Shakespeare - Suicidio de Ofelia
GERTRUDIS.- Hay un sauce que crece y se tuerce sobre un arroyo, en el espejo de cuyas ondas muestra sus hojas grises; hasta ahí llegó ella, adornada con fantásticas guirnaldas de ranúnculos, ortigas, margaritas y esas largas púrpuras a las que los pícaros pastores dan un nombre más grosero, pero nuestras castas doncellas les dicen dedos de muerto. Ahí, al trepar ella sobre las ramas salientes para colgar sus coronas de hierbas, una ramita frágil se rompió; entonces sus trofeos silvestres y ella misma cayeron al arroyo lacrimoso. Sus ropas se extendieron en torno a ella, y, como a una sirena, la llevaron flotando; entretanto ella iba cantando fragmentos de canciones antiguas, como si fuera incapaz de hacerse daño, o como una criatura nacida y crecida en aquel elemento: pero no pasó mucho antes que sus vestidos, pesados de tan embebidos en agua, arrastraran a la pobre infeliz desde su melodioso yacer a la barrosa muerte.
(Hamlet, acto IV, escena 7. Trad.: B. V.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario