ÉSA ES TU PENA
Ésa es tu pena.
Tiene la forma de un cristal de nieve que no podría existir si no existieras
y el perfume del viento que acarició el plumaje de los amaneceres que no vuelven.
Colócala a la altura de tus ojos
y mira cómo irradia con un fulgor azul de fondo de leyenda,
o rojizo, como vitral de insomnio ensangrentado por el adiós de los amantes,
o dorado, semejante a un letárgico brebaje que sorbieron los ángeles.
Si observas al trasluz verás pasar el mundo rodando en una lágrima.
Al respirar exhala la preciosa nostalgia que te envuelve,
un vaho entretejido de perdón y lamentos que te convierte en reina del reverso del cielo.
Cuando la soplas crece como si devorara la íntima sustancia de una llama
y se retrae como ciertas flores si las roza cualquier sombra extranjera.
No la dejes caer ni la sometas al hambre ni al veneno;
sólo conseguirías la multiplicación, un erial, la bastarda maleza en vez de olvido.
Porque tu pena es única, indeleble y tiñe de imposible cuanto miras.
No hallarás otra igual, aunque te internes bajo un sol cruel entre columnas rotas,
aunque te asuma el mármol a las puertas de un nuevo paraíso prometido.
No permitas entonces que a solas la disuelva la costumbre,
no la gastes con nadie.
Apriétala contra tu corazón igual que a una reliquia salvada del naufragio,
sepúltala en tu pecho hasta el final,
hasta la empuñadura.
por Olga Orozco
¿Qué añadir a un poema como este? La poeta argentina Olga Orozco lo incluyó en En el revés del cielo, el libro que publicó en 1987, cuando tenía 67 (había nacido en 1920 y murió en 1999). Ella misma habló de la suya como de una voz ronca y llorada, y salvo esa voz (en el sentido físico) el resto de su mundo sigue vivo en el volumen de 500 páginas que la editorial Adriana Hidalgo acaba de publicar con su Poesía completa (en edición de Ana Becciú y con prólogo de Tamara Kamenszain).
Se ha dicho tantas veces de un libro que es un acontecimiento que esta vez nos lo ahorramos. Solo diremos que ese volumen contiene los poemarios que Orozco publicó en vida más los Últimos poemas que dejó listos antes de ingresar en la clínica bonaerense en la que murió. Diremos también que en esos libros están muchos de los versos más enigmáticos escritos en español a lo largo del siglo XX. El enigma de la poesía de Olga Orozco reside, paradójicamente, en que es diáfanamente clara sin dejar de ser un misterio, ¿diremos que una hechicería? Su irracionalismo –surrealismo para los escolásticos- nunca es de manual: viene del reverso oscuro de la realidad sensorial, pero llega sin automatismos de ninguna clase; a punto siempre de perder su sentido y sin perderlo nunca.
El volumen de Adriana Hidalgo incluye también tres textos en prosa que bien podrían funcionar como poética más que, según reza el título del primero, como autobiografía. “Mis amigos me temen porque creen que adivino el porvenir”, se lee allí. “A veces me visitan gentes que no conozco y que me reconocen de otra vida anterior. ¿Qué más puedo decir? ¿Qué soy rica, rica con la riqueza del carbón dispuesto a arder?” Es cierto, hay libros que son un acontecimiento, otros son una hoguera. Cuidado con el fuego.
Olga Orozco es muy superior a los poetas comerciales y populares (o poetas de marca) como Neruda, Benedetti, Cardenal, que acaparan toda la atención y la publicidad. Olga era amiga de otra gran poeta: Alejandra Pizarnik. Ambas eran poetas autenticas que no buscaban ni notoriedad, ni premios literarios, sino la esencia de la poesía, que no hace recurso de la retórica o la grandilocuencia. En la gran poesía siempre están ausentes el sentimentalismo y la ideología, que es lo que más vende. El marketing y la vanidad del autor dominan el arte, la literatura y el cine.
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