Mortadelo y Filemón. Misión: Salvar la Tierra (2008)
Mortadelo y Filemón. Misión: Salvar la Tierra (2008)
Le ha sentado bien el cambio de director a esta secuela.
No digo que Javier Fesser sea malo (porque no lo es ni mucho menos) ni tampoco que no fuera el director adecuado para abordar la primera aventura de Mortadelo y Filemón en el cine con actores reales. Este carismático realizador supo dar su sello personal (y para eso lo eligieron) a una primera incursión cinematográfica en carne y hueso de estos queridos personajes de cómic que salieron del coco de Francisco Ibáñez y que tantas horas de diversión han hecho pasar a varias generaciones de españoles (y de guiris en otros países). Y de ahí el taquillazo.
Pero precisamente por eso, por llevar ese toque particular y característico que acompaña siempre Fesser a sus obras, la recaudadora ‘La Gran Aventura de Mortadelo y Filemón’ se parecía demasiado estéticamente a uno de sus trabajos más conocidos, y que a mí me encanta, ‘El Milagro de P. Tinto’. Este pequeño detalle le quitó en cierta manera el protagonismo, la esencia, espíritu y personalidad que ha dado Ibáñez a sus más famosas criaturas.
Creo que Miguel Bardem ha sabido captar mejor esa misma esencia, espíritu y personalidad de Mortadelo y Filemón, y ha conseguido dirigir una secuela más acorde a la estética y al modus operandi tan disparatado con el que actúa esta pareja de agentes de la T.I.A. y compañía.
Esta entrega de título sugerente, ‘Mortadelo y Filemón. Misión: Salvar la Tierra’, es más divertida y entretenida que la primera, y tiene más ritmo y es mucho más comprensible en cuanto a diálogos que la original (todavía me acuerdo lo que me costó entender las frases de guión de algunos actores como Benito Pocino, Janfri Topera o Eduardo Gómez). Una sucesión de gags cómicos bastantes buenos hicieron que el público (mayoritariamente adolescente) soltara numerosas carcajadas sinceras y espontáneas en mi sesión que daban fe de que el ‘lavado de cara’ direccional había sido para mejor.
Pero, además del cambio de director, otros factores hacen que este film patrio sea un grato entretenimiento. La trama que tiene, cogida de aquí y de allá de la colección de historietas publicadas hasta el momento, bien guionizada y contada, es uno de ellos:
El planeta se enfrenta a una gran amenaza: una gran sequía que acabará con todos nosotros y que intentará aprovechar el malvado Botijola (Carlos Santos) para convertir la bebida que lleva su nombre en el sustituto del agua. Para ello contará con sus secuaces para eliminar las reservas acuíferas que quedan en la Tierra.
Un atentado en la Jonu, donde se reunían los mejores agentes secretos del mundo para intentar desenmascarar al malvado Botijola, a la que no acuden Mortadelo (Edu Soto) y Filemón (Pepe Viyuela) porque no se hablan, acaba con todos ellos. Ahora los dos desastrosos agentes de la T.I.A. tendrán que dejar sus diferencias a un lado y reunirse de nuevo para salvar la Tierra de esa gran sequía y para proteger al profesor Bacterio (Janfri Topera) y su máquina de la lluvia, inventada para recuperar el agua perdida.
Sin embargo, Bacterio es secuestrado por Botijola, aunque antes consigue esconder las piezas de su invento en distintos momentos históricos, utilizando la máquina del tiempo. Mortadelo y Filemón viajarán al pasado para recuperar tan valiosa invención, con la inestimable ayuda de Ofelia (Berta Ojea) y siguiendo los ordenes del Súper (Mariano Venancio).
La película transcurre argumentalmente con tanta regularidad, orden y armonía que se te pasa en un suspiro. Y ese deseo de que no se acabe es una buena señal a la vista de las infumables cintas de interminable fin que se pasean por nuestros cines.
Los efectos especiales son otro punto a favor de la cinta. En ‘La Gran Aventura de Mortadelo y Filemón’ los FX eran un elemento importantísimo para trasladar con fidelidad a la gran pantalla las estrambóticas e inverosímiles tortas, cachivaches y demás elementos casi surrealistas que abundan en las historietas comiqueras de este par de calamidades de agentes. Y, como he mencionado antes, llevaban el sello Fesser, eran los protagonistas del filme, así que cualquier ficticio personaje podría haber sido víctimas de ellos, daba igual que no fueran Mortadelo y Filemón.
Sin embargo, los efectos especiales de esta secuela son, para mi gusto, mejores que su original, excelentes, no sólo por su factura, de aspecto visiblemente distinto, sino por estar más al servicio de nuestros protagonistas, haciendo que ese surrealismo del que os hablaba parezca hasta normal y reconocible.
Y, por último, el cambio de actor para Mortadelo ha sido un acierto bestial. Edu Soto da una dimensión y unos matices al papel muchos más amplios y con más posibilidades que los de Benito Pocino. Pocino era un intérprete limitado, que no supo (o no pudo) sacar la cantidad de jugo que tiene el personaje mientras que Soto lo coge por los cuernos y consigue sacar a la luz la auténtica personalidad de Mortadelo, el maestro del disfraz.
Aunque no sólo a Soto se le debería felicitar por su trabajo. En cuanto a los principales que repiten, Pepe Viyuela mejora bastante respecto a su actuación anterior, quizás porque está más maduro como actor y porque se aprecia su química con Edu. Mariano Venancio (El Súper) y Janfri Topera (Bacterio) están más sosegados y le dan el toque justo a sus personajes, sin exageraciones; Berta Ojea (Ofelia) sigue en su buena línea.
De los nuevos, Carlos Santos (Botijola), Povedilla en ‘Los Hombres de Paco’, hace un malvado creible a pesar de su porte de buena gente. Y Alex O’Dogherty (Todoquisque, Arturo Cañas en ‘Cámera Café’) representa a un desternillante secuaz. La aparición de Carmen Ruiz (Toribia) como la hermana de Mortadelo no tiene precio.
Sólo una pega pondría a la película, bueno más bien dos, que no dependen del trabajo y esfuerzo del director ni de los actores ni del resto del equipo técnico y artístico: la primera, que es prácticamente imposible que el espectador pueda apreciar de igual manera que lo hace el lector de cómics de Mortadelo y Filemón la cantidad de detalles chorras pero ingeniosos que Ibáñez deja en las esquinas o al fondo de sus viñetas.
Bardem se ha esforzado en que nos demos cuenta de ellos, pero haría falta un doble sesión de la misma película para captar detalles como, por ejemplo, el micro de un presentador de informativos pillado a la solapa de la chaqueta con una pinza de la ropa, un móvil con una trompetilla como auricular, letreros curiosos como el del Hotel ‘Jilton’ o el de todo casi a cien anunciando ‘3000 bañeras a 3 euros’, todo lo que es y lleva el ‘pescadillac’, o una voz de fondo que contesta a un vendedor top-manta que ofrece precisamente en una playa la copia pirata de esta misma película de la que estamos hablamos diciéndole ‘yo ya me la he descargado’. Y esto es sólo un 1% de otras cosas que no he mencionado y otras que no he visto ni oído seguro.
Y la segunda, muy obvia, que este filme es para absolutos incondicionales de Mortadelo y Filemón. Si no lo sois os recomiendo que os ahorréis la pasta de la entrada porque toda ella (me refiero a la película) os va a parecer demencial.
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