Gozar y no morirse de contento
sufrir y no vencerse en el sollozo;
¡oh, qué ejemplar severidad del gozo
y qué serenidad del sufrimiento!
Dar a la sombra el estremecimiento,
si a la luz el brocal del alborozo,
y llorar tierra adentro como el pozo,
siendo al aire un sencillo monumento.
Anda que te andarás, ir por la pena,
pena adelante, a penas y alegrías
sin declarar fragilidad ni un tanto.
¡Esta tristeza de ojos qué serena!:
¡qué agraciado en su centro encontrarías
el desgraciado límite del llanto!
Miguel Hernández
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