Una mañana al despertar, noté como algo debajo de mi almohada.
Cuando me desperecé, miré y se trataba de un cuento, de éste cuento.
Me quedé pensativo sobre quién podía habérmelo traído pues yo vivía solo, y rápidamente pensé en Angie, tenía que haber sido ella porque fue la que nos prometió a todos los cuentistas que cuando llegara al Cielo recogería todos los cuentos que viera por allí y nos los iría trayendo cuando viera que de verdad los necesitábamos.
Angie hacía poco tiempo que había muerto, pero su carita, sus manitas, su simpatía y su cariño hacia nosotros la hizo que la tuviéramos siempre en nuestro corazón. Era una niña de 10 años, un encanto de niña, a la cual le contábamos todos los cuentos que sabíamos; a ella le gustaban mucho y se lo pasaba muy bien con nosotros. Ella se quedó para siempre en nuestros pensamientos, su imagen nunca se borraría de nuestros cerebros y para mantener viva esa llama, ella se encargaba de cumplir con la promesa que nos hizo cuando ya se despidió definitivamente de nosotros, camino de Colombia, donde murió en los brazos de su mamá –como ella deseaba- y antes de marcharse nos hizo ésta promesa que ahora cumplía.
Así que, el cuento que os voy a contar es como fuera ella quien lo relatase.
En Madrid, la capital de nuestra nación y la ciudad mayor de España concurren personas de todas clases sociales que vienen de todas las Comunidades, y ahora muchos de fuera del país, pues de todos es sabido que en Madrid no existen extranjeros, vienen en busca de trabajo pues por muy mal que se esté aquí siempre piensan ellos que estarán mejor que en su lugar de procedencia, pero lo difícil –y punto menos que imposible- es encontrar vivienda para todos ellos.
Por ese motivo hay en sus cinturones pueblos que se han ido construyendo de chabolas, chabolistas, aprovechando artículos de desecho, de los que se tiran a los contenedores y a los vertederos.
Personas mañosas hacen un tejado de hoja de lata de barriles viejos que suelen encontrar, las paredes, hasta que pueden hacerlas de ladrillo son de cartones fuertes, con cocinas de las que a los talleres les hacen un favor llevándoselas, asi como algún frigorífico que otro y entre ellos se ayudan los unos a los otros y de la noche a la mañana tienen un lugar donde descansar y poco a poco, a medida de sus cortos ingresos van mejorando las mismas con arreglo a las alineaciones que un aparejador de Caritas les indica dónde y cuándo pueden hacer su casa y les lleva algún resto de material de los que sobran en las obras que se terminan.
Pues bien, a un poblado así, llamado por los lugareños con el bonito nombre de “Las Golondrinas” llegaron una mañana de principios de otoño, la familia de los “Matorrillos” compuesta de los padres, cuatro hijos –dos jóvenes de 18 y 13 años y dos niñas de 12 y 7 respectivamente. Venían de la provincia de Jaén donde les habían desahuciado de su casa para derribarla por haberla declarado en ruina y como no tenían a nadie allá, pensaron que quizás en Madrid encontrarían la fortuna que se les negaba en Jaén y ¿quién sabe?.
Lo peor que les podía pasar era tener que regresar nuevamente a Jaén, dijeron entre ellos, -peor que aquí no podemos estar-, probamos durante una temporada y si nos va mal nos venimos.
Cuando llegó el día que tenían que dejar la casa, tenían todos sus humildes enseres preparados y habían buscado un camión que iba de vacío a cargar a Madrid y se comprometió a llevarlos.
Y de ésta forma, la mañana de San Eugenio, como dice el cantar que cantaba Encarnita tan bien, el 6 de Septiembre, el camionero les dejó en el primer lugar que encontró, que estaba a las afueras y que se llamaba “Las Golondrinas”.
-Esto, por lo menos, el nombre ya me gusta- exclamó Julián “el Matorrillo”, padre de las criaturas y cabeza de familia.
