LA SIRENITA DEL CULITO VERDE
Para mi nieta Ana que, en la playa
de Mallorca,
con un bañador verde, nadaba,
jugando a ser una sirenita traviesa.
A la sirenita del culito verde
que llega de pronto y de pronto se va;
que salta y se ríe, que nada y se pierde,
¿quién la seguirá?
A la sirenita del verde culito
que asoma su rostro mojado y bonito
y luego se esfuma fundida en el mar,
¿quién la encontrará?
Si viene rompiendo la espuma y las olas,
si tiene dos colas,
si bulle y rebulle
y, al fin , se zambulle
y no la ves ya,
¿quién la alcanzará?
Si tiene reflejos de nácar su frente
y lleva corona de oro y coral
pero es elusiva, fugaz, transparente,
¿quién la pescará?
Así está jugando y nadie la toca:
cuando más te acercas está más allá...
Si tiene dulzores de miel en la boca,
¿quién la besará?
Así es la sirenita del culito verde;
de todos se burla; se esconde y se pierde...
...
Pero yo la tengo.
Yo, que la encontré
en la mar salada,
no la perderé.
Antes que la pesque cualquier marinero,
cogida en mis brazos, me la llevaré.
Y, antes que la bese cualquier caballero,
yo la besaré.
Dormirá en mi casa. Yo la velaré;
porque ya era mía, hace muchos años,
cuando la soñé;
porque ya era mía, hace siete años,
cuando la besé
de recién nacida por primera vez.
Ángela Figuera Aymerich
(Mallorca, julio, 1973)
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