Virgencita virgencita, ¡qué me quede como estoy!
De vez en cuando la naturaleza se encarga de darnos una bofetada para que dejemos de dar por supuestas algunas cosas. De este modo parece decirnos: “mis diseños son la mar de creativos y todavía puedo sorprender unas cuantas veces a estos sabiondos monos sin pelo”. Esto es lo que sucedió hace unos días cuando os hablaba del animal vivo más antiguo que se conoce, algunos creían que se trataba de la esponja… pero resultó que era la tenófora, una criatura de un aspecto ejem… más “evolucionado” que la esponja. Y por si fuera poco, me entero esta tarde leyendo Neatorama de la existencia de un crustáceo del que solo se conocía su aspecto de larva. ¿Las razones? Bueno, pues todos más o menos asumimos que el final de la fase larvaria conduce a una criatura adulta más compleja. Ya sabéis… la humilde oruga que se convierte en la fastuosa mariposa, el primitivo renacuajo que se convierte en la zancuda rana. Pero no, resulta que no siempre es así.
En el vídeo superior podéis ver al Y-larvae o facetotectans, un pequeño crustáceo descubierto en 1889 del que no se conocía su aspecto adulto. Un poco hartos de buscar al Y-larvae crecidito, los investigadores tomaron unas cuantas larvas y les administraron la hormona encargada de hacerles madurar. ¿El resultado? Pues podéis verlo en el vídeo, la criatura se metamorfoseó en una especie de babosa que se mueve lentamente llamada “ypsigon”. En esta fase, el animal no tiene exoesqueleto, pierde las patas, los ojos, el sistema nervioso y hasta el tracto digestivo. Los científicos no daban crédito cuando contemplaron esta extraña metamorfosis de “evolución inversa”. De no haberlo presenciado, nunca habrían asociado al y-larvae con el ypsigon. En fin, yo tengo claro que si estas criaturas pudieran elegir, seguro que actuarían como el ajolote mexicano, el anfibio Peter Pan que se niega a madurar. Si es que hay veces que uno comprende aquello del: “Virgencita virgencita, que me quede como estoy”.
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