Los Crímenes de Oxford (2008)
Difícil tarea la mía reseñaros una película de la que es mejor no saber demasiado antes de verla. Por ello y evitando masacraros a spoilers (eso lo dejaremos para los comentarios), trataré de dejaros mi impresión sobre ella sin desvelar detalles importantes, e intentando que acudáis a ella sabiendo qué tipo de película tendréis delante.
Lo primero a indicar es algo que ya se presuponía con tan sólo echarle un ojo al trailer. Y es que con esta película Alex De La Iglesia da un giro de 180 grados a su carrera, aparcando así su toque gamberro y su humor negro en beneficio de un trama policial mucho más seria y compleja que en sus anteriores trabajos.
En materia de guión sigue colaborando con Jorge Guerricaechevarria, con el que ha co-escrito casi todas sus películas. Pero esta vez son ellos mismos los encargados de guionizar la novela, pues recordemos que en ‘Perdita Durango’, su primera adaptación, el guión corrió a cargo de David Trueba.
Por ello, es de agradecer que en materia de escritura y dirección, De La Iglesia haya optado por obrar al servicio de la novela y no al revés (eso último, algo que otros directores sí hacen y no siempre para bien).
En este caso, la historia es producto de la imaginación del escritor argentino Guillermo Martínez, que elabora una intriga policial en la que un profesor de Oxford y un joven estudiante andan tras la pista de un asesino en serie bastante curioso. Aparentemente, la única forma de atraparlo es descubriendo, mediante códigos matemáticos, el patrón que éste sigue.
El profesor Arthur Seldom (John Hurt) y el joven Martin (Elijah Wood) conforman una pareja sujeta a las directrices del maestro y el pupilo. De esta forma, Seldom ejercerá de instructor para el joven y éste, consciente tanto de sus limitaciones como de sus demostradas capacidades intelectuales, intentará superar al maestro a la vez que aprenderá de él.
Está claro que el ego de uno desbordará al otro, de modo que la sumisión y la admiración tales hacia un maestro seguirán una constante muy variable a lo largo de la película. O bien retará al maestro, o bien aceptará sus irrefutables teorías, todo en función de qué hechos acontezcan.
Como si se tratara de una versión actualizada de Sherlock Homes y su indispensable y estimable compañero el Dr. Watson, Seldom y Martin siguen las pistas que el asesino les deja a modo de acertijos. Acertijos que se basan en teorías matemáticas, simbolismos y demás cosas de las que no todos seremos unos expertos pero que igualmente tampoco son un impedimento para seguir la trama (gracias a Dios, porque yo soy más de letras).
De hecho y por decirlo de alguna manera, la parafernalia matemática/filosófica que inunda la película y la cuál es el sustento de la misma, no es más que una cortina de humo para lo que realmente esconde el enigma que aquí se nos presenta. No hay que dejarse marear por tanto número y tanto símbolo, pues la cosa es mucho más sencilla y natural de lo que pueda parecer.
En todo momento se juega al despiste no sólo con el espectador, sino con los protas. No desvelaré mucho, pero hay que estar atento a cada conversación, pues ningún diálogo es banal (aunque algunos pecan de demasiada pomposidad). Hay que estar atento a cada plano, que por muy poco trascendente que parezca, en él hay una clave que luego servirá para encajar las piezas del puzzle. Y sobre todo, tened en cuenta que un cruce de miradas o un gesto puede ser mucho más revelador que algunas de las propias conversaciones.
Es por eso que aunque la película se alargue a las casi dos horas, su visionado no resulta aburrido, pues en todo momento nos obliga a permanecer atentos a lo que en ella está pasando. Aunque sí hay que apuntar que el suspense, bastante ligero, fluye mejor en algunos momentos que en otros, y con unos personajes mejor que con otros.
Cual partida de ajedrez, cada personaje tiene su cometido. Tendremos pues desde las piezas que ejecutan toda el plan hasta los meros peones que son un elemento más para que todo funcione con la perfección de un reloj suizo.
