miércoles, 11 de abril de 2012

Para Alberto, en recuerdo de Maura

Como no tengo la menor duda de que mis palabras, por sentidas que fueren, no alcanzarán nunca la fuerza y el sentimiento requerido, cedo este espacio en mi Blog a mi amigo Alberto, hoy más solo y dolido que nunca por la partida de su madre Maura a otros reinos. Lamento no haberte conocido pues, a tenor de cómo hablan de ti y del hijo que dejas, me he perdido algo importante que rozó mi vida.

Ayer por la tarde durante la misa de funeral por mi madre, estaba sentado yo en el primer banco junto a mi padre, cuando éste me susurró al oído: ¿No has preparado unas palabras? ¡Tendrás que salir a decir algo! y yo le contesté: -¡Papá, tranquilo, si las palabras tienen que salir, saldrán!
Después, abandoné el lugar que ocupaba sobre la bancada para preguntarle a un amigo el nombre del sacerdote que celebraba el sepelio: -¡Armando!- me dijo. Yo le había visto, pero no le conocía porque él oficia en San Leonardo de Yagüe, pero una vez en el altar, hasta donde me había desplazado, osé interrumpirle cuando éste comenzaba el manifiesto de agradecimiento a los asistentes, situándome ante el atril pétreo, contra el micrófono y mi garganta opresora, para soltar una plática, que más o menos, rezó así:
¡Familiares y amigos, Don Armando!
Hace un poco me preguntaba mi padre si no había preparado unas palabras.
Esta tarde, no podéis esperar al juntador de palabras, tampoco las frases profusas de un hijo a quien se le ha esfumado su madre entre los labios. Tan sólo la voz de una familia agradecida y muy mimada, por una gran Señora, que ha recibido muestras de afecto y condolencia desde Hontoria del Pinar, pasando por Ceuta... hasta Baltimore.
Me veis así, tan sereno y risueño porque ella ha sido mi ejemplo; Tal y como se despidió el pasado Domingo de Resurrección, aquí en la Aldea, mientras esperaba en su silla, fuera de la iglesia, a que salieran todos, haciendo carantoñas a los hijos de mis amigos... Porque esa repartidora de sonrisas, hija de ganaderos, llevaba su carro cargado de bondad, por el camino recto; siempre dentro de la rodera...

Incluso, cuando soportaba tantos dolores y yo la obligaba a caminar por el pasillo de casa, mientras le arengaba: -¡Maura! ¿Te acuerdas de lo que decía "El Lute": ¡Camina o revienta!-
Entonces, ella cogía su andador...
¡Y andaba!
Cualquier orador, por mediocre que fuere, os diría, que este discurso que he intentado parafrasear, de una forma fidedigna, no tiene: "ni pies ni cabeza". Si bien, amigos míos, sólo debéis extraer del mismo, una conclusión:
¡El sentido agradecimiento de una familia, a cuantos habéis expresado vuestro cariño más sincero! Por igual: a quienes lo habéis hecho de manera presencial, mediante el teléfono, o vía telemática... Esa familia mía, que ha despedido a una Señora (con mayúscula) y a una sembradora de todas esas sonrisas, de las cuales brotará, durante esta primavera, su dulce y perenne recuerdo!
POSDATA:
Mientras escribo este comentario, examino el correo postal. Una carta, remitida por la Peña San Juan del Monte, de la cual fui socio y donde jugué al fútbol hace un montón de años, la abro... Un soneto de Carlos Frühbeck de Burgos. Su pésame. El abrazo de los socios, el de su presidente (D. Domingo Esteban Tristán)...

-¡Y me doy cuenta de que así, resulta más fácil: Sonreír!-
GRACIAS, UN ABRAZOTE ALDEANO.

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