martes, 31 de agosto de 2010

Ana Belén - Alma ausente (directo) - Federico García Lorca - Llanto por Ignacio Sánchez Mejías

Alberto Cortez - Mi árbol y yo

Arde El Mar - Rosa Cedrón

Tierna luz de porcelana
tres estrellas en tu almohada
y la miel
y la miel de tu mirada

El misterio de tus manos
es aquel que el cielo extraña
y lo que el viento
lo que viento quiere ser

Nace un mundo cuando hablas
caen las hojas cuando callas
y en tus ojos vive un dios
La belleza está grabada
en tu espalda y en tus alas
Si caminas arde el mar... arde el mar

Llueve plata cálida
sobre el rio que bendices
y al lorar
crece un árbol de cristal
Cuelga el cielo de tus pies
y yo te enseñare a caer
se tu me invitas
tú me invitas a volar

Nace un mundo cuando hablas
caen las hojas cuando callas
y en tus ojos vive un dios
La belleza está grabada
en tu espalda y en tus alas
Si caminas arde el mar... arde el mar

Arde el mar, arde el mar...

lunes, 30 de agosto de 2010

Time Lapse - A 3D Paper Artwork

The "Big Wall" Project from Taras Lesko on Vimeo.

This 3D Paper artwork is an example of what can be attained by using a simple foam board, a poster board, push pins, spray paint, tacky glue and tons of patience. Designed by Taras Lesko, this 3D paper artwork combines the art of 3D Paper crafting and Poster technique perfectly.

This piece is actually titled, “Honey, can you make something for that big wall”, which is exactly what I did when my wife put me to the challenge. Having already stepped into the wonderful world of paper crafting, I saw this as an opportunity to take it further. This is a 60”x90” piece, consisting of 28 sheets of foam board, 110 strips of poster board, nearly 200 push pins, 2 cans of spray paint, 2 cans of spray glue, 1 can of tacky glue and 4 days of patience.

Ángeles y Demonios

Ángeles y Demonios (Angels & Demons, 2009)


Dirección: Ron Howard.
Reparto: Tom Hanks (Robert Langdon), Ewan McGregor (Camarlengo), Ayelet Zurer (Dra. Vittoria Vetra), Stellan Skarsgård (comandante Richter), Pierfrancesco Favino (inspector Ernesto Olivetti), Nikolaj Lie Kaas (asesino), Armin Mueller-Stahl (cardenal Strauss), Thure Lindhardt (Chartrand), David Pasquesi (Claudio Vincenzi), Cosimo Fusco (padre Simeón), Victor Alfieri (teniente Valenti).
Guión: David Koepp y Akiva Goldsman; basado en la novela de Dan Brown.
Producción: Brian Grazer, Ron Howard y John Calley.
Música: Hans Zimmer.
Fotografía: Salvatore Totino.
USA 2009

Tengo muy reciente la película anterior de la serie del Dr. Langdon, El Código Da Vinci. No así ambos libros, verdaderos éxitos a nivel y escritos por Dan Brown. Me los leí hace tiempo, pero si no recuerdo mal éste, aunque se volvió a publicar con posterioridad, era anterior a El Código Da Vinci. En las películas es al revés, en Ángeles y Demonios se hace alguna referencia a la anterior aventura en que Langdon topó con la Iglesia.

En cualquier caso, ambas historias son totalmente independientes y como las novelas tampoco tienen una gran calidad literaria, se puede ver Ángeles y Demonios sin haber visto ni leído ninguna de las obras del autor. Es más para los que se hayan leído la novela, verán que el increíble final se ha modificado, sigue siendo difícil de asimilar, pero es un poco más creíble que en la novela.

Lo que no cambia en ambos casos es la estructura de la historia. Al igual que El Código Da Vinci, la historia de Ángeles y Demonios sucede en unas pocas horas. En esta ocasión el escenario único, pero amplio, es Roma y sus Iglesias y la amenaza para la Iglesia Católica viene de manos de los Iluminati, antiguo enemigo, ya no es el Opus Dei, aunque como pasaba anteriormente, la verdadera amenaza venga de matones a sueldo y de la corrupción interna de la propia Iglesia, preocupada más por tapar los escándalos y hacer perdurar sus ancestrales y taciturnos ritos que por ponerse a la altura de los tiempos que corren.

De nuevo Langdon es llamado para resolver un tema del que no tiene ni idea, pero sus conocimientos le hacen ir resolviendo las pistas, una a una y secuencialmente para que la cosa no acabe en una tragedia de dimensiones descomunales. De nuevo se encuentra con la ayuda de una atractiva y joven compañera con la que se compenetra a la perfección y que sí ha tenido mucho que ver con lo que está sucediendo, en este caso una investigadora del CERN a la que le han robado una gran dosis de antimateria que habían logrado logrado crear en el laboratorio gracias al acelerador de partículas y el famoso colisionador de hadrones que hace poco se dijo podía crear un agujero negro que absorbería la Tierra (En breve, en Star Trek).

En fin, la película, aunque en muchos casos no resulta creíble, sí es entretenida. A pesar de que las interpretaciones del reparto internacional son bastante insulsas, encabezadas por un Tom Hanks de rostro inerte y un Ewan McGregor que no acaba de meterse en el papel.

El hecho de que la acción transcurra en unas pocas horas, da ritmo a la narración y estas cosas se le dan bien al director, que vuelve a ser Ron Howard. Con los muchos millones de presupuesto, ni que decir tiene que los efectos especiales son de relumbrón y que a pesar de no haberse grabado en El Vaticano, las reproducciones de la plaza de San Pedro, Capilla Sixtina, etc. son perfectas.

The Expendables, Trailer HD

domingo, 29 de agosto de 2010

MADRIGAL

¿Me quieres?... ¡Que tu acento me lo diga
ante aquel sol que muere en el ocaso!
Tú, que mitigas mi pesar... ¡mitiga
esta fiebre voraz en que me abraso!

Tembló su labio y balbució: ¡Lo juro!

Sus tachonadas puertas entreabría
la muda noche en la extensión vacía:
y en mi espíritu lóbrego y oscuro...
en aquel mismo instante amanecía!

Julio Flores

Mar

Parece, mar, que luchas
-¡oh desorden sin fin, hierro incesante!-
por encontrarte o porque yo te encuentre.
¡Qué inmenso demostrarte,
en tu desnudez sola
-sin compañera... o sin compañero
según te diga el mar o la mar-, creando
el espectáculo completo
de nuestro mundo de hoy!
Estás, como en un parto,
dándote a luz -¡con qué fatiga!-
a ti mismo, ¡mar único!,
a ti mismo, a ti sólo y en tu misma
y sola plenitud de plenitudes,
... ¡por encontrarte o porque yo te encuentre!

Juan Ramón Jiménez

PASEO

Sin ternuras, que entre nosotros
sin ternuras nos entendemos.
Sin hablarnos, que las palabras
nos desaroman el secreto.
¡Tantas cosas nos hemos dicho
cuando no era posible vernos!
¡Tantas cosas vulgares, tantas
cosas prosaicas, tantos ecos
desvanecidos en los años,
en la oscura entraña del tiempo!
Son esas fábulas lejanas
en las que ahora no creemos.

Es octubre. Anochece. Un banco
solitario. Desde él te veo
eternamente joven, mientras
nosotros nos vamos muriendo.
Mil novecientos treinta y ocho.
La Magdalena. Soles. Sueños.
Mil novecientos treinta y nueve,
¡comenzar a vivir de nuevo!
Y luego ya toda la vida.
Y los años que no veremos.

Y esta gente que va a sus casas,
a sus trabajos, a sus sueños.
Y amigos nuestros muy queridos,
que no entrarán en el invierno.
Y todo ahogándonos, borrándonos.
Y todo hiriéndonos, rompiéndonos.

Así te he visto: sin ternuras,
que sin ellas nos entendemos.
Pensando en ti como no eres,
como tan solo yo te veo.
Intermedio prosaico para
soñar una tarde de invierno.

De "Quinta del 42" 1952
José Hierro

sábado, 28 de agosto de 2010

ÉXODO

En lo alto del día
eres aquel que vuelve
a borrar de la arena la oquedad de su paso;
el miserable héroe que escapó del combate
y apoyado en su escudo mira arder la derrota;
el náufrago sin nombre que se aferra a otro cuerpo
para que el mar no arroje su cadáver a solas;
el perpetuo exiliado que en el desierto mira
crecer hondas ciudades que en el sol retroceden;
el que clavó sus armas en la piel de un dios muerto
el que escucha en el alba cantar un gallo y otro
porque las profecías se están cumpliendo: atónito
y sin embargo cierto de haber negado todo;
el que abre la mano
y recibe la noche.

José Emilo Pacheco

LOS ESPEJOS

Yo que sentí el horror de los espejos
No sólo ante el cristal impenetrable
Donde acaba y empieza, inhabitable,
un imposible espacio de reflejos

Sino ante el agua especular que imita
El otro azul en su profundo cielo
Que a veces raya el ilusorio vuelo
Del ave inversa o que un temblor agita

Y ante la superficie silenciosa
Del ébano sutil cuya tersura
Repite como un sueño la blancura
De un vago mármol o una vaga rosa,

Hoy, al cabo de tantos y perplejos
Años de errar bajo la varia luna,
Me pregunto qué azar de la fortuna
Hizo que yo temiera los espejos.

Espejos de metal, enmascarado
Espejo de caoba que en la bruma
De su rojo crepúsculo disfuma
Ese rostro que mira y es mirado,

Infinitos los veo, elementales
Ejecutores de un antiguo pacto,
Multiplicar el mundo como el acto
Generativo, insomnes y fatales.

Prolongan este vano mundo incierto
En su vertiginosa telaraña;
A veces en la tarde los empaña
El hálito de un hombre que no ha muerto.

Nos acecha el cristal. Si entre las cuatro
Paredes de la alcoba hay un espejo,
Ya no estoy solo. Hay otro. Hay el reflejo
Que arma en el alba un sigiloso teatro.

Todo acontece y nada se recuerda
En esos gabinetes cristalinos
Donde, como fantásticos rabinos,
Leemos los libros de derecha a izquierda.

Claudio, rey de una tarde, rey soñado,
No sintió que era un sueño hasta aquel día
En que un actor mimó su felonía
Con arte silencioso, en un tablado.

Que haya sueños es raro, que haya espejos,
Que el usual y gastado repertorio
De cada día incluya el ilusorio
Orbe profundo que urden los reflejos.

Dios (he dado en pensar) pone un empeño
En toda esa inasible arquitectura
Que edifica la luz con la tersura
Del cristal y la sombra con el sueño.

Dios ha creado las noches que se arman
De sueños y las formas del espejo
Para que el hombre sienta que es reflejo
Y vanidad. Por eso nos alarman.

Jorge Luis Borges

Cuando en la noche te envuelven...

Cuando en la noche te envuelven
las alas de tul del sueño
y tus tendidas pestañas
semejan arcos de ébano,
por escuchar los latidos
de tu corazón inquieto
y reclinar tu dormida
cabeza sobre mi pecho,
diera, alma mía,
cuanto poseo,
la luz, el aire
y el pensamiento!

Cuanto se clavan tus ojos
en un invisible objeto
y tus labios ilumina
de una sonrisa el reflejo,
por leer sobre tu frente
el callado pensamiento
que pasa como la nube
del mar sobre el ancho espejo,
diera, alma mía,
cuanto deseo,
la fama, el oro,
la gloria, el genio!

Cuanto enmudece tu lengua
y se apresura tu aliento
y tus mejillas se encienden
y entornas tus ojos negros,
por ver entre sus pestañas
brillar con húmedo fuego
la ardiente chispa que brota
del volcán de los deseos,
diera, alma mía,
por cuanto espero,
la fe, el espíritu,
la tierra, el cielo.

Gustavo Adolfo Bécquer

viernes, 27 de agosto de 2010

Villanueva de los Infantes - Ciudad Real


Castle Muiderslot, Holland

Sofiankatu Helsinki

jueves, 26 de agosto de 2010

La Pulga Snob - La Ley de Clarke

Wedding Photography Fail

La Pulga Snob - Definición

miércoles, 25 de agosto de 2010

martes, 24 de agosto de 2010

Embutidos - ¿Son Malos?

Cocina Ligera

Tarta de Canela

Cocina Ligera

Costillas de Cerdo Ibérico con Mostaza y Tomate

Cocina Ligera

lunes, 23 de agosto de 2010

La regla de los 5 segundos

Siempre que se te cae algo de comer al suelo te surge esa duda de si cogerlo o no cogerlo. Por supuesto si decides cogerlo hay que soplarle, no vaya a ser que nos intoxiquemos por no haberle soplado.
Pues bien, la regla de los cinco segundos es una leyenda urbana de Estados Unidos que dice que no pasaría nada por comer alimentos del suelo siempre que los recojas antes de cinco segundos. Aunque la verdad que de leyenda urbana no tiene nada porque estudiantes de la Universidad de Connecticut han realizado experimentos dejando caer alimentos en el suelo de la cafetería de la Universidad con varios tiempos y bajo la supervisión de un profesor de biología.
El resultado ha sido sorprendente: No se ha encontrado ninguna bacteria sobre cualquier alimento dejado en el suelo hasta pasados 30 segundos.
Me parece cojonudo, así puedo seguir soplando a los alimentos que se me caigan al suelo con total tranquilidad :). Aunque bueno, no se lo recomiendo a nadie, pero cada uno es cada uno.
Via: The Smoke Sellers