-Pues a nosotros también, fueron diciendo uno a uno todos los demás: Petra, la mujer, Pedro y Roberto y Encarnita y Josefina-
-Ahora, -¿qué es lo que hay que hacer?- preguntaron todos a Julián-
-Pues yo poco sé de estas cosas, pero creo que lo primero que debíamos es presentarnos a la autoridad-
-Vosotros quedaros aquí al cuidado de nuestras cosas-, dijo a sus hijos mayores mientras vuestra madre y yo vamos a un Puesto de la Benemérita que he visto al pasar-
-Un poco lejos está- pero, en fin, creo que es nuestro leal proceder.
-Pues hala, lo que haya que hacerse que sea cuanto antes- y si al pasar vemos a alguna persona que, por sus pintas parezca algo, nos presentamos también y así vamos y nos van conociendo-
Para finales de Septiembre tenían ya su casa hecha en el sitio que les dijeron, buscaron entre los vertederos, pidieron ayuda a sus vecinos, y, en una palabra, como ellos eran trabajadores y mañosos, hasta echaron un suelo de mosaico de varios colores que les regaló el aparejador, pues siempre se ayuda a quien sabe ayudarse a si mismo.
Lo que faltaba de mes –casi todo- lo hicieron con el poco dinero que trajeron de Jaén. En la tienda de todo que había en el poblado –había varias- también se portaron bien con ellos, pero llegó un momento en que se les iba terminando el dinero y antes de que esto sucediera, un día recogieron varios periódicos de los que se dejaba la gente en el metro y en los autobuses y con una buena pila de ellos se metieron en casa y entre todos se pusieron a buscar anuncios de ofertas de trabajo, cada cual fue señalando con un lápiz las que les parecieron mejores para, a partir del día siguiente, el padre, la madre y el hijo mayor ir a las que habían marcado; antes de entrar miraban el tipo de trabajo que podría ser y si veían que tendrían posibilidades entraban y después de hablar con el patrón, normalmente se marchaban de vacío.
Al final del día habían encontrado en una construcción un poco lejos de allí, dos puestos de peones para el padre y el hijo mayor.
La madre no encontró de asistenta por horas, que era lo que mas le convenía. –Seguiré buscando mañana-, dijo.
-Nosotros tenemos que presentarnos mañana a las 8 de la mañana en el tajo- explicó Julián, para lo que tendremos que salir de casa media o tres cuartos de hora antes, que es lo que calculamos que nos costará ir andando.
Prepararon los papeles para entregarlos en la oficina de la empresa y cuando estaban haciendo tiempo para cenar y acostarse para madrugar a la mañana siguientes, llamaron a la puerta.
-¿Quién será?-, abre niña, mandó Petra, estoy muy cansada-
-Era don Simón, el cura del poblado-
-¿Se puede?-, dijo asomando la cabeza.-
-Pase, pase, Padre- dijo Julián. Haber niños hacerle un sitio al Padre y traerle una silla-
-Usted dirá Padre-
-Pues como la montaña no ha ido a Mahoma, es Mahoma quien viene a la montaña- dijo en plan simpático don Simón-
-Ya estoy enterado que ustedes vinieron a primeros de mes y que se han dedicado a hacer la casa, normal, y ahora yo vengo, por si ustedes quieren a bendecírsela.- Por cierto les ha quedado muy bien, pues está con todos los detalles, hasta veo que tienen el suelo de mosaico y las paredes de los tabiques de ladrillo y además encaladas-
-Petra, toda orgullosa, le enseñó las habitaciones, ésta la de los chicos, ésta otra de las chicas, ésta nuestro dormitorio aquí una taza de wáter que desagua en un pozo ciego que también hemos hecho, aquí la cocina y en medio el cuarto de estar-comedor; los muebles los trajimos de Jaén, le explicaron los motivos por los que habían venido, y les agradó a todos que les bendijera la casa-
-Nuestra primera casa en Madrid- comentaron, queremos que nos la bendiga para que Dios nos ayude y nuestro querido Jesús del Gran Poder del cual a pesar que no somos sevillanos, somos muy devotos-
Una vez puesta la estola, sacó de la bolsa que llevaba un hisopo con agua bendita y su breviario, rezó en mitad de la casa unas oraciones y después fue pasando por todas las habitaciones, una por una, echando agua bendita con el hisopo y cuando terminó, Petra dijo: lástima que no sabíamos que iba a venir, podíamos haber comprado unas pastas y con una copita de anís o de coñac haber festejado éste acontecimiento.
