miércoles, 30 de noviembre de 2011

¡Oh Cristo!

«Ya no hay un dolor humano que no sea mi dolor; 
ya ningunos ojos lloran, ya ningún alma se angustia 
sin que yo me angustie y llore; 
ya mi corazón es lámpara fiel de todas las vigilias, 
¡oh Cristo! 


»En vano busco en los hondos escondrijos de mi ser 
para encontrar algún odio: nadie puede herirme ya 
sino de piedad y amor. Todos son yo, yo soy todos, 
¡oh Cristo! 


»¡Qué importan males o bienes! Para mí todos son bienes. 
El rosal no tiene espinas: para mí sólo da rosas. 
¿Rosas de Pasión? ¡Qué importa! Rosas de celeste esencia, 
purpúreas como la sangre que vertiste por nosotros, 
¡oh Cristo!»


Amado Nervo

¡AYMÉ!


Y sabías amar, y eras prudente,
y era la primavera y eras bueno,
y estaba el cielo azul, resplandeciente.

Y besabas mis manos con dulzura,
y mirabas mis ojos con tus ojos,
que mordían a veces de amargura.

Y yo pasaba como el mismo hielo...
Yo pasaba sin ver en dónde estaba
ni el cruel infierno ni el amable cielo.

Yo no sentía nada... En el vacío
vagaba con el alma condenada
a mi dolor satánico y sombrío.

Y te dejé marchar calladamente,
a ti, que amar sabías y eras bueno,
y eras dulce, magnánimo y prudente.

Toda palabra en ruego te fue poca,
pero el dolor cerraba mis oídos...
Ah, estaba el alma como dura roca. 

Alfonsina Storni

El consuelo


Cuando no tolero la vida decadente
y toda la inmundicia me toma como presa;
cuando todo lo insípido se torna omnipresente
hay algo que consuela, y eso es la belleza

de la mujer que pasa: su paso me redime
los frígidos entornos, me olvido de una pena.
De su pollera cae la flor de lo sublime
como el ayer proustiano desde una magdalena.

Podrá ser mala o buena, no importa mientras miro
sus ojos parecidos al dios en que no creo;
será hasta que se pierda, camina y yo la miro,

será hasta que me pierda, camina y yo la veo,
mientras olvido todo, mientras largo un suspiro,
mientras olvido todo aquello que es tan feo.

por Alejandro Marzioni

martes, 29 de noviembre de 2011

ANILLOS DE CENIZA


                                                           A Cristina Campo 

Son mis voces cantando
para que no canten ellos,
los amordazados grismente en el alba,
los vestidos de pájaro desolado en la lluvia.

Hay, en la espera,
un rumor a lila rompiéndose.
Y hay, cuando viene el día,
una partición de sol en pequeños soles negros.
Y cuando es de noche, siempre,
una tribu de palabras mutiladas
busca asilo en mi garganta
para que no canten ellos,
los funestos, los dueños del silencio.

Alejandra Pizarnik

O VIVIRÉ PARA ESCRIBIR LA LOSA...


O viviré para escribir tu losa,
o vives y en la tierra me he podrido.
Qué importa que yo caiga en el olvido
si en mi canto inmortal tu honor reposa.

No morirá por mí tu fama hermosa
aunque yo al mundo moriré ya ido:
tú serás recordado y bendecido,
yo volveré a ser polvo entre la fosa.

Cuando sean los que hoy viven sombra vana
mis estrofas serán tu monumento
que mirará generación lejana.

Remota edad repetirá mi acento;
vivirás por mi pluma soberana
doquier se exhale un amoroso aliento.

William Shakespeare

CUANDO ESTÉS VIEJA


Cuando estés vieja y gris y soñolienta
y cabeceando ante la chimenea, toma este libro,
léelo lentamente y sueña con la suave mirada
y las sombras profundas que antes tenían tus ojos.

Cuántos amaron tus momentos de alegre gracia
y con falso amor o de verdad amaron tu belleza,
pero sólo un hombre amó en ti tu alma peregrina
y amó los sufrimientos de tu cambiante cara.

E inclinada ante las relumbrantes brasas
murmulla, un poco triste, cómo escapó el amor
y anduvo en las cimas de las altas montañas 
y entre un montón de estrellas ocultó su rostro.

William Butler Yeats

lunes, 28 de noviembre de 2011

Forges y la Energía Nuclear

EL PAÍS

El Roto y la muerte

Erlich y la recapitalización

EL PAÍS

domingo, 27 de noviembre de 2011

sábado, 26 de noviembre de 2011

Surfing Shipstern Bluff, Tasmania, Australia

Tunel Verde

¿Él?, por Guy de Maupassant (1883)


Amigo mío, ¿no lo comprendes? Lo creo. ¿Piensas que me volví loco? Tal vez sí estoy algo loco, pero no por la causa que imaginaste.

Sí. Me caso. Ahí tienes.

Y, sin embargo, mis ideas y mis convicciones, ahora como siempre, son las mismas. Considero estúpida la unión legal de un hombre y de una mujer. Estoy seguro de que un ochenta por ciento de los maridos han de ser engañados. Y no merecen otra cosa, por haber cometido la idiotez de ligar a otra vida la suya, renunciando al amor libre, lo único hermoso y alegre que hay en el mundo, y de cortar las alas a la fantasía que nos impulsa constantemente hacia todas las hembras agradables, etc. Me siento incapaz de consagrarme a una sola mujer, porque me gustarán siempre todas las mujeres bonitas. Quisiera tener mil brazos, mil bocas, mil… temperamentos, para poder gozar a un tiempo a una muchedumbre de criaturas femeninas.

Y, sin embargo, me caso.

Añade que apenas conozco a mi futura esposa. La he visto nada más tres o cuatro veces. No me disgusta, y esto basta para mis propósitos. Es bajita, rubia y regordeta. En cuanto sea ya su marido, comenzaré a desear una morena delgada y alta. No es rica. Pertenece a una familia modesta en todos los conceptos. Mi futura es una muchacha, como las hay a millares, útiles para el matrimonio, sin virtudes ni defectos aparentes.

Ahora la juzgan bonita; cuando esté casada la juzgarán encantadora. Pertenece al ejército de muchachas que pueden hacer la dicha de un hombre… mientras el marido no repara que prefiere a su elegida cualquiera de las otras.

Ya oigo tu pregunta: ¿Por qué te casas?
Apenas me atrevo a confesar el motivo que me ha impulsado a una resolución tan estúpida.
¡Me caso por no estar solo!
No sé cómo decírtelo, cómo hacértelo comprender. Me compadecerás, despreciándome al mismo tiempo; llegué a una miseria moral inconcebible.
Estar solo, de noche, me angustia. Quiero sentir cerca de mí, junto a mí, a un ser que pueda responderme si hablo; que me diga cualquier cosa.
Quiero alguien que respire a mi lado; poder interrumpir su dulce sueño de pronto, con una pregunta cualquiera, una pregunta imbécil, hecha sin más objeto que oír otra voz, despertar una conciencia; un cerebro que funcione; ver, encendiendo bruscamente mi bujía, un rostro humano junto a mí; porque…, porque…, porque…, ¡me avergüenza confesarlo!…, solo, ¡tengo miedo!

¡Ah! Tú no me comprendes aún.

No temo peligros ni sorpresas. Te aseguro que si en mi alcoba entrara un hombre, lo mataría tranquilamente. Tampoco me infunden temor los aparecidos; no creo en lo sobrenatural. Nunca tuve temor a los muertos; al morir, cada persona se aniquila para siempre.

Y a pesar de todo…, ¡claro!…, a pesar de todo, tengo miedo…, ¡miedo de mí mismo!… Tengo miedo al miedo; me infunden miedo las perturbaciones de mi espíritu. Me asusta la horrible sensación del terror incomprensible.
Ríete de mí si te place. Sufro sin remedio. Me hacen temer las paredes, los muebles, los objetos más triviales que se animan contra mí. Sobre todo, temo los extravíos de mi razón, que se confunde y desfallece acosada por una indescifrable y tenue angustia.

Comienzo por sentir una vaga inquietud que atormenta mi alma y al fin me produce un escalofrío. Vuelvo la vista en torno y no descubro nada que pueda causarme terror. Yo quisiera encontrar algo que lo motivase. ¿Qué? Algo sensible, corpóreo. Pero ¡ay!, lo que más aumenta mi terror es que no hallo su causa.

Si hablo, mi voz me asusta. Si paseo por la estancia, temo tropezar con lo desconocido que se oculta detrás de la puerta, entre la cortina, en el armario, bajo la cama. Y, sin embargo, tengo la certeza de que mi temor es infundado.
Doy media vuelta con brusquedad, temeroso de lo que tengo a la espalda. Y estoy seguro de que no hay nada temible.
Me agito; mi espanto aumenta; cierro con llave mi habitación. Me hundo entre las ropas de mi lecho, haciéndome un caracol; cierro los ojos obstinadamente y permanezco en semejante postura un tiempo indefinido; reflexionando que la bujía sigue ardiendo y que será indispensable apagarla. Ni siquiera me atrevo a moverme.
¿No es horrible vivir así?

Antes, no me preocupaban esas cosas. Entraba en mi habitación tranquilamente. Iba y venía sin que nada turbase mi serenidad. ¡No me hubiera reído poco si alguien me pronosticara que una dolencia de miedo inverosímil, estúpido y terrible me sobrecogería con el tiempo! Entonces no me asustaba poco ni mucho abrir las puertas en la oscuridad, ni acostarme tranquilamente sin echar los cerrojos, y nunca tuve que levantarme a medianoche para convencerme de que todas las aberturas de mi cuarto estaban herméticamente cerradas.
Mi dolencia lastimosa dio comienzo hace un año de un modo especial.

Era en otoño y en una noche húmeda. Cuando se hubo ido mi asistenta, después de servirme la comida, me puse a pensar qué haría yo. Así pasé una hora dando vueltas por mi estancia. Me sentía fatigado, abatido sin causa, impotente para trabajar, sin deseo de coger siquiera un libro para entretenerme.

Una lluvia menuda golpeaba en los cristales; me invadió la tristeza, una tristeza, inexplicable, unas ganas de llorar, un desasosiego verdaderamente invencible.

Me sentía solo, abandonado; mi casa me pareció silenciosa como nunca. Envolvíame una soledad inmensa y desconsoladora. ¿Qué hacer? Me senté; pero una impaciencia nerviosa me hormigueaba en las piernas. Levantándome, volví a pasear. Es posible que tuviera un poco de fiebre; notaba que mis manos cogidas a la espalda, en una posición frecuente cuando se pasea despacio y solo, abrazábanse una contra otra. De pronto, un escalofrío estremeció todo mi cuerpo. Creí que la humedad exterior penetraba, y me puse a encender la chimenea, que no había encendido aún aquel otoño. Me senté, contemplando las llamas. Pero en seguida tuve que levantarme; no podía estar quieto y sentí deseos de salir, de moverme, de hablar con alguien.

Fui a casa de tres amigos; no encontré a ninguno y encamineme hacia el bulevar, ansioso de ver alguna cara conocida.
Todo estaba triste. Las aceras mojadas relucían. Una tibieza de lluvia, una de esas tibiezas que producen estremecimientos crispadores, una tibieza pesada, una humedad impalpable, oscureciendo la luz de los faroles de gas, lo envolvía todo.
Yo avanzaba con paso inseguro, repitiéndome: —No encontraré a nadie con quien hablar—. Asomándome a los cafés, recorriendo la Magdalena, sólo vi personas tristes, hombres abatidos, como si les faltaran fuerzas para levantar las copas y las tazas que tenían delante.
Así anduve mucho tiempo, errante, y a medianoche tomé la dirección de mi casa, tranquilo, pero fatigado. El portero, que se acuesta siempre antes de las once, no me hizo esperar en la calle, contra su costumbre. Y me dije: —Acabará de abrir la puerta para otro vecino—.

Siempre que salgo de casa, doy las dos vueltas a la llave. Me sorprendió que sólo estaba echado el picaporte, y supuse que habría entrado el portero para dejarme alguna carta sobre la mesa.

Entré. Aún estaba encendida la chimenea; los resplandores del fuego esparcían alguna claridad por la estancia. Acerqueme para encender una luz y vi a un hombre que, sentado en mi sillón, se calentaba los pies, mostrándome la espalda. No sentí miedo. ¡Ah, ni la más insignificante zozobra! Una suposición muy verosímil cruzó mi pensamiento; supuse que alguno de mis amigos fue a verme, y el portero lo hizo entrar para que me aguardara. Y de pronto recordé su prontitud en abrirme la puerta de la calle y la circunstancia de hallarme la de mi cuarto cerrada sólo con picaporte.

Mi amigo dormía profundamente. Un brazo colgaba fuera del sillón y tenía las piernas una sobre otra. Su cabeza, inclinándose, indicaba un sueño tranquilo. Entonces me pregunté: —¿Quién será?—. Y cuando puse la mano en su hombro…, el sillón estaba ya vacío. No vi a nadie.

¡Qué sobresalto! ¡Misericordia!

Retrocedí, como si un peligro espantoso me amenazara.

Luego, dando media vuelta en redondo, cercioreme de que tampoco había nadie a mi espalda. Un ansia irresistible me arrastró hacia el sillón vacío. Y estuve en pie, angustioso, jadeante, horrorizado, a punto de caer al suelo, desvanecido.

Pero soy hombre sereno y pronto recobré mi sangre fría. Me dije: —Acabo de padecer una desagradable alucinación. Todo se reduce a eso—. Y reflexioné inmediatamente acerca de semejante fenómeno. El pensamiento vuela en tales circunstancias.

Que todo fue alucinación, era seguro. Pero mi espíritu no se había turbado, mi juicio funcionaba mientras sufría natural y lógicamente; luego no hubo desarreglo cerebral. Solamente se habían engañado mis ojos, y su engaño fue origen del error mental. Habían padecido los ojos un extravío, una de las aberraciones visuales que parecen milagrosas a las gentes incultas. Era un poco de congestión, acaso.

Encendí la bujía, y al acercar la mano al fuego, sacudiola un temblor, y me incorporé rápidamente, como si alguien me hubiera tocado por la espalda.

Sentía inquietud…
Anduve de una parte a otra, diciendo algunas frases, para oírme; canté a media voz.
Luego cerré la puerta con llave, y esto me tranquilizó algo. Nadie podía entrar por sorpresa. Sentado, reflexioné las circunstancias de mi aventura; después me fui a la cama y apagué la luz. Al principio nada hubo de particular. Estuve tumbado tranquilamente. Luego sentí ansia de mirar en torno y me apoyé sobre un costado.
En la chimenea sólo había ya dos o tres brasas; lo suficiente para permitirme ver con sus difusos reflejos las patas del sillón, y me pareció que había vuelto a sentarse un hombre.

Encendí una cerilla con rapidez. Me había equivocado. No vi a nadie.

Sin embargo, me levanté, arrastrando el sillón hasta la cabecera de mi cama.

Volviendo a quedarme a oscuras, procuré descansar. Acababa de dormirme cuando se me apareció, en sueños, pero tan claro como si lo viera en realidad, el hombre sentado junto a la chimenea. Despertando con angustia, encendí la luz, y me quedé sentado en la cama sin atreverme a cerrar los ojos.
Dos veces me venció el sueño, a mi pesar; dos veces el fenómeno se reprodujo. Creí volverme loco.
Al amanecer, la claridad me tranquilizó y dormí sosegado hasta el mediodía.
Todo había concluido. Fue una fiebre, una pesadilla, ¿quién sabe? Sin duda estuve algo enfermo. Sólo sentí al despertar mi cerebro atontado.
Pasé alegremente aquel día; comí en el restaurante; fui al teatro; luego, me dispuse a retirarme. Pero, camino de mi casa, una inquietud angustiosa me sobrecogió. Temí encontrarlo; no porque me infundiera miedo verlo, no porque imaginara real su presencia; temía sentir de nuevo el extravío de mis ojos, mi alucinación, miedo al espanto sin causa.
Durante más de una hora estuve arriba y abajo por mi calle hasta que, juzgando imbécil mi temor, entré al fin en casa. Iba temblando hasta el punto de que me fue difícil subir la escalera. Estuve diez minutos en el descansillo, hasta que tuve un momento de serenidad y abrí. Entré con una bujía en la mano, di un puntapié a la puerta de mi alcoba, y mirando ansiosamente hacia la chimenea, no vi a nadie.
—¡Ah!…
¡Qué gusto! ¡Qué alegría! ¡Qué fortuna! Iba de un lado a otro, decidido; pero no estaba satisfecho; de pronto, volvía la cabeza, sobresaltado; cualquier sombra me hacía temer.

Dormí poco y mal, despertándome con frecuencia ruidos imaginarios. Pero no lo vi; no apareció. Desde aquel día, todas las noches el miedo me acosa. Lo adivino cerca de mí, detrás de mí. No se presenta, pero me hace temer. Y ¿por qué temo, si no ignoro que fue alucinación, que no existe, qué no es nada?

Sin embargo, temo, y me obsesiono. —Un brazo colgaba fuera del sillón y tenía las piernas una sobre otra—. ¡Basta! ¡Basta! ¡Es insufrible! ¡No quiero pensar y no se aparta de mi pensamiento!
¿Qué significa esa obsesión? ¿Por qué persiste? ¡Veo sus pies junto al fuego!
Me acobardo; es una locura; pero el caso es que me acobardo. ¿Quién es? ¡Ya sé que no existe, que no es nadie! Sólo existe como imagen de mi angustia, de mi desasosiego, de mis temores. ¡Basta, basta!

Sí; por mucho que razono, por más que me lo explico, no puedo estar solo en mi casa. Él no se aparece, pero me domina. No vuelve. Todo acabó. Pero sufro como si volviera. Invisible para mis ojos, ahora se clava en mi pensamiento. Lo adivino detrás de las puertas, dentro del armario, debajo de la cama, en todos los rincones, en cada sombra, entre la oscuridad… Si me acerco a la puerta, si abro el armario, si miro debajo de la cama, si aproximo una luz a los rincones, huye con la oscuridad: nunca se presenta. Quedo convencido, no se presenta, no existe, y, sin embargo, me obsesiona.

Es imbécil y horrible. ¡Qué puedo hacer? ¡Nada!

Si alguien estuviera conmigo, él no me turbaría. Turba mi soledad; le temo, porque la soledad me acongoja.

FIN

jueves, 24 de noviembre de 2011

Arroces, en qué plato cada tipo

Cocina Ligera

Arroz con Leche

Cocina Ligera

Asado Relleno

Cocina Ligera

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Croquetas de Patata

Cocina Ligera

Spongebob Sandwich

Pizza blanca de calabacín y morcilla


Esta receta nace de una obsesión enfermiza por aprovecharlo todo quizá heredada de tiempos estudiantiles, que se guardaban los chuscos de pan de los restaurantes en el bolso. Después de hacer una tarta para probar la masa brisa de Rana, que se supone que no lleva grasas hidrogenadas, me sobró un poco y decidí hacer una especie de pizza con ella. Los ingredientes fueron los que tenía en la nevera en ese momento, calabacín y una morcilla de éstas que ya están cocidas y se pueden comer como embutido sin cocinarlas (las llaman, erróneamente, morcillas crudas o Morcilla de Burgos)

La base no quedó mal: un poco insípida para mi gusto, pero al menos no te formaba la capa de sebo en el paladar que te dejan otras masas prefabricadas. Sin embargo, la pareja morcilla-calabacín, alegrada con cebolla y pimiento verde, me pareció un descubrimiento que merecía una masa de pizza en condiciones.

Dificultad:
Si se hace la masa, para personas con algo de experiencia. Si se compra hecha, para torpes.

Ingredientes:
Para 4 personas
•        1 disco grande de masa para pizza precocinada o masa de pizza hecha según esta receta
•        1 calabacín
•        300 gramos de morcilla que se pueda comer cruda (en su defecto, de la normal de arroz)
•        1 cebolla
•        1 pimiento verde grande
•        Aceite de oliva
•        Sal y pimienta

Preparación:
1. Picar la cebolla y el pimiento en tiras y reservar.
2. Cortar el calabacín en rodajas de entre medio y un centímetro. Untarlas con un poco de aceite y saltearlas en una sartén bien caliente hasta que se doren por ambos lados. Salpimentar y reservar.
3. Bajar el fuego a media potencia, añadir un buen chorro más de aceite y freír, el pimiento y la cebolla, hasta que se ablanden y la cebolla tome color. Sacar el pimiento y la cebolla con una espumadera y salpimentarlos ligeramente, retirar la sartén del fuego y reservar el aceite. Hasta aquí se puede hacer con antelación.
4. Precalentar el horno a potencia máxima y con el calor por la parte de abajo.
5. Extender la masa de pizza y pintarla con el aceite en el que hemos hecho las verduras. Repartir los calabacines, la cebolla y el pimiento por encima, y terminar con morcilla cortada en rodajas de medio cm. aprox. (si se usa morcilla fresca normal, creo que es mejor pasarla un poco por la sartén con aceite antes).
6. Hornear unos 15 minutos (o lo que diga el fabricante si la masa es precocinada), hasta que la masa esté crujiente. Antes de servir, y si es que ha sobrado, regarla con el resto del aceite de las verduras.

Maridaje: Una buena Cerveza o una excelente Sidra de golpear, al gusto pero bien frías ambas.

lunes, 21 de noviembre de 2011

El PP tiñe el mapa de azul


El PSOE cae en todas las comunidades y no salva ni Cataluña
Amaiur irrumpe con fuerza y formará grupo parlamentario
Las encuestas durante la campaña y los sondeos a pie de urna ya auguraban una victoria mayoritaria del Partido Popular que han confirmado los resultados electorales. El PP se impone en casi todo el mapa autonómico español, con excepción de Cataluña y País Vasco. Esta es la radiografía de la victoria popular - y del hundimiento socialista – comunidad por comunidad.

Cataluña
Andalucía
Uno de los feudos históricos socialistas ha protagonizado el mayor vuelco electoral de la jornada. Lo auguraban las encuestas pero la magnitud ha sido mucho mayor. En Andalucía, el PSOE había ganado hasta el momento todas las elecciones generales pero el Partido Popular ha arrasado en esta ocasión. Con casi el 46% de los votos, el PP pasa de 25 a 33 escaños mientras que el PSOE consigue 25 y pierde once respecto a 2008. Izquierda Unida ha conseguido dos escaños y recupera la representación que había perdido en las dos últimas legislaturas. Consulta los resultados y lee la crónica.
Aragón
La mayoría absoluta que obtuvo el Partido Popular en la región en las pasadas elecciones legislativas se ha revalidado tras las votaciones de hoy. Los populares mantienen sus ocho escaños mientras que el PSOE pasa de cinco a cuatro. Ese escaño ha ido a parar a la coalición de la Chunta e Izquierda Unida, que concurren por primera vez juntos a las elecciones. Consulta los resultados y lee la crónica.
Asturias
La campaña electoral en Asturias ha estado marcada por la incógnita sobre si IU y Foro Asturias Ciudadanos - con Gaspar Llamazares y Álvarez Cascos a la cabeza, respectivamente- conseguirían romper el bipartidismo en la región. Y así ha sido. Las dos formaciones han conseguido representación a costa de los partidos mayoritarios. PP y PSOE han cedido un escaño cada uno y ambos se quedan con tres. Consulta los resultados y lee la crónica.
Baleares
La amplia victoria ha obtenido el PP en las islas Baleares comenzó a gestarse el 22 de mayo, cuando el PSOE quedó a veinte puntos de distancia del PP. Los resultados de este 20N dan una victoria aún mayor a los populares que la de hace tres años. Entonces, tanto socialistas como populares obtuvieron cuatro de los ocho escaños de la región, con el 44,8% y el 44,5%, respectivamente. Esta vez, el PP ha conseguido un representante más, con lo que la balanza se inclina a favor de los populares, con tres escaños a uno. Consulta los resultados y lee la crónica.
Canarias
El archipiélago tampoco se ha resistido a la marea azul que ha inundado el mapa de España. El Partido Popular ha arrasado con el 48% de los votos y pasan de los seis escaños de 2008 a nueve. El PSOE se hunde y pierde tres, con lo que su representación queda reducida a cuatro diputados. CC-PNC mantiene los dos que consiguió en las anteriores elecciones. Consulta los resultados y lee la crónica.
Cantabria
El Partido Popular ha conseguido arañar un diputado a costa de los socialistas y es la primera vez que consigue cuatro representantes en esta comunidad. Mientras que el PSOE se queda solo con uno. La formación que se ha quedado fuera del reparto es el Partido Regionalista de Cantabria (PRC), presidido por Miguel Ángel Revilla, a pesar de haber conseguido el 12,54% de los votos. En 2008, el PP obtuvo tres escaños y el 49,99% de los votos y el PSOE el 43,61%. Consulta los resultados y lee la crónica.
Castilla- La Mancha
Los populares manchegos, con María Dolores de Cospedal a la cabeza, han conseguido su mejor resultado en esta región. Las elecciones generales de 2008 repartieron los 21 escaños de Castilla-La Mancha entre PP (12 diputados y 49,36% de los votos) y PSOE (9 diputados y 44,51%). Sin embargo, tras la victoria de María Dolores de Cospedal en las elecciones regionales, la tendencia al alza de los populares en Castilla-La Mancha se consolida y el PP suma los dos diputados que pierde el PSOE, que se queda con siete. Consulta los resultados y lee la crónica.
Castilla y León
Uno de los feudos del PP, donde el partido gobierna desde hace 24 años, se ha mantenido fiel a los populares en la jornada de hoy. Esta vez, la mayoría absoluta de los populares – que en 2008 consiguieron 18 de los 32 escaños de la región – ha sido mucho mayor, a costa de un fuerte hundimiento del PSOE. Los socialistas pierden tres escaños y se quedan con once mientras que los populares llegan hasta los 21. Finalmente el PSOE ha conseguido mantener los diputados de Ávila y Soria, que temían perder. Consulta los resultados y lee la crónica.
Cataluña
