Déjame Entrar
Dirección: Tomas Alfredson.
Reparto: Kåre Hedebrant (Oskar), Lina Leandersson (Eli), Per Ragnar (Håkan), Henrik Dahl (Erik), Karin Bergquist (Yvonne), Peter Carlberg (Lacke), Ika Nord (Virginia), Mikael Rahm (Jocke), Anders T. Peedu (Morgan), Pale Olofsson (Larry).
Guión: John Ajvide Lindqvist.
Producción: John Nordling y Carl Molinder.
Música: Johan Söderqvist.
Fotografía: Hoyte Van Hoytema.
Montaje: Dino Jonsäter y Tomas Alfredson.
Diseño de producción: Eva Norén.
Vestuario: Maria Strid.
Suecia 2008
Una película sueca de vampiros y que además tenga a niños como protagonistas, ha de merecer el calificativo de “rara avis” dentro de la cinematografía a nivel mundial.
Esa es principalmente la trama de la película. Aunque al principio juega un poco con el engaño enseguida vemos a los personajes principales. Por un lado está Oskar, un niño de 12 años al que un compañero en el colegio le hace la vida imposible. Él imagina con su navaja que lo apuñala una y otra vez para conseguir que lo deje en paz, pero a la hora de la verdad ha de sufrir siempre sus vejaciones.
Un día se traslada a vivir al apartamento al lado del suyo un hombre con una extraña niña, Eli, que casi no se deja ver. Es de su edad y un día se encuentran frente a su portal, donde Oskar suele jugar solo. A pesar de que en un principio ella le avisa de que no pueden ser amigos, enseguida se establece un fuerte vínculos entre ambos, dos bichos raros diferentes e incomprendidos por los que les rodean.
Varios asesinatos se están cometiendo en la zona en esos días, pero nosotros vemos como los está perpetrando el hombre que vive con la pequeña Eli para conseguir sangre que darle de beber, ya que la niña es en realidad un vampiro. Cuando el hombre es atrapado en una de sus torpes correrías, ella se tiene que valer por si misma para alimentarse.
Al mismo tiempo Eli consigue tener una enorme influencia sobre Oskar y le anima a plantar cara a los matones de su colegio, cosa que él consigue hacer, sintiéndose de maravilla y afianzando los sentimientos que siente por ella, a pesar de darse cuenta de que es diferente, algo que a él le da igual.
El ritmo que tiene la película, como casi todas las películas suecas que he visto, es lento, lento, lento. Todo ocurre de forma tranquila, sin sobresaltos, por muy truculenta que sea la escena, y de esas hay una cuantas, todo se hace con calma, con la cámara fija y planos largos.
La relación entre los niños y como el uno va influenciando al otro, de forma recíproca está muy bien reflejado. Sobre la niña vampira, Eli, es impresionante ver a lo largo de la película como luce sonrosada en los momentos en que está “bien alimentada” y como se va deteriorando según pasan los días sin comer. La vemos demacrada y con ojeras la mayor parte del tiempo y ver únicamente su aspecto o sus miradas ya nos dice mucho sobre el personaje y el momento.
A pesar de que como digo tiene alguna escena sangrienta y grotesca, en general recupera esos vampiros clásicos que han de pedir permiso y ser invitados para entrar en una casa (vemos lo que pasa si entrar sin ser invitados) y que tienen un atractivo peculiar para los mortales que les rodean que les hacen entregarse a ellos sin contemplaciones. Aunque aquí el único vampiro que vemos es la niña y la historia gire más en torno al niño que conoce que a ella misma.
Y puestos a ello, el título podría haberse traducido de una forma un poco más literal, más cuando el autor de la novela original en la que se basa la película, que es también el guionista, dijo haberse inspirado en la canción “Let the Right One Slip In” de Morrissey.
Escrito por Mr. McGuffin
No hay comentarios:
Publicar un comentario