sábado, 24 de enero de 2009

La Noche es Nuestra (2008)

La Noche es Nuestra (2008)

Tengo un problema: estoy empezando a verme demasiado influenciado por la violencia verbal y física de Martin Scorsese, y por el ruido ensordecedor y rapidez en planos de Michael Mann. No debería ser así, y espero que no me nuble el juicio a la hora de ver apuestas tan interesantes como ‘La Noche es Nuestra’, pero esa sugestión hace que el resto de películas se queden a medias.

James Gray vuelve a tirar de un tríptico que le encanta, Phoenix, Whalberg y Nueva York, protagonistas absolutos de su anterior película, ‘La Otra Cara del Crimen’ que vista desde la distancia (se estrenó en el 2.000) se me antoja más que correcta. Sin embargo mucho ha llovido desde entonces, y el género policíaco se ha ido renovando y transformando en estos últimos años, dejando propuestas tan impactantes como ‘Infiltrados’ o llenas de mezcolanza entre lo añejo y lo nuevo como ‘American Gangster’.

Preñada de convencionalismo y con una puesta en escena sobria y correcta, ‘La Noche es Nuestra’ es una muy buena película de género, entretenida, para que discutirlo, pero de la que nadie puede decir que se presenten sorpresas durante el camino. Es una pena que la previsibilidad en su argumento y una final atolondrada eviten que podamos hablar de algo redondo.

Ambientada en el Nueva York de los 80, la cocaína inicia su recorrido ‘triunfal’ por la sociedad de la época, sin que la Policía puede parar tan implacable ascenso en la criminalidad. Bobby Green (Joaquín Phoenix), encargado de ‘El Caribe’, una de las discotecas de moda, se verá en medio de una guerra que enfrenta a su ‘nueva’ ( y oscura) familia y a la natural, conformada por un hermano policía, Joseph Grusinsky (Mark Wahlberg), heredero del legado de un padre autoritario y jefe del departamento (Robert Duvall). Cuando finalmente Bobby se ve atrapado, éste y su novia Amada (Eva Mendes) deberán decidir el lado correcto y las consecuencias que ello conlleva.

Pre-estrenada en el pasado Festival de Cannes, la cinta no se llevó demasiados aplausos, y lo recuerdo ya que su lanzamiento se hizo con visos a recibir alguna nominación de la Academia, cosa que finalmente hemos comprobado no ocurrió. No quiero decir que la película no sea buena, pero la falta de originalidad del guión no puede suplirse con unas interpretaciones que salvan los platos de forma holgada.

Así, Gray no engaña a nadie a base de una historia que nos han contado en bastantes ocasiones y que pese a ello, seguirá repitiéndose en sucesivos años. El concepto de ‘infiltrado’, del bien y del mal, del lado correcto y de los lazos familiares que pesan sobre el resto de cosas son elementos indispensables en una buena película policíaca, donde no debe faltar la acción y las bajas. Sin embargo, en esta cinta abunda más el plano personal que el espectáculo balístico, mostrando la desesperación del protagonista envuelto en una madeja infinita a través de un crecimiento personal, que a mi se me antoja algo acelerado e inconexo.

Se que el director tiene dos horas para contar lo que pretende, y en cierto modo Gray cumple de sobra con hacerlas entretenidas al espectador, pero nos faltará ese regusto de algo más consistente y menos cómodo. Podemos contar tres las escenas potentes del film: la incursión de Bobby en el negocio del malvado Vadim, la persecución bajo la lluvia y la redada final, suficientes para no provocar el hastío en la butaca, pero ni mucho menos dejarán huella en la retina de quienes buscamos clásicos en estos tiempos.

Con todo ello, y centrando la atención en el devenir de los personajes, finalmente la superficialidad es algo que Gray debería haber eliminado. Sin ánimo de ser quisquilloso, la ‘conversión’ del protagonista principal de hortera de discoteca a ángel redentor es demasiado forzada, restando credibilidad al personaje y obligando al resto del elenco a seguir a paso rápido de una posición a otra que yo no llego a creerme. Quizás éste único punto es el que me haya dejado más desinflado, y es que tras unos primeros 15 minutos que prometen al máximo, ‘La Noche es Nuestra’ vuelve a caer en la maldición del guionista que quiere contar mucho y al que no le dejan el tiempo suficiente.

El reparto es sin duda el punto fuerte de la cinta. Joaquín Phoenix vuelve a estar espléndido en un papel (hombre atormentado y débil emocionalmente) que casi siempre resuelve de forma satisfactoria, aunque la última parte del guión, con frases algo manidas, acaba por pasarle factura y resulta algo sobreactuado. Mark Whalberg estaba infinitamente mejor en ‘Infiltrados’ en un papel casi idéntico, y Eva Mendes por fin demuestra que no todo es enseñar escote, a pesar de que su salida abrupta de la historia no es la mejor manera de lucirse en pantalla. Quien se sale es Robert Duvall, por muy pocas líneas que tenga. Una apuesta segura que ningún director pasa por alto.

En fin, ‘La Noche es Nuestra’ no es ninguna pérdida de tiempo y cumple con el binomio de entretenimiento y trama, pero es predecible de cabo a rabo, dejando a los amantes del thriller policíaco satisfechos con la puesta en escena pero tremendamente decepcionados con la falta de ideas y un regusto a refrito que no pasa del A+B+C.
Al menos el resultado final es infinitamente mejor que su póster USA…

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