ELECCIONES EN GRECIA - Los griegos votan contra Europa y la austeridad
Ascenso de la izquierda radical y de la extrema derecha
Con el 95% del escrutinio, ND y PASOK no conseguirían los escaños para formar Ejecutivo
Miembros del partido neonazi Aurora Dorada. / Nikolas Giakoumidis (AP)
Desencantados de la casta de políticos tradicionales, furiosos con los sacrificios generados por la crisis y hartos de que Bruselas o Berlín dicten su política económica, los griegos acudieron el domingo a las urnas para votar con el corazón y con las vísceras. Y lo hicieron dinamitando el bipartidismo vigente desde la restauración de la democracia, en 1974: la conservadora Nueva Democracia y el socialista Pasok, los dos grandes partidos, los únicos que defienden la política de austeridad y los rescates, solo lograron el 32,4% de los votos (frente al 78% de 2009). Con el 95% escrutado ND obtuvo el equivalente a 109 diputados, mientras que el PASOK se adjudicó 41 legisladores. En total, ambos quedarían con 150 escaños, una cifra insuficiente para formar un Gobierno de coalición (151).
El auge de la Coalición de Izquierda Radical (Syriza), que con el 15,81% (48 diputados) se convierte en el segundo partido más votado, y la entrada en el Parlamento de los neonazis de Aurora Dorada, con el 6,8% de los sufragios (en torno a 20 escaños), complican el escenario político más fragmentado de la historia y auguran, en el mejor de los casos, una traumática formación de Gobierno; el peor sería la repetición de los comicios, como mínimo dentro de cinco semanas. Tras este cataclismo electoral, a partir de hoy ya nada será lo que fue, políticamente hablando, en Grecia.
La coalición izquierdista, que logró el 4,6% de los votos en 2009, propone la renegociación del memorándum suscrito entre el Gobierno de Atenas y la troika, y añadirle una cláusula procrecimiento. Los neonazis, que en 2009 solo cosecharon el 0,29% de los sufragios, exigen por su parte la revocación del acuerdo y la condonación total de la deuda. Con una estruendosa campaña xenófoba y antieuropea, Aurora Dorada es una burda paradoja en un país que perdió el 10% de su población —entre bajas de guerra o por el hambre y exilios— durante la ocupación nazi, entre 1941 y 1944.
El líder socialista, Evánguelos Venizelos, movió esta noche la primera ficha poselectoral al proponer “un Gobierno de unidad nacional, firme y estable”, y advirtió a los partidos revelación de estos comicios —en especial Syriza, su particular bestia negra— que “no han recibido un cheque en blanco” de las urnas. A continuación, Antonis Samarás, de Nueva Democracia (ND), hizo pública su oferta de un “Gobierno de salvación nacional”. Obtuvo inmediata réplica de Alexis Tsipras, líder de Syriza y ganador in péctore de la noche: “La salvación nacional que proponen algunos pasa por la modificación del memorándum. Los pueblos de Europa no pueden sobrevivir así. Merkel debe entender que la austeridad no conduce a ningún sitio”. Con apelaciones a “la solidaridad, la justicia y la dignidad”, Tsipras propuso un Gobierno de las fuerzas de izquierda.
En las primeras elecciones legislativas que se celebran en el país desde el comienzo de la crisis, en 2010, la dispersión del voto fue la tónica dominante, en consonancia con los sondeos realizados durante la campaña: siete partidos (dos de ellos, nuevos) entrarán en el Parlamento. Como las urnas se encargarían de demostrar después, costaba encontrar a un votante de la conservadora ND y del socialista Pasok entre los electores que acudían a dos colegios del barrio de Plaka, en el centro de Atenas. Es más, partidarios en otras ocasiones de ND y Pasok se decantaron el domingo por los extremos —otra tendencia demoscópica ratificada en las urnas—, como Nikos, funcionario del Ministerio de Economía y socialista desencantado. “He votado más a la derecha y para frenar a Europa y, sobre todo, a Angela Merkel, que es una psicokiller. Ya está bien de decir que somos unos ladrones; hay que pararle los pies”. En un aparte al resguardo de curiosos, Nikos confesaba haber votado a Griegos Independientes, un nuevo partido de derecha nacionalista (cuarto, con el 10,3% de los votos y en torno a 30 diputados).
Yanis y Zódoros confesaban sotto voce haber apoyado al filonazi Aurora Dorada. Al lado, Panayotis Papayoryíu, parado de 27 años, explicaba por qué eligió Syriza, equivalente a la española Izquierda Unida: “Porque si existe alguna posibilidad de que gobierne la izquierda, hay que intentarlo, a ver qué hace con el memorándum y con Europa”.
Los votantes de más edad no soltaban prenda de su elección; solo el jubilado Kostas Glikeos, a las puertas del colegio de Ypitu, en Plaka, confesaba encogido de hombros haber respaldado como siempre al Pasok: “Es lo menos malo de lo peor, y el único capaz de anclarnos a Europa”.
Los partidos más pequeños —32 formaciones concurrieron a las urnas— cosecharon 18% de los votos, pero se quedaron fuera del Parlamento al no superar cada uno el umbral del 3%. La abstención también fue protagonista: en torno al 38%. “He elegido uno de los pequeños. Todos los demás son lo mismo. Es hora de asumir responsabilidades, no pueden liquidar este país”, decía Eliana.
La nueva ley electoral reserva un bono de 50 escaños suplementarios para el partido ganador; también consagra una complicada proporcionalidad en la representación parlamentaria: cuantos más partidos entren en la Cámara, más difícil resulta a la formación ganadora llegar a la mayoría absoluta. Pero no es el caso de estas elecciones, que arrojan el Parlamento más fraccionado de la historia. “Urnas bomba”, titulaba el domingo, muchas horas antes de que se conocieran los datos, el diario To Vima, de centro-izquierda.
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