Las balas suspendidas
En 1921 condenaron a muerte al anarquista Olewsky por haber puesto una bomba en la puerta de un cuartel. Cumplía el arresto en la Penitenciaría Nacional ya sentenciado, y aguardando un hipotético indulto que estaba en manos del Presidente de la Nación. La tarde anterior al día fijado para su fusilamiento, el Presidente le dijo al Jefe de Policía:-Fusílenlo nomás, che.Luego se fue de riguroso incógnito conn algunos ministros a una farra en una boite de la costa, hasta últimas horas de la noche.Al regresar a su casa el Presidente no pudo conciliar el sueño. ¿Remordimiento? En absoluto. La imagen de Olewsky ya se había borrado de su memoria. Se levantó, tomó bicarbonato, se volvió a acostar. Siguió sin poder dormirse. En el brumoso duermevela se le apareció de pronto, la imagen de la madre del condenado tal como la había visto la tarde anterior, de rodillas, implorando por la vida de su hijo. Luchó algunos minutos con su conciencia que recién parecía atreverse a reprocharle su inflexibilidad. Dudó. Eran las seis de la mañana cuando tomó el teléfono.En el patio de la Penitenciaría cinco sargentos que habían sido sorteados, respondiendo a la orden de un oficial, hicieron puntería y dispararon contra el reo en el mismo momento en que un mensajero se acercaba corriendo para anunciar el indulto. Por este asunto de la "obediencia debida" las balas se detuvieron a mitad del trayecto y quedaron suspendidas a la intemperie, lejos del pecho de Olewsky.Esto ocurrió, como dije, en la Penintenciaría Nacional hacia los años veinte. Luego, el gran edificio carcelario fue demolido y hoy existe allí una plaza frecuentada por jubilados y parejas jóvenes que la han tomado de solario.Las balas suspendidas en el aire, algo oxidadas, pueden verse aún hoy ya que las proteje un cerco de ligustros. Un cartel dice: "Prohibido tocar las balas".
Carlos Alberto Garramuño
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