Y de mirar el Sena aquel otoño
amo hasta la muerte los crepúsculos.
Las rojas hojas de castaño caían.
Latía la calma en nuestros cuerpos.
Y vivimos París como en los sueños.
Mas el sueño es efímero y despertar penoso.
Intentar otro sueño imposible,
ya nunca sería el París de aquel otoño.
Escrito por Musaraña
Villajoyosa (La Vila) 29.09.1989
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