Nadal apabulla a Djokovic en Montecarlo
- Tras siete derrotas consecutivas, el mallorquín tumba 6-3 y 6-1 en la final al número uno.
- El español suma el récord de 20 Masters 1000
Nadal con el trofeo de campeón.
Bajo el sol de Montecarlo y sobre la roja tierra, un viaje en el tiempo: Rafael Nadal, el titán de la arcilla, arrolla 6-3 y 6-1 al serbio Novak Djokovic, que no compite como el número uno, que juega como si no le hubiera ganado las siete últimas finales a su contrario, que parece impresionado por la leyenda del español, desde hoy ganador ocho veces seguidas en el Principado. Nole, el campeón inmisericorde, ese que había ganado todos sus duelos con el mallorquín desde 2010, llegó a encajar un 6-0. Nadal le castigó encerrándole sobre el revés para luego atacar sobre su derecha; mezcló estupendamente bolas altas y planas hasta confundir al serbio; y apretó el acelerador con saña, sin permitir nunca que su contrario soñara con la remontada: con 6-3 y 4-0, Nole le rompió el servicio. El mallorquín le devolvió la rotura inmediatamente y en blanco (6-3 y 5-1). El sello de los campeones.
Nadal, que sumó su primer título desde Roland Garros 2011 y firmó el récord de trofeos de categoría Masters 1000 (20), encontró un aliado sorprendente. En la primera manga, ganó el 88% de los puntos con el primer saque y solo cedió cuatro en sus juegos. En todo el encuentro se disparó hasta el 85% y la cifra de diez puntos cedidos. Todos sus saques tuvieron sentido. Alertado de que Djokovic es el mejor restador del mundo, abandonó su patrón tradicional, la búsqueda del porcentaje y la colocación, para apostar por la agresividad. Alternativamente, buscó las líneas y el cuerpo de su contrario. Nole sufrió esa circunstancia entre aspavientos, porque supuso un cambio radical de escenario.
Durante 2011 y 2012, el número uno vivió sus duelos con el número dos sabiendo que tenía campo abierto para atacar el saque del mallorquín, mientras que este pasaba las de Caín para olfatear alguna posibilidad. Así, durante la final del Abierto de Australia 2012, la más larga de la historia, 5h 53m para buscarse oportunidades, Nole se procuró 20 bolas de break y Nadal solo seis. En Montecarlo ocurrió lo contrario: una bola de break para el número uno, que solo ganó el 40% de puntos con su primer saque, por ocho a favor del número dos. El serbio solo vivió con tranquilidad el juego inaugural. A partir de ese momento, o perdió el saque, o levantó una bola de break o sintió que aquello iba por un mal camino. Fue un sufrimiento constante. Una exigencia continua. Una presión agobiante que fue fundiendo minuto a minuto la fe del serbio.
El marcador fue fiel reflejo de la pesadumbre del mejor jugador del mundo, que solo se apuntó cuatro juegos. No hubo descanso, fonda ni respiro para Nole. Desde el 1-1, Nadal ganó 12 de 16 puntos para hacer break, consolidarlo y adelantarse 1-3 y 0-15. Djokovic respetó demasiado a Nadal y su leyenda en Montecarlo. Le faltó paciencia, tranquilidad y ánimo para el sufrimiento. Quiso jugar demasiado rápido en lugar de madurar los puntos y plantear una batalla de resistencia que necesariamente debía favorecerle, puesto que habría reverdecido las dudas de un rival al que habían tumbado en los siete últimos partidos, todos finales.
Ese fue el gran mérito de Nadal. Tras quince días sin entrenarse por una tendinitis en la rodilla izquierda, el mallorquín fue capaz de defender el título ante su némesis. La lenta pista de tierra de Montecarlo, a nivel del mar, le permite taparse el revés con la derecha o tener más tiempo para golpearlo. El sol que calentó la final, además, impulsó sus efectos a la altura soñada. Hay un dato más importante aún en la victoria. Ante un pulso de leyenda que previsiblemente tendrá muchos más capítulos, este es un triunfo que vale para hoy y para mañana. Para el presente y para el futuro. Tras siete derrotas consecutivas, Nadal vuelve a tener razones para seguir creyendo.
Por Juan José Mateo
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