De todas formas, sacó unas copitas y todos tomaron para solemnizar el momento.
-Bueno, dijo don Simón, me tengo que ir, pero espero, y les agradeceré verles con frecuencia por la modesta iglesia del poblado de “Las Golondrinas”, especialmente estas niñas tan guapas que Dios les ha concedido.-
Pasaron los días, padre e hijo trabajaban en la obra, salían cansados pero ganaban dinero para subsistir toda la familia humildemente.
Petra encontró trabajo en un casa que se dedicaba a hacer limpiezas en oficinas y casas particulares a tanto la hora mientras los 3 niños iban a la escuela por medio de don Simón que los llevó a una que había no lejos de la iglesia, siendo él uno de los profesores.
Iban a llegar las Navidades y aquellos días en que los gastos eran mayores, Encarnita una soleada pero fría mañana de sábado, que no tenían clase y su hermano Roberto se marcharon los dos con permiso de sus padres hasta la Puerta del Sol, una vez allí pusieron en práctica el plan que tenían pensado, para eso iban con sus mejores ropas de domingo.
Vieron a mucha gente en la Plaza que vendía Lotería de Navidad, y precisamente en eso consistía su plan.
Entraron a la sucesora de Doña Manolita, la mas acreditada de la ciudad, había una cola bastante grande para comprar lotería. Estábamos a 15, faltaba una semana para que se celebrara el sorteo.
Esperaron a que quedara alguna ventanilla vacía, tuvieron que esperar un rato, pero al fin quedó una, se asomó Roberto y preguntó el qué había que hacer para vender ellos lotería, pues necesitaban ganar dinero para ayudar a sus padres. Le despacharon olímpicamente.
-¡Así no se hace!- le dijo su hermana.
-Iré yo y verás, hay que echarle un poco de gracia y salero-
Encarnita cuando asomó su linda carita, le echó una mirada con una sonrisa y le dijo al señor que estaba detrás: -¡Resalao, ¿quieres que te venda lotería en la calle?- No se me escapa ninguno, y además bien barato te costará, sólo te voy a pedir lo que tu quieras darme, cara de ángel!.
-¡Juliaaaa!- llamó, ¡aquí hay alguien que quizás pueda interesarnos!-
Cuando salió Julia, una hermosa señora de unos 55 años, bien vestida y muy cortés, le preguntó: -Atilano, ¿qué dices?-
-Espera un poco niña- ¿cómo te llamas?, -Encarnita-
Entraron ellos a la oficina y Atilano y Julia que eran marido y mujer, comentaron: -este año nos queda mucha por vender y solo falta una semana- ¿te parece Julia que, quizás ésta niña con el desparpajo y salero que tiene podría ayudarnos a vender a los que pasen por aquí, en vez de meterse en la otra administración que hay al lado?-
No me parece mal, dijo Julia abriendo ligeramente la puerta para observar mejor a la niña que estaba cantando en voz baja, ¡parece muy alegre y muy salada!.
-Además no perdemos nada, podríamos hacer una prueba con ella, le damos unas dos o tres series y si las vende pronto, cuando entre le decimos que siga viniendo y la podríamos tener hasta la del Niño-
Además viene bien vestida y abrigada y la gente ya sabes que en éstos tiempos huye de las personas desastradas que van mal vestidas.
