Vicky Cristina Barcelona
No me lo esperaba. Queda claro cuando en el post de los estrenos de la semana me relamía con la llegada a los cines de lo nuevo de Woody Allen. Uno de mis directores favoritos, uno de los principales responsables de mi afición por el cine. Y me encuentro aburrido en la sala. Primero paciente, luego resignado, finalmente abatido. Al salir del cine, mon amour me preguntaba qué día iríamos a ver la nueva de Woody. Mi respuesta a su sardónica pregunta fue la misma que le dediqué a la película que acabábamos de ver… una silenciosa mueca de desagrado.
‘Vicky Cristina Barcelona’ comienza con la llegada de dos turistas norteamericanas a Barcelona; la tía de una de ellas les facilita alojamiento y las chicas no pierden la oportunidad. Una vez allí, conocen a un pintor, famoso en la ciudad por un divorcio problemático. Llegada la noche, éste les propondrá un viaje de placer a Oviedo, oferta que aceptan tras una discusión, ya que una de ellas no quiere saber nada de aventuras. La ex-mujer del pintor aparecerá más adelante, tras un intento de suicidio, para complicar la situación.
Woody Allen viene a España para dirigir su nueva película y parece que se pierde por el camino. Antes de la que nos ocupa, había rodado tres en Inglaterra. No recuerdo haber notado, al verlas, que se demostrara que habían sido rodadas allí, no recuerdo que la narración de la historia estuviera supeditada a la exhibición de los encantos del país, como si de un vulgar publirreportaje se tratara. En ‘Vicky Cristina Barcelona’ sí. Parece hecha para turistas, con una vaga y aburrida reflexión sobre el amor como excusa.
Suponía que Woody aprovecharía la ocasión para soltar sus habituales chistes sobre España o nuestras costumbres, que no perdería la oportunidad de mostrar la belleza de la ciudad de Barcelona. Pero de ahí a lo que he visto en ‘Vicky Cristina Barcelona’ hay un mundo. Para empezar, pocas veces me ha molestado tanto una banda sonora como la de este film, que casi consiste en la irritante repetición de dos temas; especialmente insufrible resulta oír tantas veces el estribillo del tema compuesto por Giulia y Los Tellarini.Eso sí, para molesta, la primero cansina y luego insoportable voz en off del narrador de la historia. No es que sea innecesaria, es que se dedica a explicarnos lo que ya estamos viendo, sin que la acción requiera ningún tipo de aclaración. Realmente incomprensible. Como también el que haya momentos, en algunas secuencias, donde se enfoca el fondo, en lugar de mostrar de forma nítida a los protagonistas. No me explico cómo puede ocurrir eso en una película como ésta. ¿Usaron cámaras de ultimísima generación y no encontraban el botoncito del enfoque automático? ¿Será una broma de Woody sobre el cine español? Puede ser.
Inevitable hablar del reparto, por la entidad de sus actores y por ser un apartado que brilla casi siempre en los films de Allen. En este caso, al ser una obra tan mediocre, el trabajo de los intérpretes también está por debajo de lo deseable, aunque no tanto como otras facetas de la película. Por cierto, y para que conste claramente, para mí el principal culpable es el genio neoyorquino, el director, el que debe llevar el timón, que naufraga de lo lindo, seguramente por responsabilidades monetarias, con uno de sus peores guiones (¿lo escribiste tú realmente, Woody, o fue alguna becaria?). Así pues, como iba diciendo, del reparto… destacar muy por encima del resto a Penélope Cruz. La gran sorpresa positiva de esta película; la única que parece que sabe lo que está haciendo y porqué. La actriz española está soberbia, impresionante, bellísima siempre y desquiciada cuando toca. Javier Bardem también tiene momentos buenos, inspirados, de actor que está sobrado y lo demuestra cuando le da la gana, pero no hay constancia en ese buen hacer, a menudo está en la escena simplemente posando, como otra parte del paisaje más que debe ser mostrada a los futuros turistas. Sigo apuntando a lo escrito por Allen, muy flojo, lleno de diálogos vacíos y estirados de forma cansina.
Del resto de los principales, volver a subrayar lo que ya llevo diciendo desde hace bastante tiempo: Scarlett Johansson es un maniquí. Siempre hace lo mismo, posar con sus morritos y lucir ropa ajustada. ¿Dónde está su supuesto talento como actriz? Sí, es muy guapa, pero también lo son otras actrices que han demostrado que valen para actuar. Por cierto, ¿no había nadie que pudiera enseñarle a coger mejor una cámara de fotos? Y no hablemos de las dos escenitas en las que se lía con Cruz… vaya manera de “acariciarle” la cara, ¡si parecía que le quería sacar un ojo! Rebecca Hall está mejor, quizá sólo porque Allen está muy acostumbrado a escribir y dirigir papeles de ese tipo, casi una versión femenina de sus típicos protagonistas neuróticos; sin embargo, el personaje se gasta muy pronto, cuando está claro que ha traicionado sus convicciones y sólo le queda hacer lo obvio, cosa que tarda bastante en aceptar, demasiado, para que finalmente no sirva de nada (podríamos hablar aquí del final, pero está tan clara la simplona moraleja que tampoco hay para debate). Y lo de Patricia Clarkson es otra tontería más del guión; surge por ahí, dice dos chorradas sacadas de la manga para provocar que la protagonista actúe en contra de sus convicciones y se acabó.
Hace poco comentaba las mejores películas de Woody. No esperaba tener que modificar mi selectísima lista, pero tampoco, ni de lejos, que ‘Vicky Cristina Barcelona’ fuese la peor película del cineasta. Quizá el tiempo, quizá las revisiones, la sitúen un poco más arriba, pero las sensaciones que me produjo, encontrarme completamente fuera de la película, bostezando, aburrido, frustrado por no encontrar nada de valor en lo que estaba viendo, me hacen ser así de contundente. No puedo decir otra cosa. Y por supuesto, no recomiendo ir al cine a ver lo nuevo de Woody Allen. Pero, como él mismo dijo una vez, no pasa nada, el año que viene estrena otra.
‘Vicky Cristina Barcelona’, un Woody irregular
Juan Luis Caviaro 25 septiembre 2008
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