A la intriga que rodea los personajes de Martin y Seldom hay que añadirle una pizca de romance que atañe al primero de ellos y que lo implica sentimentalmente con Lorna, el personaje que interpreta
Cada personaje, por muy poca que sea su presencia, tiene importancia en la trama. De algún modo u otro, todos tienen algo que les vincula al caso, ya sea de forma directa o indirecta. También es cierto que algún que otro personaje, como ya he dicho antes, juega un poco al despiste, así que ojito de quién sospecháis, porque las sorpresas pueden ser mayores o menores dependiendo de vuestra perspicacia. No más decir que en una frase pronunciada en la película -y que también aparece en el trailer- está implícita toda la esencia de la misma.
Es una lástima que al final, muy al estilo Hollywoodiense (mal!), De La Iglesia opte por dárnoslo todo masticado. Así que si hay algo en lo que os habéis perdido, tranquilos que al final del film los propios protagonistas nos lo cuentan todo (incluso con los ya indispensables flashbacks).
Supongo que de esta manera, todos y sin excepción, saldrán satisfechos de la sala. Unos por entender lo que se les escapó y otros por confirmar sus sospechas (o algunas de ellas).
La verdad es que yo prefiero que las cosas queden un poco en manos del espectador. Que pueda comerse el tarro a la salida del cine, que le dé vueltas a la historia o que pueda debatir ciertos puntos con otras personas para aclararlos. Por decirlo de otra manera, que las cosas se dejen claras de forma más sutil y no tan evidente, que quizás eso le quite cierta gracia al asunto.
Claro que viendo como algunos resuelven los thrillers, casi mejor así que quedarse con cara tonto cuando se encienden las luces.
Todo el enigma a resolver se basa básicamente en causalidades, aunque hay unas pocas casualidades menos probables que damos por hecho para no ponerle demasiadas pegas al guión. Lo que interesa es que al menos no nos tomen por cazurros, y aunque no tengamos ni idea de matemáticas y simbolismos (ahí es donde el autor de la novela nos vacila un poco), por lo menos que le demos caña al cerebro con un fin.
A John Hurt siempre es un placer verle actuar, haga el papel que haga.
A Elijah Wood le va a costar trabajo desquitarse del personaje de Frodo y no porque le falten ganas, sino porque ese le ofreció una popularidad que a día de hoy, para bien o para mal, le sigue pesando. No dudo que tarde o temprano y con el empeño mostrado y la diversidad de proyectos en los que se mete, acabe siendo conocido por su nombre y no por ‘el que hizo de Frodo en ESDLA’.
Leonor Watling, como ya he comentado antes, cumple con un papel que tampoco permite más. No deslumbra (salvo en lo físico), pero es mejor que algunas compatriotas que han cruzado el charco.
El punto más cómico, a parte de algunos diálogos entre los demás personajes, viene de la mano de
Y por último cito a
Por lo demás, un thriller interesante pero no fascinante. Tanto número y símbolo puede aturdir a algunos. A otros, tan poca acción y tanto diálogo petulante en dos horas puede llegar a aburrirles. Y a mí, alguna ínfulas grandilocuentes que el autor de la novela -doctorado en matemáticas- plasma en la historia me indigestan un poquito.De todas formas, puede gustar si las expectativas no están por las nubes.
Estamos ante un paso abismal en la carrera del director, por lo que quizás lo suyo hubiera sido una evolución más gradual. De sus gamberradas pasamos al thriller puro y duro, y además con una novela con mucha abstracción científica. No en vano, dirige con pulso y sabe mantener bien el misterio a lo largo de todo el metraje. Dirección funcional, sin excesos pero con menos impacto del esperado.
Recomendada sobretodo a matemáticos (que perderán el tiempo descifrando códigos), a los que gustéis de los thrillers de misterio sin giro final absurdo, y a los fans de Leonor Watling (por aquello de verla en cueros). A los seguidores de Alex De La Iglesia, si sois permisivos con el cambio de registro, mejor que mejor.
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