viernes, 12 de marzo de 2010

GANAR ES UN PLACER

En un salón con las paredes forradas en madera y el piso de mosaicos blancos y negros, se habían reunido una cantidad considerable de peones. En estas circunstancias se encontraban juntos, negras y blancas, aunque en otros acontecimientos una pasión competitiva los distanciaba bastante. Si no me equivoco por contar mal, eran dieciséis. Se habían reunido ahí para deliberar y protestar por su condición de menor valor con relación a la posibilidad de dominio en el juego. Había un peón mayor que pensaba lo contrario, sostenía que si los sabían dirigir bien, haciéndolos llegar a lo más alto, eran capaces de sustituir a cualquiera. Eso nadie se lo quería reconocer, haciéndolos parecer siempre que eran los inferiores y de menor valor en cuanto a fuerza
de choque.


Trepándose sobre una torre negra, se había parado uno de ellos de color blanco levantando los brazos ostentando capacidad directiva. Se dirigió a los demás reunidos, hablando en voz alta para que lo oigan bien. Desarrolló el siguiente pequeño discurso: “Estimados compañeros, estamos aquí presentes por un problema que nos debe reunir a blancos y negros sin distinción de color, por la importancia que nos toca por igual a todos, teniendo en cuenta que es una cuestión sumamente importante...”
- “Tendríamos que ver si nos apoyan los caballos, los alfiles y las torres!” - arremetió un peón negro – “ Cuantos más nos acompañen, más pesará lo que resolvamos! - Esta posición no fue apoyada en un primer momento por la mayoría, pero insistieron. Alegaron que habría que invitarlos a opinar antes de dejar la moción de lado.
La discusión siguió un largo rato, pero al final se impusieron los que estaban a favor de invitar a los otros grupos. Así se hizo, y se resolvió llamar a una próxima reunión ya con los invitados y se
nombró una comisión para que lleve adelante las reuniones que hagan falta. Los otros compañeros de juego no se opusieron a participar.


Al realizarse el encuentro siguiente, un peón blanco pidió la palabra y propuso nombrar a un presidente y un secretario, lo que fue unánimemente aprobado. Para presidente se propuso al peón blanco, el que había pronunciado el primer discurso y para secretario propusieron un caballo negro, lo que fue aceptado por mayoría.
Al continuar la reunión pidió la palabra un alfil negro, que con voz ronca dijo que ellos venían a esta reunión para que se incluya en el pedido que ni ellos ni los caballos estaban dispuestos a caminar siempre para un costado, como si estuviesen borrachos, que preferían hacerlo en forma recta como lo hacen las torres. En ese momento se levantó una torre blanca enojada, gritando a voz en cuello que lo de caminar en forma recta les pertenecía y que si se
aprobaba esa moción, ellos se retirarían de la asamblea.
Llegada esa desagradable situación, se levantó el presidente proponiendo que se realice una votación, para saber qué opinaba la mayoría. Se impuso la propuesta del alfil, lo que motivó que se levantaran todas las torres y se retiraran del recinto, se oyó un tumulto que fue acallándose a medida que se retiraban.



Resuelto ese percance, se formó una comisión que, con el mandato de la asamblea, fuera a entrevistar a ambas damas para pedirles una reunión urgente con los reyes y presentarles las peticiones acordadas. Las damas respondieron que no tenían ningún problema, pero los reyes no pudieron recibirlos en ese momento porque estaban cerrando los detalles del próximo partido entre ellos. A la fecha siguiente no tuvieron otra alternativa que alistarse en el tablero como la hacían siempre.
Esta vez los blancos y los negros ya no se miraban como enemigos, aunque ni siquiera se les cruzó por la cabeza que las reuniones que efectuaron les sirvió para algo. Ya se había creado un aprecio, aunque no logren conseguir los cambios que estaban solicitando, ya habían conseguido algo que no es fácil lograr, una simpatía que los ayudaría a disfrutar mucho más de los partidos.
Ya alistados en el tablero, la partida comenzó. Los blancos salieron con peón cuatro rey, los negros contestaron con peón cuatro rey.
Quedaron frente a frente y se pusieron a charlar. Salieron los blancos con caballo tres alfil, los negros con peón tres dama, las blancas con alfil cuatro alfil, las negras con caballo tres torre.
Negras y blancas se encontraban y el nivel de susurros y risitas crecía y crecía. La camaradería era una evidencia, pero el partido requería cierta competitividad y oposición que no se obtenía.
Así siguió la partida hasta que la torre que se había rebelado en la asamblea quedó vecina del caballo negro. Silencio repentino.
Miradas cruzadas. En la próxima jugada podría comerlo. Todos los peones miraban expectantes.
Parece ser que la torre había reflexionado. Le guiñó el ojo al caballo negro y se dieron un abrazo, se fueron del tablero caminando despacio, ignorando la incertidumbre que habían sembrado a su
alrededor. Los reyes no entendían nada, los peones cantaban victoria. La partida quedó abandonada y las reglas del ajedrez modificadas para siempre.
Los reyes y las damas se arremangaron y comenzaron a barrer la cancha..

por Isaac Vainstub

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