-No tenemos nada que perder, le pedimos como fianza su D.N.I. y se lo devolvemos cuando se vaya a su casa y le hacemos la cuenta cada día, así contenta ella y contentos nosotros-
-¿Te parece bien Atilano?-
-Conforme en todo Julia- ¿Empezamos ahora?-
-Cuanto antes lo hagamos mejor- llámala y que entre-
Atilano salió a buscarla, la hizo pasar, -¿puedes quedarte ya?-
-Encantada, pero quisiera saber las condiciones- dijo Encarnita-
-Hemos pensado en hacer una prueba contigo, como sabes tenemos mas gente empleada eventual, como tú, nosotros te dejaremos ahora mismo dos series de dos números distintos y tu te tienes que encargar de venderlas y en cuanto las vendas vienes aquí, nos entregas el dinero –que son 400 euros- y nosotros te entregamos 20 para ti, o sea un 5%, y así sucesivamente hasta la fecha del sorteo si queda lotería sin vender y en cuanto se venda empezamos con la del Niño y de esta forma podemos seguir hasta Reyes-
-¿Te interesa?-
-¡Ah!- dijo Julia, se me olvidaba decirte que en prenda nos tienes que dejar tu D.N.I. y nosotros te lo volveremos a dar cuando te vayas a tu casa-
-Lo encuentro lógico- dijo Encarnita, aquí está, dijo sacándolo de un bolsillo, pero me parece poco dinero pues salen 10 euros por serie que es lo mismo que un euro por décimo. Pero a pesar de ello acepto, haremos la prueba y si veo que no vale la pena, lo dejo, ¿vale?-
-A eso tienes que aumentar que casi todos los clientes os dan alguna propina-,dijo Julia. De todas formas una prueba no nos compromete a nadie-
-Ahí está tu salero y tu gracia en ganarte la propina-
-Bueno- pues a empezar- Te deseamos te des buena maña y vendas mucho-
-Pondré todo mi interés, por mí no quedará-
Le entregaron dos series con 10 décimos cada una y ella salió a la calle.
Cual no fue la sorpresa del matrimonio cuando a los tres cuartos de hora volvió a entrar Encarnita a por mas, pues ya la había vendido toda.
Entonces le dieron cuatro series, una de cada número.
Ella, se metía por la carretera que daba a Arenal y donde veía un coche casi parado esperando seguir, metía su cabecita por algún hueco del mismo y les ofrecía: ¡caballero, ¿quiere usted que le regale el Gordo de Navidad?, y al reclamo volvía el conductor la cabeza y raro era que o bien el conductor o bien la persona que iba en el asiento de atrás no le comprara alguno y encima le diera alguna propina, y ella, cuando arrancaba el coche escuchaba ¡que salero tiene ésta chiquilla! ¡por graciosa se lo he comprado!.
También había muchos que pasaban de largo sin hacerla caso, ella se quedaba ya a la espera del próximo para enhebrar otra vez su retahíla de lindezas que las decía con una gracia andaluza que unida a una sonrisa hacía que la venta fuera en aumento constantemente.
Su hermano, estaba frente a ella, pero en plan despersonalizado, sin hacerla caso pero sin quitarle la vista de encima, cuidándola, porque había oído que en Madrid pasaban cosas muy raras sobre todo con las niñas, pues ella, aunque solo tenia 12 años tenia un cuerpo de 16 y se le adivinaban unas formas de mujer en ciernes que para algunos depravados eran ya apetitosas.
Una sola vez tuvo que intervenir, cuando un chulo le abrió la puerta del coche y la invitó:
-¡Ven a mi casa resalada y jugaremos a médicos, te daré de merendar y te compraré toda la lotería que llevas encima!-
-Ella no quiso y el comenzó a forcejear para llevársela, y su hermano que se dio cuenta, la retiró tomándola por la cintura y cerrando la puerta-
El del coche tuvo que seguir porque le reclamaba con el claxon el que venía atrás y no pasó nada, pero Roberto le dijo:
-Mira Encarnita, nunca vendas con la puerta abierta, vende solo por la ventanilla para evitar éstos malos ratos, pues si yo no hubiera estado, Dios sabe lo que hubiera pasado-
Encarnita, asustada, le dijo:
-Mira Robert, esto me ha servido de lección, te doy las gracias por salvarme pues llevas razón, pero te pido por favor que no se lo digas a los padres ni a los hermanos, pues entonces no me dejarían venir aquí a ganar unos dineros que vendrán muy bien en casa-
Así quedaron, pero Roberto ya siempre la acompañó como un escolta y no se separó de ella.
