McIlroy hace olvidar a Woods
El prodigio norirlandés, a quien Seve escribió varias cartas de admiración y consejos, gana su primer título del Grand Slam a los 22 años con una aplastante superioridad, igual que el mejor Tiger.
Puede que no haya dos golfistas más diferentes que Rory McIlroy y Tiger Woods. Ambos son mundos opuestos. El jugador natural y delicioso que es el norirlandés de 22 años frente al robótico estadounidense de 35; el chico que ha comenzado a cuidar los abdominales frente al atleta que revolucionó la preparación física; el chico que habla por Twitter, un adolescente con pinta de adolescente, capaz de pelotear al fútbol americano mientras está a punto de ganar el Masters, frente al hombre de hielo, un maestro de la concentración que probó la autohipnosis. Sin embargo, tan distintos en todo como son, hay algo en McIlroy que desde hacía muchos años, muchísimos, solo se veía en El Tigre: una superioridad aplastante sobre el resto de los jugadores cuando están a tope.
Clasificación final
1. R. McIlroy (Irl. del N.), 268 golpes (16 bajo par). 2. J. Day (Aus.), 276. 3. K. Chappel (EE UU), R. Garrigus (EE UU), L. Westwood (Ing.) y Y. E. Yang (Cor. del S.), 278. 7. S. García, 279. 54. Á. Quirós, 291.
McIlroy ganó anoche su primer grande con una demostración de poderío impactante. Líder desde el primer día hasta el cuarto. La tabla de resultados del Abierto de Estados Unidos bien podía corresponderse con la de 2000 cambiando los nombres y dejando los números. McIlroy acabó el torneo con 16 bajo par, la mejor marca de la historia, con ocho golpes de ventaja sobre el australiano Jason Day, que ya fue segundo en el Masters. Las cifras hablan de un abismo como el que solo era capaz de abrir Woods, todavía un tirano en posesión de récords siderales, como el 19 bajo par con el que ganó el Open Británico de 2000.
Curiosamente, justo en el grande que Tiger se ha perdido por lesión por primera vez en 17 años ha explotado en todo su esplendor McIlroy. Como si fuera un relevo en el mundo del golf, una sucesión. Hasta el punto de que ha comenzado a hablarse de la era Rory, en referencia al dominio que puede imponer en los próximos años. Parece que se cierra una época y se abre otra. La del liderazgo europeo. Por primera vez en la historia, los golfistas estadounidenses llevan cinco grandes seguidos sin triunfos. Qué habría pasado con Tiger en el campo del Congressional Club es una incógnita, pero pocos creen que hubiera aguantado el ritmo infernal de McIlroy. En 72 hoyos, el norirlandés tan solo empeoró el par en cuatro. Los demás jugadores pelearon por ser segundos.
McIlroy guarda como un tesoro las cartas que le escribió Seve Ballesteros cuando ganó sus primeros torneos. Cartas de admiración y consejos. Para él, que lamenta que el golf actual esté "perdiendo la imaginación y la habilidad" para apostarlo todo al músculo, las palabras de Ballesteros reafirmaron un estilo en decadencia. El chico es un jugador natural. La imagen a cámara lenta de su swing podría reproducirse como ejemplo de golpe perfecto.
McIlroy tiene ídolos españoles. Además de Seve, hace un año se quedó prendado de Nadal por su mentalidad ganadora. Perder el último Masters de Augusta en la jornada final, después de tres en cabeza y cuatro golpes de ventaja, afectó a su moral. Pero le sirvió también para que naciera en él "un instinto asesino" que desconocía. Ahora no solo es el golfista imaginativo y técnicamente sublime a quien escribió Ballesteros, sino el competidor feroz que vio en Nadal. Anoche, con 22 años, entró en el selecto grupo de los más precoces ganadores de grandes, mitos como Woods (21), Bobby Jones (21), Ballesteros (22), Jack Nicklaus (22) y Gary Player (23).
El brillo de McIlroy lo eclipsó todo. Como el excelente torneo de Sergio García, séptimo con cinco bajo par. El Niño accedió desde la ronda previa y ese sufrimiento para estar entre los mejores ha redoblado su carácter de competidor. En Washington no solo fue constante durante los cuatro días en un grande, un notición, sino que el putt le dio bastantes alegrías y estuvo en la lucha por el podio hasta el final.
Pero este torneo será recordado como el de la coronación del rey McIlroy. El circuito se ha quitado el sombrero ante el genio que viene, el líder en siete de las ocho últimas jornadas de un grande. "Es el mejor jugador que he visto golpear la bola. Hay chavales que van y vienen, pero este es especial", explica Graeme McDowell. "No solo será el próximo Tiger, sino que batirá los récords de Nicklaus \[18 grandes\]", añade Padraig Harrington. Al escuchar estas palabras, McIlroy, como el jovencito que es, enrojeció de vergüenza: "Yo solo quiero mi primer grande... de momento".
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JUAN MORENILLA 20/06/2011
EL PAÍS
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