido resuelto, llegó el primer silencio. La respuesta de Roddick, liberado por primera vez de ruido en dos partidos, fue inmediata. "Yes!", gritó con los brazos abiertos. El público pagó el gesto con un homenaje: "¡Roddick! ¡Roddick!". No era cuestión de castigar a nadie. Nadal, que acabó dando la vuelta al ruedo sobre los hombros de Feliciano López, ya le había regalado al estadounidense una durísima tarde. Sudó Roddick bajo la comba de las bolas de Nadal, entre el crepitar de las castañuelas y al son del retumbar de los tambores. Luego, derrotado y rendido, vio ondear una bandera blanquiazul que se adelantó a los acontecimientos, pero que para él fue una bofetada: "Rafa, te esperamos en Argentina".

Argentina espera a España
Quizás acabe pasando a los anales como un caso de mala gestión de recursos, pero al final Argentina recibirá a España entre el 21 y el 23 de noviembre para disputar la final de la Copa Davis, tras derrotar por 3-2 a Rusia en semifinales.

La selección argentina llegó a la caldera del Parque Roca, en Buenos Aires, planteándose si no sería mejor enfrentarse a España en una pista rápida y bajo techo. Fue un reflejo impulsivo de la opinión de los expertos, que consideraron como escasas las posibilidades de Rusia, su rival en semifinales, pese a la demostrada capacidad competitiva del campeón de 2006 y finalista en 2007. Las predicciones quedaron confirmadas el viernes, cuando el equipo liderado por David Nalbandian se acostó con una ventaja de dos cero. Y, aún así, el domingo se llegó al drama del quinto y decisivo partido. ¿Qué pasó en medio?

Pasó que Alberto Mancini, el capitán argentino, decidió que el ascendiente de Nalbandian debía imponerse a cualquier consideración sobre su estado físico. Que el argentino, que nunca se ha distinguido por ser un musculoso Apolo, disputó y ganó un partido individual el viernes contra Andreev; jugó y perdió el dobles el sábado en cinco sets; y que, agotado, volvió a jugar y perder el domingo, esta vez contra Nikolay Davydenko, número cinco (3-6, 6-3, 7-6 (7-2) y 6-0). Su decepcionante actuación dejó la responsabilidad de lograr la victoria en el último partido a Juan Martín Del Potro, que derrotó a Igor Andreev (6-4, 6-2 y 6-1).

Nalbandian irritó a Davydenko camino de la derrota. En el peleadísimo tercer set, el argentino azuzó a la grada con sus gestos. Y una cosa, protestó luego el ruso ante la prensa, es que la afición local empuje espontáneamente a su equipo, y otra que su jugador la caliente. Eso no es ni bonito ni profesional.

JUAN JOSÉ MATEO - Madrid - 22/09/2008
EL PAÍS

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