Se quedaron a comer en La Mallorquina, allí tomaron un bocadillo y un café con leche bien caliente y se quedaron un rato a descansar mientras descendía la oleada de coches que bajaban por Arenal, sus principales clientes, no sin antes Roberto haber llamado por teléfono al más cercano que había de su casa y hablar con su madre y decirle que no les esperara a comer, que ya le contarían a la noche el porqué, pero algo le tuvo que adelantar, Petra estaba preocupada y así la dejó mas o menos tranquila.
Sobre las siete de la tarde –ya noche- volvieron a casa. Encarnita llevaba 65 euros en el bolsillo, para ellos una fortuna, habiendo quedado con los loteros en regresar mañana por la mañana y hacer lo mismo que hoy.
Y a la hora de cenar, que es cuando llegaron, abrazaron a sus padres y hermanos y sacaron de sus bolsillos aquel dinero y se lo entregaron a su madre:
-Tenga madre, esto lo hemos ganado honradamente entre los dos-
-Y hemos quedado en volver mañana y así hasta la víspera de Reyes a primera hora, depende de cómo vaya la venta
-¿De donde y cómo habéis sacado este dinero?-
Les contaron todo, menos la aventura del coche, a sus padres al principio no les gustó mucho, pero como les dijeron que siempre estaban los dos hermanos juntos y que él cuidaba de ella, parece que se calmaron y lo aceptaron y les dejaron ir los dias siguientes.
Así estuvieron hasta que el día 21, martes, a eso del medio día se le terminó a la Administración de Doña Manolita la lotería y ya tuvieron que sacar la del Niño, pero esa ya no se vendía tan bien como la anterior, pues todo el mundo iba buscando de Navidad y a Encarnita, que estaba en la acera de la calle Arenal, al pasar a la Plaza de la Puerta del Sol para entregar una serie que tenía del Niño y marcharse a comer a su casa, iba contando el dinero y vino un coche, cuyo conductor iba distraído y la tiró al suelo y menos mal que iba a poca velocidad y pudo frenar antes de pasarle las ruedas por encima.
Se arremolinó la gente y cuando vinieron los guardias lo primero que hicieron fue llamar a una ambulancia para llevarla al Hospital, lo que hicieron sin perder un segundo.
Los loteros se enteraron cuando otras niñas que estaban en la Plaza y lo vieron todo entraron a la Administración y lo dijeron en alta voz. Se asustaron mucho, pues querían mucho a Encarnita, su dulzura, honradez y buen carácter se había hecho de querer por quien la trataba, y cuando supieron el nombre del Hospital, dejaron allí a sus empleados y tomaron un taxi que les llevó rápidamente para ver que es lo que le había ocurrido.
Una vez allí, se juntaron con los padres y hermanos de Encarnita. Todos estaban afligidos, no sabían nada porque ella estaba en el quirófano y hasta que salió un médico pasó un buen rato, el cuál les dijo:
-No se preocupen demasiado, pues la niña tiene un golpe en la cabeza, el cuál no tiene importancia, pero lo que sí tiene más es en sus piernas, una de ellas, la izquierda, la tiene rota a la altura del muslo, y ahora se la están terminando de enyesar-
-¿Y que más tiene?- preguntaron todos-
-Golpes por todo su cuerpo, pero por las radiografías que le hemos hecho no tiene ninguna lesión interna- conviene que se quede aquí hasta que se le normalicen todos los golpes, incluido el de la cabeza, y entonces le daremos el alta y podrá ir a su casa donde estará con la pierna enyesada durante 30 o 40 días, y al cabo de esos días seguramente tendrá el hueso soldado y ya se le podrá quitar la escayola y después tendrá que venir a hacer rehabilitación para aprender a andar, primero con muletas y después sin ellas y la niña, dentro de un año ya ni se acordará de éste accidente que ha tenido-
-Esperen un poco a que la lleven a su habitación y entonces podrán verla pero solo un momento- por cierto, recuerdo que ha preguntado mucho por una tal señora Julia, ¿es su madre?, no, soy yo, dijo ella que ya estaba llorando. ¡Le daré un abrazo como hace muchos años que no he dado a nadie!-
Cuando estuvo en su habitación el médico les aconsejó que no entraran todos de golpe. Primero entraron sus padres Julián y Petra. Se abrazaron y besaron llorando los tres.
