La cuadratura del círculo
Los nacionalismos, como los extremos, se tocan. Desde el PP y desde el nacionalismo español en general, los resultados electorales en Galicia y Euskadi se están presentando como la señal de que los nacionalismos periféricos han entrado en un declive inexorable. En plena euforia, algunos piden ya que el PP y el PSOE alcancen un pacto de reforma y cierre del Estado autonómico. Por eso, en este momento, la prioridad es la presión sobre Patxi López. El PP promete cada media hora que el PSE puede contar con su voto para desalojar a los nacionalistas del Gobierno vasco. Y la prensa conservadora ensalza a López, convertido en el nuevo héroe del constitucionalismo, con la única intención de poder declararle traidor a la patria si no cumple con el guión que le tienen adjudicado. Desde los nacionalismos periféricos, quizás porque el reflejo victimista es siempre el más rápido en reaccionar, se está alimentando también esta lectura de las elecciones. Lo hace Urkullu cuando afirma que si el PSE acepta el apoyo del PP "estará dando el triunfo a España", lo hace el PNV al advertir que toda mayoría alternativa será considerada "una agresión", y se hace incluso desde Cataluña cuando se proclama una "mayoría españolista en el País Vasco".
Si López es 'lehendakari', el PNV tiene un año para dar una salida a Ibarretxe y diseñar un pacto con el PSE.
La política es cuestión de relación de fuerzas. Ésta se configura con el peso de los votos, pero también con las verdades y las mentiras que se construyen como acompañamiento. Basta un solo dato objetivo para desmontar el discurso del gran vuelco: el voto nacionalista vasco -tripartito y Aralar- suma más que el voto del bloque llamado constitucionalista o nacionalista español. Y eso sin contar el voto nulo de la izquierda abertzale de obediencia etarra. Lo que no ha conseguido esta vez el nacionalismo -por sus divisiones y por la ausencia de candidatura de Batasuna- ha sido una mayoría parlamentaria suficiente, pero de ahí a hablar de declive y de cambio de época hay una larga distancia. No hay vuelco, lo que sí hay es cambio de mayoría parlamentaria. Y, por tanto, cuando el PNV dice que ha ganado las elecciones, dice una verdad a medias. Es el partido que ha llegado destacado en primer lugar. Pero si ganar las elecciones, como es de sentido común, significa conseguir el Gobierno, la victoria la da la mayoría absoluta. Y el PNV no la ha conseguido.
Desde el punto de vista del PP, la presión sobre López y el discurso del triunfo de la España constitucional sólo puede ser ventajoso, aunque con un pequeño pero. Entronizar a López permite a Rajoy y los suyos presentarse ante sus electores como artífices del descabalgamiento de un maligno nacionalismo periférico. Y les garantiza tener a los socialistas permanentemente en vilo, porque podrán jugar sádicamente con su apoyo, en función de los intereses del partido, especialmente cuando se acerquen las elecciones generales. El pero es que el PP pierde una oportunidad de empezar a normalizar sus relaciones con los nacionalismos periféricos que la última legislatura de Aznar dejó tan maltrechas. Si no fuese por los enfrentamientos del pasado, lo natural, en este momento, sería que un partido conservador -el PNV- buscara una alianza de gobierno con otro partido conservador -el PP-. Pero ésta es una peculiaridad de Euskadi: a diferencia de Cataluña, no ha hecho todavía el desplazamiento del eje nacionalista vascos/nacionalistas españoles al eje derecha/izquierda. Sólo cuando esto ocurrió fue posible la alternancia en Cataluña.
El PSE está condicionado por la apuesta por el cambio. Realmente, sería muy difícil de entender que el PSE se ofreciera ahora para negociar el apoyo parlamentario a Ibarretxe. Tal como han ido las cosas, el PSE sólo puede aceptar la coalición con el PNV si Patxi López es el lehendakari. La amplitud de la distancia a favor del PNV (8 puntos en votos) hace que esta operación sea realmente complicada. No hay que olvidar, sin embargo, que ésta es la coalición preferida por los ciudadanos vascos. ¿Puede pagar tan alto precio el PNV a cambio de no tener que abandonar el poder? ¿O preferirá dejar que López se desgaste montado en una mayoría que será una verdadera montaña rusa? Quizás la realidad se encargue de responder a esta pregunta. Si Patxi López es elegido lehendakari para gobernar en minoría, el PNV puede tomarse un año para elaborar el duelo de la pérdida del poder, recolocar a Ibarretxe y plantearse, entonces, la posibilidad de ofrecer una nueva mayoría a los socialistas, en las condiciones que el momento aconseje. Aunque pueda parecer la cuadratura del círculo, probablemente éste sea el escenario más razonable.
JOSEP RAMONEDA 05/03/2009
EL PAÍS
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