Espectaculo abyecto
El pulso cainita entre las facciones del PP madrileño avanzó ayer imparable hacia las instituciones públicas que dirige el partido. El Grupo Popular del Ayuntamiento de Madrid votó, tras solicitar el concejal aguirrista Ángel Garrido la dimisión de Manuel Cobo, sobre la continuidad en el cargo del vicealcalde y portavoz popular en el Ayuntamiento, perseguido públicamente por las declaraciones a EL PAÍS en las que denunciaba las maneras políticas "de vómito" de Esperanza Aguirre en el conflicto de Caja Madrid. La votación fue favorable al alcalde Ruiz-Gallardón y a Cobo -19 votos rechazaron la destitución y 13 la aprobaron-, pero lo grave del caso es que la terrible división interna del PP ha estallado también en el Ayuntamiento de la capital. La corporación, escenario soterrado en los últimos años de escaramuzas entre aguirristas y gallardonistas, ha quedado ya marcado a la luz pública por diferencias irreconciliables.
Con bastante desfachatez y pocos escrúpulos, la presidenta de Madrid está aplicando la vieja técnica de negociar con una mano y presionar con la otra. Mientras se proclama dispuesta a admitir la candidatura de Rodrigo Rato a la presidencia de Caja Madrid, como quiere Mariano Rajoy, los alcaldes de estricta observancia aguirrista exigen la sanción a Manuel Cobo y en el Ayuntamiento de Madrid cunde la división entre los concejales; mientras asegura que ella no ha pedido la cabeza de Cobo a cambio de aceptar a Rato -lo cual no sería sino una burda forma de chantaje-, califica como "injurias" las declaraciones del vicealcalde y deja bien claro a la dirección nacional del partido cuál es el resultado que espera. Aguirre quiere ganar a cualquier precio esta pugna por el poder en Caja Madrid y para ello parece dispuesta a movilizar a sus fieles y llevar este pulso al escenario político que le convenga.
Rajoy ha evidenciado una vez más que carece de autoridad en el partido; y, como suele suceder cuando falta autoridad, se ha llegado a una situación extrema en la que es obligado un puñetazo encima de la mesa. Aunque Rajoy encuentre la fórmula para sancionar a Cobo sin daño para sí mismo y para el partido, quedarán sin resolver las ambiciones políticas insatisfechas de la presidencia de Madrid y su capacidad para desestabilizar el partido.
Caja Madrid necesita con urgencia un presidente y una nueva dirección que se ponga a trabajar en sus debilidades -elevada morosidad, activos excesivamente dependientes de negocios en recesión- y en las decisiones de recapitalización. Si existe un atisbo de acuerdo entre Rajoy y Aguirre sobre el nuevo presidente, ha de aplicarse sin tardanza. Porque Caja Madrid no es una entidad cuya suerte resulte indiferente para el sistema financiero; el daño que se le cause por desidia o irresponsabilidad lo pagarán también otras cajas, cuyas expectativas de inversión, solvencia y depósitos sufrirán por el descrédito. Por eso, además de un espectáculo político abyecto, los dirigentes del PP están incurriendo en negligencia culposa.
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Editorial EL PAÍS, 29/10/2009
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