INGRESADA
Por decisión propia quiso ingresar en el centro, todo aquello era una pesadilla, llegó bastante alterada y en seguida la llamaron para hablar con una psicóloga. Nada, las preguntas típicas, y un ¿seguro que quieres ingresar?, por último.
Ella respondió que si, era la hora de las despedidas, sus padres y dos de sus hermanos estaban allí. ¿Por cuánto tiempo me quedaré?, pensaba.
La subieron a una habitación, ella obedeció, pero aun no se había despedido, ¿por qué me llevan? Permaneció sentada en esa habitación tan fría, mirándola de arriba a bajo a ver que le podía reportar, pero no vio nada. Se oían voces, alguien estaba sufriendo, salió de la habitación pero se encontró con una enfermera en la puerta que le comunicó que su familia ya se había ido. Entró a su habitación a llorar desconsoladamente, ya no estaba tan segura de querer estar allí, sola.
Se mantuvo en la habitación hasta la hora de cenar, le daba vergüenza salir, ni que fuera la única allí que tenía un problema.
Al bajar todavía no habían abierto la puerta del comedor así que se sentó con todos los ingresados del centro, todos le daban ánimos, pero eran todos muy mayores, no quitaba su sonrisa de su cara pero por dentro se moría de deseo de salir corriendo, hasta que alzó bien la vista y vio allí a una chica de su edad, suspiró y se acerco a hablar con ella. No la había visto se llevo una agradable sorpresa al verla y así comenzó su amistad con ella durante el tiempo que estuvo allí.
La primera sorpresa en la cena fue la de un cambio de tratamiento, uf, ya sabia que no lo iba a pasar muy bien.
La vida allí era una rutina, levantarse, ducharse, vestirse y desayuno. Luego iba a alguno de los salones para hablar con alguien, sobre todo con la chica que conoció y con otra pero esta estaba bastante mal aunque las dos se reían mucho escuchando sus historias, hablaba de dios como si lo conociera de toda la vida y les leía el futuro hasta con una naranja, les parecía gracioso.
Luego si hacia buen tiempo iban al jardín y si las dejaban, al gimnasio. Después tendrían que hacer algo hasta llegada la comida, luego la cena, se pasaban el día en la habitación hablando de su vida, la verdad ella sabía que no necesitaba estar allí comparándose con los demás ingresados, pero se sentía cómoda, tenía una nueva familia.
Las nuevas pastillas hicieron sus efectos adversos y tenía espasmos en las piernas, entonces era cuando la subían a la habitación y le ponían una inyección, y se calmaba, podía seguir con sus amigas.
Alguien de su familia la visitaba todos los días y le llevaba revistas y cosas para comer que compartía con las amigas.
Llego el día de su salida, estuvo ingresada una semana aunque a ella le pareció mucho mas, tenía miedo a irse, no quería pero no le quedaba mas remedio. Llegaron a buscarla se despidió de su amiga y de las demás, compartieron sus teléfonos y se fue.
Ya en casa lloraba porque quería volver su familia no lo entendía, pero es que allí le habían dado una rutina a seguir que liberaba su mente y lo echaba de menos.
Pasó el tiempo, y recibió varias llamadas de los amigos que allí hizo, ya habían salido, pero estaban peor que ella y tendrían que seguir acudiendo al centro cada día. Pero esas llamadas la hicieron feliz, y se dio cuenta de que no quería volver nunca a ningún centro ya que no lo necesitaba.
Después de muchos meses se entero de que aquellas inyecciones que le ponían para calmarla eran solo agua destilada.
por Loresal
Ella respondió que si, era la hora de las despedidas, sus padres y dos de sus hermanos estaban allí. ¿Por cuánto tiempo me quedaré?, pensaba.
La subieron a una habitación, ella obedeció, pero aun no se había despedido, ¿por qué me llevan? Permaneció sentada en esa habitación tan fría, mirándola de arriba a bajo a ver que le podía reportar, pero no vio nada. Se oían voces, alguien estaba sufriendo, salió de la habitación pero se encontró con una enfermera en la puerta que le comunicó que su familia ya se había ido. Entró a su habitación a llorar desconsoladamente, ya no estaba tan segura de querer estar allí, sola.
Se mantuvo en la habitación hasta la hora de cenar, le daba vergüenza salir, ni que fuera la única allí que tenía un problema.
Al bajar todavía no habían abierto la puerta del comedor así que se sentó con todos los ingresados del centro, todos le daban ánimos, pero eran todos muy mayores, no quitaba su sonrisa de su cara pero por dentro se moría de deseo de salir corriendo, hasta que alzó bien la vista y vio allí a una chica de su edad, suspiró y se acerco a hablar con ella. No la había visto se llevo una agradable sorpresa al verla y así comenzó su amistad con ella durante el tiempo que estuvo allí.
La primera sorpresa en la cena fue la de un cambio de tratamiento, uf, ya sabia que no lo iba a pasar muy bien.
La vida allí era una rutina, levantarse, ducharse, vestirse y desayuno. Luego iba a alguno de los salones para hablar con alguien, sobre todo con la chica que conoció y con otra pero esta estaba bastante mal aunque las dos se reían mucho escuchando sus historias, hablaba de dios como si lo conociera de toda la vida y les leía el futuro hasta con una naranja, les parecía gracioso.
Luego si hacia buen tiempo iban al jardín y si las dejaban, al gimnasio. Después tendrían que hacer algo hasta llegada la comida, luego la cena, se pasaban el día en la habitación hablando de su vida, la verdad ella sabía que no necesitaba estar allí comparándose con los demás ingresados, pero se sentía cómoda, tenía una nueva familia.
Las nuevas pastillas hicieron sus efectos adversos y tenía espasmos en las piernas, entonces era cuando la subían a la habitación y le ponían una inyección, y se calmaba, podía seguir con sus amigas.
Alguien de su familia la visitaba todos los días y le llevaba revistas y cosas para comer que compartía con las amigas.
Llego el día de su salida, estuvo ingresada una semana aunque a ella le pareció mucho mas, tenía miedo a irse, no quería pero no le quedaba mas remedio. Llegaron a buscarla se despidió de su amiga y de las demás, compartieron sus teléfonos y se fue.
Ya en casa lloraba porque quería volver su familia no lo entendía, pero es que allí le habían dado una rutina a seguir que liberaba su mente y lo echaba de menos.
Pasó el tiempo, y recibió varias llamadas de los amigos que allí hizo, ya habían salido, pero estaban peor que ella y tendrían que seguir acudiendo al centro cada día. Pero esas llamadas la hicieron feliz, y se dio cuenta de que no quería volver nunca a ningún centro ya que no lo necesitaba.
Después de muchos meses se entero de que aquellas inyecciones que le ponían para calmarla eran solo agua destilada.
por Loresal
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