Para siempre...
Doblaba su servilleta tras el último sorbo del seudocafé que le servían junto con un paquete de galletas, al que invariablemente faltaba una en el centro, y una barrita con la nuez de mantequilla más pequeña del mundo. Cosumía todo, segura de su ración menguante en la comida.
Volvía a su habitación, se colocaba aquel vestido que ya amarilleaba con los zapatos ajuego. Sacaba del cajón un sobre del mismo tono, con una hoja que releía para no olvidar su sontenido.
"Querida Claudia: Cuando termine esta carta emprenderé el viaje para buscarte. Las carreteras son tortuosas y sabes que me llevará algún tiempo. Posiblemente leamos esta nota juntas, pero cuando esto suceda nadie podrá separarnos nunca.
por Margarita Martín. Madrid.
EL PAÍS
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