-No lloréis padres- lo peor ya pasó, ahora todo es cuestión de tiempo y paciencia, así que no os preocupéis por mí, eso sí, venir a verme cuando podáis, me gusta mucho, lo mismo les diré a mis hermanos, pero nada más.
Después entraron Julia y Atilano. Julia le dio un abrazo del cual le costó despegarse y las lágrimas fluyeron por sus ojos.
-No llore señora Julia- quería entregarle ésta serie de la lotería del Niño que tenía para vender y por eso preguntaba por usted-
-Quédatela para ti, pues en el poco tiempo que te he tenido me has dado tu cariño que es lo que mas vale-
Atilano le dio un beso en la frente y la animó diciéndole:
-Cuando vuelvas, si quieres, no te dejaremos que vendas en los coches y es más, el primer sitio libre que quede dentro del establecimiento será para ti-
Y después entraron los hermanos los que la prometieron venir a verla siempre que pudieran hacerlo.
Después se marcharon todos juntos, Julia y Atilano tomaron dos taxis, uno para ellos y otro para los cinco de la familia, que fueron pagados por Atilano.
Cuando llegaron a Las Golondrinas fueron a ver a don Simón al que contaron todo lo que había pasado y él les preguntó:
-¿Dónde está Encarnita?- pues quiero ir a verla-
-En el Hospital del Niño Jesús en la habitación 812 que es el piso de los niños-
-Pues mañana en la mañana, cuando me quede libre iré a verla y pasar un rato con ella-, tienen ustedes un tesoro, cuídenla-
Así fueron pasando los días, aquélla Navidad fue un poco triste en casa de Encarnita, todos los ratos que tenían libres iban a estar con ella, unos a una hora y otros a otra, no se pudo evitar que la niña pasara las Navidades en el Hospital pues se le tenía que pasar la conmoción cerebral, que afortunadamente no tuvo complicaciones y las heridas y moratones se le fueron curando con mas rapidez que la que los médicos creían.
Todo el mundo la quería en el Hospital, pero, cuando se tuvo que levantar de la cama y andar con las muletas, le costó mucho acostumbrarse, ella apretó los dientes y se dominó todo lo que pudo para que no la vieran llorar.
La lotería de Navidad tocó algún premio de los pequeños en doña Manolita y muchas pedreas y reintegros y a pesar del trabajo que tenían en ventanillas, Julia y Atilano también iban a verla con frecuencia.
La serie del sorteo para la lotería del Niño que le habían regalado a ella la llevaron sus padres a su casa y allí la guardaron, pero el número se le quedó grabado a Encarnita, era el 15624, ella lo recordaba bien y no se le olvidó.
Para ese día hubiera querido salir y marchar a su casa, pero los médicos, en una consulta que tuvieron entre ellos, decidieron que sería bueno que comenzase la rehabilitación en el Hospital en calidad de interna, no se fiaban que una vez en su casa, su familia le ayudaría a hacer los ejercicios que necesitaba para ir acostumbrándose a andar con la pierna enyesada y con los festejos de las Navidades estaba mejor en el Hospital, después de comenzar a saber la niña hacerlos, ya le darían el alta, pero de momento allí pasó aquellas Navidades.
También se les había metido en su corazón a los médicos y la cuidaban como si fuera un familiar suyo.
Y llegó el día del sorteo de la Lotería del Niño.
Atilano y Julia le habían regalado un transistor y con él pasaba muy buenos ratos, era una niña que no se aburría.
Aquélla mañana le adelantaron la rehabilitación para que pudiera escuchar el sorteo, del cual tenía ella mucha ilusión y esperanza.
Hacia sus cuentas, pero con tanto cero no se aclaraba.
Llegó la hora, ella en su habitación y apuntado en un papel el número 15624 delante. Como era por el sistema moderno, primero salieron terminaciones de dos, tres y cuatro cifras que ninguna se aproximó al suyo y por fin con gran solemnidad, dijeron que se iba a proceder a extraer el “gordo” de dicho sorteo premiado con 160.000 euros por serie, y comenzaron a sacar los números los niños del Colegio de San Ildefonso: el primero que sacaron fue el 1, el segundo, el 5, el tercero el 6, el cuarto el 2 . A medida que iban saliendo, la habitación que estaba llena de niños, todos decían ¡¡BIEN!!.
