domingo, 1 de julio de 2012

LAS MANOS


Dos especies de manos se enfrentan en la vida, 
brotan del corazón, irrumpen por los brazos, 
saltan, y desembocan sobre la luz herida 
a golpes, a zarpazos.

La mano es la herramienta del alma, su mensaje, 
y el cuerpo tiene en ella su rama combatiente. 
Alzad, moved las manos en un gran oleaje, 
hombres de mi simiente. 

Ante la aurora veo surgir las manos puras 
de los trabajadores terrestres y marinos, 
como una primavera de alegres dentaduras, 
de dedos matutinos. 

Endurecidamente pobladas de sudores, 
retumbantes las venas desde las uñas rotas, 
constelan los espacios de andamios y clamores, 
relámpagos y gotas. 

Conducen herrerías, azadas y telares, 
muerden metales, montes, raptan hachas, encinas, 
y construyen, si quieren, hasta en los mismos mares 
fábricas, pueblos, minas. 

Estas sonoras manos oscuras y lucientes 
las reviste una piel de invencible corteza, 
y son inagotables y generosas fuentes 
de vida y de riqueza. 

Como si con los astros el polvo peleara, 
como si los planetas lucharan con gusanos, 
la especie de las manos trabajadora y clara 
lucha con otras manos. 

Feroces y reunidas en un bando sangriento 
avanzan al hundirse los cielos vespertinos 
unas manos de hueso lívido y avariento, 
paisaje de asesinos. 

No han sonado: no cantan. Sus dedos vagan roncos, 
mudamente aletean, se ciernen, se propagan. 
Ni tejieron la pana, ni mecieron los troncos, 
y blandas de ocio vagan. 

Empuñan crucifijos y acaparan tesoros 
que a nadie corresponden sino a quien los labora, 
y sus mudos crepúsculos absorben los sonoros 
caudales de la aurora. 

Orgullo de puñales, arma de bombardeos 
con un cáliz, un crimen y un muerto en cada uña: 
ejecutoras pálidas de los negros deseos 
que la avaricia empuña. 

¿Quién lavará estas manos fangosas que se extienden 
al agua y la deshonran, enrojecen y estragan? 
Nadie lavará manos que en el puñal se encienden 
y en el amor se apagan. 

Las laboriosas manos de los trabajadores 
caerán sobre vosotras con dientes y cuchillas. 
Y las verán cortadas tantos explotadores 
en sus mismas rodillas.

Miguel Hernández
(De Vientos del pueblo)
España, 15 de febrero de 1937.

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