El tren de las 3:10
País: USA.
Año: 2007.
Duración: 117 min.
Género: Western, drama.
Interpretación: Russell Crowe (Ben Wade), Christian Bale (Dan Evans), Logan Lerman (William Evans), Ben Foster (Charlie Prince), Peter Fonda (Byron McElroy), Vinessa Shaw (Emma Nelson), Alan Tudyk (Doc Potter), Luce Rains (Weathers), Gretchen Mol (Alice Evans), Dallas Roberts (Grayson Butterfield).
Guión: Halsted Welles, Michael Brandt y Derek Haas; basado en un relato corto de Elmore Leonard.
Producción: Cathy Konrad.
Música: Marco Beltrami.
Fotografía: Phedon Papamichael.
Montaje: Michael McCusker.
Diseño de producción: Andrew Menzies.
Vestuario: Arianne Phillips.
El western es un género que a día de hoy arroja películas a los cines con cuentagotas. En este caso se trata de un remake del clásico “El tren de las 3:10″ de 1957, dirigida por Delmer Daves y protagonizada por Glenn Ford. Dado que no he visto la antigua me ceñiré a comentar lo que me ha parecido la nueva.
A menudo vemos como un asesino, un psicópata, o un criminal debe convivir con gente “normal“. Así suele pasar que el que es normal no es tan trigo limpio como aparenta, ni el asesino es tan malo como lo pintan y poco a poco se pasa de los extremos a un punto que confluye en el meridiano, como tuvimos ocasión de ver en la reciente The contract.
El caso es que Danvive en un rancho con su mujer y sus dos hijos. Está lisiado, con una pata de palo y recibió 198 dólares por luchar por su gobierno en la Guerra entre el Norte y el Sur. Su maltrecha situación económica hace que en su casa no reine la alegría y Dan tras ver como al no poder pagar la deudas que tiene le queman un establo, decide ganar dinero de cualquier manera.
Mientras, Ben Wade es un pistolero que con su banda va robando a su antojo sin nadie que le pare los pies, porque en caso de intentarlo acaban todos con los pies por delante, esto es, muertos.
Un día Ben ataca una diligencia y allá está Dan con sus dos hijos buscando parte de las reses extraviadas. Luego una vez que Ben sea detenido a Dan le surge la oportunidad de ganar 200 dólares si colabora con los hombres del ferrocarril y entrega a Ben el tren que a las 3:10 parte rumbo a Yuma.
Más allá de la aventura, del continuo movimiento en el que se ven envueltos los personajes, a ese tránsito exterior le secunda un viraje interior, una mudanza espiritual, o cuando menos es a eso a lo que aspira el libreto de la película. No es sólo un western convencional, donde pegar unos cuantos tiros y ventilarse a todo aquel que aparece en pantalla sin miramientos, sino que lo que hay en juego es una guerra psicológica. Así las cosas, Ben da tanto miedo con el revólver como cuando habla, así que a menudo vemos como sus oyentes le piden una y otra vez que se calle, porque lo que este dice, agita algo en sus interior, azuza los fantasmas interiores y alumbra partes recónditas del pasado que es mejor guardar bajo siete llaves.
Entre Ben y Dan surge al parecido a un compañerismo fraternal. Ambos, a medida que pasan días juntos camino del tren se irán conociendo contándose cosas personales, mostrándose tal como son y eso crea entre ellos unos lazos invisibles que ligarán sus destinos. Esa es la propuesta de la película y aunque es cierto que hay momentos de gran intensidad dramática, la historia se sostiene mucho tiempo, como Dan, sobre una sola pierna y ese afecta al resultado de la película, la cual haciendo gala de una gran sobriedad, para los tiempos que corren, resulta un tanto larga, con muchos altibajos, que no acaban de matizar bien esa guerra psicológica entre los dos personajes, lo que hace que para muchos, para mí tampoco, no acabe resultando verosímil. El fin es el más claro ejemplo de esto.
Me han gustado las interpretaciones de Crowe y Bale, ambos muy bien en sus papeles. Si los próximos western que lleguen a nuestras carteleras ofrecen la calidad de esta película, estaremos de enhorabuena.
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