Solo faltaba el último y todos los niños como si fuera una orquesta decían, ¡el 4, el 4, el 4! Y apenas se oyó al locutor que dijo EL 4.
Se armó un guirigay en la habitación, en las demás habitaciones, en el cuarto de los médicos, en el de enfermeras, en fin, poco a poco en todo el Hospital que aquello parecía una verbena.
Todo el que podía salía por los pasillos y desfilaba por él cantando en alta voz. Las enfermeras no podían con ellos. Así estuvieron cerca de una hora y a los diez minutos llegaron los periodistas a entrevistar a Encarnita, la que, con su desparpajo les contó lo primero la amabilidad de los loteros de Doña Manolita, doña Julia y don Atilano que le habían regalado una serie de ese número.
-¿Sabes cuanto te ha tocado Encarnita?-
-Muchos ceros, dijo ella, pero no sé cuanto-
-Pues han sido, les dijeron ellos, 1.600.000 euros-
-¿Y eso es mucho?- ¿En pesetas, cuando es?-
-Mas de dos mil quinientos millones de pesetas-
-¿Tienes pensado lo que vas a hacer con tanto dinero?-
-Pues, algo tengo, pero no se lo voy a decir a ustedes ni a nadie antes que lo hablemos en mi casa, tiene que ser de acuerdo entre toda la familia-
Mientras tanto en las Golondrinas, en casa de Encarnita, ya se habían preocupado de poner e buen recaudo la serie premiada en un banco que no estaba lejos.
Antes de depositarlo les pidieron los periodistas que les dejasen hacer unas fotografías de la “serie de Encarnita” como todo el mundo la llamaba.
Y así salió en los periódicos esa misma tarde con la fotografía de la niña, de su familia, de su casa donde vivían y de su pequeña historia que los llevó a tener esa bendita serie.
Por la tarde, Encarnita pidió al director del Hospital, por medio de una enfermera, que quería ir con todos los niños que pudieran a ver la Cabalgata de los Reyes Magos. Procuraron complacerla pero solo a los que su salud se lo permitiera. Revisaron los historiales de todos los niños que había internados y los que pudieron fueron, pero los que no, la vieron por televisión.
Y en dos autobuses, los más cómodos y mejores que había en Madrid, llevaron a 50 niños a un sitio preferente donde vieron la Gran Cabalgata y hasta estuvieron hablando con Melchor, Gaspar y Baltasar.
Fueron unos días de ensueño los que pasaron los niños internos en el Hospital del Niño Jesús de Madrid en aquel final de la Navidad.
Pero como todo se termina en ésta vida, también se acabó la Navidad y otra vez todo volvió a su vida normal.
Y entonces fue cuando decidieron el qué iban a hacer con el dinero, pues cada uno de la familia tenía su idea, pero el dinero era de Encarnita, a la cual había que escucharla la primera.
Como ella se encontraba mejor, se decidió que el domingo 16 de Enero por la tarde harían una reunión en su casa a la cual se empeñó Encarnita que asistiera don Simón el cura, en calidad de oyente y como persona aconsejante, si era menester.
Encarnita tenía una idea que nadie sabía y la tenía que decir a los demás.
Cuando dieron las cuatro, se juntaron todos, ante una mesa con 6 sillas y cada uno sentado, y cuando llegó don Simón, éste rezó unas preces para que les iluminara el Espíritu Santo y cuando terminó, tomó la palabra Encarnita y les dijo lo siguiente:
Nadie me ha dicho nada, nadie sabe nada, pero desde el primer momento tengo una idea metida en la cabeza que, cada vez me gusta más y quiero proponerla a ver que os parece a todos vosotros.
Como sabemos, todo éste poblado no tiene de nada mas que casas pobres que en invierno pasamos mucho frío y en verano mucho calor, no hay mas que unas pobres tiendas con lo justo para mal vivir y mal comer, cosa que hemos estado haciendo hasta ahora.
