martes, 4 de enero de 2011

MEMORIA PERDIDA

El olor temprano de la azucena los sábados
aturde mis sentidos,
es frescura atravesando la mirada sorprendida
de mi espera.

Las revistas inundando mi cuarto para revelarme un mundo
cuya ventana de asomo deberé llevar en mi frente;
las noches arcoirisadas de lluvia
llamando a la puerta de la fantasía
sobre un techo de zinc;
el gentío monótono de la plaza del mercado
metiéndose en olores y luz dentro de mi cuerpo,
un hospital donde la espera era una caricia de voces
contra mi rostro,
un suave indicio del dolor sereno de los días.

Un olor a guayaba sobre los ojos
moldeando mi mano
ya lista para el convite.

Los amaneceres claros de las aves
levantando mi rostro
contra la poesía.

La certeza honda del azúcar en la boca,
de la infancia posada en una imagen colorida
de un televisor gigante.

Y una mano sobre mi pelo pidiéndome paciencia,
apretándome contra un pecho
que aún se empeña en poseerme.

Sé que una vez ocurrió todo esto, pero no sé cuándo,
ni qué extraño eslabón lo ha grabado en mi memoria.

(El libro de los viernes)
Gilberto Hernández Matos

No hay comentarios: