lunes, 13 de febrero de 2012

ODA VI A DORILA


¡Cómo se van las horas,
y tras ellas los días
y los floridos años
de nuestra dulce vida!

Luego la vejez viene,
del amor enemiga,
y entre fúnebres sombras
la muerte se avecina,
con pálidos temblores
aguándonos las dichas:

que escuálida y temblando,
fea, informe, amarilla,
nos aterra, y apaga
nuestros fuegos y dichas.

El cuerpo se entorpece,
los ayes nos fatigan,
nos huyen los placeres
y deja la alegría.

Pues si esto nos espera,
¿para qué, mi Dorila,
son los floridos años
de nuestra dulce vida?

Para vinos y bailes
y amorosas delicias
Citeres los señala
Cupido los destina.

¡Pues ay! ¿qué te detienes?
Ven, ven, paloma mía,
debajo de estas parras
do el Céfiro suspira;

y entre ducles cantares
y sabrosa bebida
de la niñez gocemos,
pues vuela tan aprisa.

Juan Meléndez Valdés

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