Las encuestas apuntaban que Cataluña sería la única comunidad que sobreviviría al descalabro electoral del PSOE en toda España. Sin embargo no ha sido así y CiU ha conseguido una histórica victoria en esta comunidad. Los nacionalistas se han hecho con 16 escaños (seis más que en 2008) y el PSC ha sufrido un fuerte descalabro, al tener 14, diez menos que hasta ahora. PP sube de diez a once representantes y ERC mantiene sus tres. También obtiene tres representantes ICV-EUiA, que ha conseguido dos más que en 2008. Consulta los resultados y lee la crónica.
Comunidad Valenciana
Las primeras elecciones en la Comunidad Valenciana tras la dimisión de Francisco Camps están marcadas por el fin del bipartidismo y una nueva mayoría absoluta popular, como ocurrió en 2008. La caída del PSOE que vaticinaban las encuestas ha sido incluso mayor de lo esperado y los socialistas han pasado de 14 a diez representantes. Esos cuatro escaños se han repartido entre el Partido Popular (que suma uno y se queda con 20) y Compromís-EQUO, Esquerra Unida y UPyD, que consiguen uno cada uno. Joan Baldoví finalmente será el único representante en el Congreso de la EQUO. Consulta los resultados y lee la crónica.
Extremadura
En las elecciones del pasado mes de mayo, el PP logró por primera vez hacerse con el Gobierno de Extremadura pero no consiguió la mayoría absoluta. Sin embargo, después de la jornada de hoy, los populares consiguen su mayor victoria en Extremadura. Se rompe el empate de 2008 a cinco representantes al hacerse el PP con un escaño más y conseguir seis. Consulta los resultados y lee la crónica.
Galicia
En Galicia se confirma una victoria popular más amplia que la de 2008, que casi toca el techo histórico del partido en esta región. Hace tres años, el PP consiguió once escaños mientras que el PSOE se hizo con diez mientras que en estos comicios los populares han alcanzado los 15 (tres más) y los socialistas pierden cuatro. El BNG mantiene sus dos representantes. Consulta los resultados y lee la crónica.
La Rioja
El Partido Popular recupera la mayoría absoluta en La Rioja. En los anteriores comicios, PSOE y PP se repartieron los cuatro diputados a partes iguales pero, en esta ocasión, la lista socialista ha perdido un escaño en favor de los populares, que consiguen tres. Consulta los resultados y lee la crónica.
Madrid
La hegemonía del PP en la Comunidad de Madrid, donde ha ganado todas las elecciones desde 1987, sale fortalecida tras la jornada de hoy, al igual que el descalabro socialista. Los populares han obtenido casi el 51% de los votos y 19 escaños, uno más que en 2008. El batacazo del PSOE deja al partido con 12 puntos menos que en las elecciones anteriores, pasando de 15 a 10 representantes. UPyD ve cómo pasa de uno a cuatro diputados, como vaticinaban las encuestas durante la campaña. Izquierda Unida también alcanza esta cifra. Consulta los resultados y lee la crónica.
Murcia
Los murcianos han marcado el dato de mayor afluencia a las urnas en esta jornada electoral. Y el resultado de sus votos se ha traducido en una mayoría absoluta popular mayor a la que obtuvieron en 2008. Entonces, el PP se hizo con siete de los diez diputados correspondientes a Murcia y esta vez han sido ocho. Consulta los resultados y lee la crónica.
Navarra
La coalición UPN-PP vuelve a ganar en la Comunidad Foral de Navarra y conserva los dos escaños que obtuvo en 2008. Los cinco diputados que corresponden a la Comunidad Foral de Navarra se repartieron en 2008 entre la coalición UPN-PP (2), PSOE (2) y NaBai (1). Sin embargo, la ruptura de Nafarroa Bai abría la incógnita sobre qué pasaría con la representación nacionalista, que se ha repartido entre GBAI y Amaiur, con uno escaño cada uno. El PSOE pierde uno de los dos que tenía. Consulta los resultados y lee la crónica.
País Vasco
El principal titular sobre el País Vasco está dedicado a Amaiur. La formación (coalición de Bildu y Aralar) obtiene seis diputados en el parlamento, con lo que formarían grupo parlamentario propio. En los comicios de 2008, el PSOE fue el partido más votado y obtuvo nueve escaños que ahora se quedan en cuatro. PNV pierde uno y se queda en cinco mientras que PP mantiene sus tres. Consulta los resultados y lee la crónica.

Consulta los resultados de Ceuta y de Melilla.