La cuchara del sabio
Un mercader envió a su hijo con un gran sabio para aprender el Secreto de la Felicidad. El joven caminó durante días por el desierto, hasta llegar a un hermoso castillo.
Sin embargo, en vez de encontrar a un hombre santo, el joven vio mercaderes que entraban y salían, muchas personas conversando, una orquesta y una mesa repleta de manjares. El sabio conversaba con todos, y el joven tuvo que esperar dos horas para ser atendido.
Al fin, el ilustrado escuchó al visitante, pero le dijo que en aquel momento no tenía tiempo de explicarle aquel secreto. Le sugirió dar un paseo por su palacio y volver dos horas más tarde. Y añadió:
-Quiero pedirte un favor -entregándole una cucharita de té en la que dejó caer dos gotas de aceite.-
-Mientras caminas, lleva este utensilio y cuida que el aceite no se derrame.
El joven comenzó a subir y bajar las escalinatas del palacio manteniendo siempre los ojos fijos en la cuchara.
Y luego de dos horas, retornó.-¿Qué tal?- le preguntó el sabio, -¿Viste los tapices de Persia? ¿Advertiste el jardín, que tarde diez años en crear? ¿Reparaste en los bellos pergaminos de mi biblioteca?El joven, avergonzado, confesó que no. Su preocupación había sido no derramar el aceite.
-Pues entonces vuelve y conoce las maravillas de mi mundo, -dijo el sabio- No puedes confiar en un hombre si no conoces su casa.Ya más tranquilo, el joven tomó nuevamente la cuchara y volvió a pasear por el palacio, esta vez mirando con atención las obras de arte, los jardines, las montañas que asomaban, la delicadeza de las flores y de los cuadros del lugar. De regreso con el Sabio, le relató lo visto.
-¿Pero dónde están las dos gotas de aceite que te confié? -preguntó el anciano-El joven miró la cuchara y se dio cuenta de que se habían derramado.-Pues éste es el único consejo que puedo darte. El secreto de la felicidad está en mirar todas las maravillas del mundo, pero sin olvidarse nunca de las dos gotas de aceite en la cuchara.
El Secreto de la Felicidad está en saber disfrutar de los grandes placeres sin olvidar las pequeñas cosas que tenemos a nuestro alcance. -
Por Pablo Coelho
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