Y yo había pensado que con todo ese dineral que me ha venido del cielo, el hacer unos bloques de casas para cambiarlas por las que tenemos, casas que tengan únicamente todo lo necesario para vivir normalmente y abandonar éstas chabolas, ¿qué os parece?.
Todos se quedaron callados, no se esperaban una cosa así, ellos sabían que el fondo de Encarnita era bueno, pero... eso de desprenderse así de tanto dinero era un poco fuerte.
-No digáis nadie nada hasta que lo halláis pensado bien. Tener en cuenta que todos tenemos derecho a llevar una vida con ilusión y alegría, y parte fundamental de ella, es vivir dignamente y en cuanto al pago de ellas por los compradores, sería una venta a bajo precio, ya lo arreglaremos.-
-Caritas, tiene un aparejador que fue quien nos dijo donde podíamos instalarnos, don Simón me dijo que era una buena persona que venía aquí y trabajaba una o dos tardes a la semana gratis, también tenemos gratis un médico que viene todos los días a un pequeño dispensario-
-El aparejador conocerá a algún arquitecto que, cobrando unos honorarios pequeños se encargaría de hacer los planos y la dirección de obra-
-Y en cuanto a los terrenos, hoy no sé de quién son y las gestiones que habría que hacer, entre don Simón, el aparejador y el arquitecto las harían-
-Y además mientras las obras, habría trabajo para todos los que hoy no lo tienen-
-O sea que con esto se podría hacer un pueblo precioso poniéndole el mismo nombre que tiene, Las Golondrinas-
-Y esto es todo cuando tenía que deciros, ahora pensarlo vosotros y que cada cual de su respuesta cuando la tenga bien pensada, y mientras tanto vamos a merendar-
-¿Nos dejas que te hagamos una pregunta Encarnita?- dijo su padre-
-Las que quieras padre-
-¿De donde has sacado tu, una mocosa de 12 años, todas éstas cosas?-
-En la biblioteca del Hospital, en las preguntas que hacía a la bibliotecaria y en las clases que allí nos daba una profesora que iba por las tardes todos los días, padre-
-Pues venga usted aquí, señorita que le voy a dar una..........-
Cuando Encarnita se acercó a su padre con la cabeza baja, su padre, con las lágrimas asomando a sus ojos la abrazó y la beso en sus mejillas y le dijo:
-Esto es una hija con todas las de la ley, eres además de trabajadora, una niña que piensa en los demás-
-Yo no tengo que pensar nada, digo un si a todo lo que tu has propuesto, pero con una condición, que nos quede algo de dinero para que tu vayas a la Universidad cuando seas mayor, quiero que estudies la carrera que te guste y que siempre seas así, hija mía, y ojala que todos mis hijos sean iguales-
-Y a vosotros, ¿qué os parece?- les dijo a sus hijos-
Todos dijeron igual que su padre y le preguntaron
-¿Nosotros, también podremos estudiar?-
-Pues claro que si- cada cual la carrera o el oficio que le guste-
-¿Y nos haremos una casa grande y buena?-
-Nuestra casa será igual que las de los demás-
-Pues adelante- dijo don Simón, hija mía, en el Cielo habrá también fiesta grande en éste dia porque la luz ha iluminado ésta casa-
Pronto corrió la voz entre los habitantes de Las Golondrinas.
Vino una arquitecto, Cristina Saráchaga, que trabajaba con el aparejador, y con el interés que pusieron todos, en menos de dos años, venciendo toda clase de obstáculos se edificó una ciudad-jardín de bloques no muy altos, de 5 pisos de altura con garaje y altillo y el día 5 de Enero de 2007 se entregaron las llaves en un acto solemne que se hizo en el Salón de Actos que para el efecto también se hizo.
A cada cual se le hizo una escritura de compra-venta con amplias facilidades de pago al precio de costo, porque allí no se trataba de ganar dinero, sino de dar cobijo digno a los habitantes de Las Golondrinas.
Y después de hacer todo estos gastos le quedaron a Encarnita más de millón y medio de euros, que sirvieron para los estudios de los cuatro hermanos.
Eugenio Ugarte Alonso
eugugarte5@reterioja.com