jueves, 6 de marzo de 2008

El jardín de los deseos

Hacía tiempo que había querido ir a aquella casa en la que tantos momentos felices había vivido.
No había tenido valor, sabiendo que ella ya no estaría allí esperando entre sus amadas flores que llegara.
Sintió tristeza al ver lo descuidado que estaba el jardín, su jardín.
Las rosas de Mami se habían secado, aquel lilo bajo su ventana era un escuálido esqueje.
Creyó caer de pena ante la sequedad de aquel antaño vergel.
-Mami!
El eco le devolvió su propio desgarrado grito, pero ella no estaba allí para contestar.
Así había llamado desde pequeña a su abuela, su dulce y tierna Mami.
Recordó como solía llevarla a la parte trasera del jardín, donde había un rincón lleno de dientes de león, diciéndole cuando estaba triste que cerrara los ojos y al soplar sobre uno pidiera un deseo.
El viento lo transporta hasta el país de las hadas, y así ellas acuden a cumplir tu deseo – le decía.
Corrió hacia aquella zona, como la pequeña niña de Mami, en busca de un deseo que aliviara tanta pena. Pero aquel trozo de tierra, no se había salvado del abandono.
No teniendo fuerzas para entrar a la casa, se alejó de allí.
Sus pasos dirigían su cuerpo sin conocer destino, hasta conducirla ante la puerta de la floristería del pueblo. Sonrió y entró.
- Buenas tardes, un ramo de dientes de león por favor!
- Un ramo de qué?
- Dientes de león
- Pero señorita, si eso son malas hierbas...
Dejando a la florista con cara de sorpresa no atendió sus explicaciones, y sin despedirse se dirigió a la habitación de su hotel, donde rompió a llorar amargamente hasta quedarse dormida.
Soñó con Mami y su bello jardín, con deseos y dientes de león; y despertó con una suave sonrisa iluminando su rostro.
Recogió los pocos enseres que había llevado consigo y se encaminó de nuevo a casa de Mami.
Había mucho que hacer. Se instalaría definitivamente en aquella casa y se dedicaría a hacer brotar de nuevo aquel jardín.
Con la ternura del recuerdo de la delicadeza de las manos de Mami, iba plantando, regando y podando. Poco a poco aquel jardín iba recuperando su identidad.
Cercó una zona a la entrada, transportando tierra de la parte trasera de la casa; regándola con todo su mino y hablando de sus deseos.Al cabo del tiempo su trabajo se vio recompensado, y pudo colocar un cartel donde decía:
“Jardín de los deseos”
Entra, coge un diente de león, cierra los ojos, pide un deseo y sopla. El viento lo hará llegar al país de las hadas y ellas te lo concederán.
“No rechaces tus sueños. ¿Sin la ilusión el mundo qué sería?”
Ramón de Campoamor
Publicado por Noa

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