Brandada de Bacalao Ligera

Cocina Ligera

Tomates rellenos de Ensalada

Cocina Ligera

domingo, 22 de agosto de 2010

Envejecer antes de los 15 años

Vía Muy Interesante

Termónetros de Infrarojos

Vía Muy Interesante

Gripes - A quién afectan más

Vía QUO

sábado, 21 de agosto de 2010

viernes, 20 de agosto de 2010

jueves, 19 de agosto de 2010

miércoles, 18 de agosto de 2010

Ipiales, Colombia - December 2008

Perdido...

La Tortura de la Esperanza, Adam Villiers de L’Isle (1888)

Hace ya muchos años, al caer una tarde, el venerable Pedro Arbuez D’Espila, sexto prior de los Dominicanos de Segovia, el tercer gran inquisidor de España, seguido por un fray redentor, y precedido por dos familiares de Su Santidad, el último llevando un farol, hicieron su entrada en una catacumba subterránea. La cerradura de una enorme puerta crujió, y ellos ingresaron en una celda, donde la luz mortecina revelaba entre anillos sujetados a la pared un potro de tormento manchado de sangre, un brasero y una botija de barro. Sobre una pila de paja, cargado con grilletes, y con su cuello circunvalado por un aro metálico, estaba sentado un hombre muy demacrado, de edad incierta, vestido solo con harapos.

Este prisionero no era otro que Rabbi Aser Abarbanel, un judío de Aragón, quien fuera acusado de usura e impiedad por los pobres, y que había sido sometido diariamente a torturas por más de un año. Aún “su ceguera era tan densa como su recato” y se negaba a abjurar de su fe.

Orgulloso de una ascendencia que databa de cientos de años, orgulloso de sus ancestros, todos judíos dignos de su nombre, él descendía según el Talmud, de Otoniel, y consecuentemente de Ipsiboa, esposa del último juez de Israel, una circunstancia que había acrecentado su coraje entre las incesantes torturas. Con lágrimas en sus ojos, el venerable Pedro Arbuez D’Espila, dirigiéndose al estremecido rabbi, le recomendó:
— Hijo mío, alégrate: tu proceso está por llegar a su fin. Si en la presencia de tal obstinación fui forzado a permitir, con profundo desagrado, el uso de gran severidad, mi tarea de fraternal corrección tiene sus límites. Tu eres la higuera que, habiendo fallado en muchas temporadas en dar sus frutos, al final se marchitó, pero solamente Dios puede juzgar tu alma. Tal vez, la Infinita Piedad brille sobre tí en el último momento. Nosotros así lo esperamos. Hay ejemplos. Entonces duerme bien por la noche. Mañana serás incluído en un auto de fe: esto es, serás expuesto al quemadero, las llamas simbólicas del Fuego Eterno: solo quema, mi hijo, a la distancia; y la Muerte tardará al menos dos (hasta tres) horas en venir, en cuenta de los vendajes húmedos y helados con los que envolvemos las cabezas y corazones de los condenados. Habrá otros cuarenta y tres contigo. Te ubicarás en la última fila, para que tengas tiempo de invocar a Dios y ofrecerle a Él tu bautismo de fuego, que será del Espíritu Santo.

Con estas palabras, habiendo señalado a los guardias para desencadenar al prisionero, el prior lo abrazó tiernamente. Entonces fue el turno del fray redentor, quien, en un tono bajo, por el perdón para el judío por el que se lo había hecho sufrir con el propósito de redimirlo; entonces los dos familiares silenciosamente lo besaron. Luego de esta ceremonia, el cautivo fue soltado, solitario y desconcertado, en la oscuridad.

Rabbi Aser Abarbanel, con labios emparchados y el rostro consumido por el sufrimiento, al principio se quedó mirando fijamente las puertas cerradas de su celda. ¿Cerradas? La palabra inconscientemente rozó un vago capricho en su mente, el capricho que había tenido por un instante al ver la luz de las linternas a través de una grieta entre la puerta y la pared. Una mórbida idea de esperanza, debido a la debilidad de su mente, se agitó en su entera humanidad. Él se arrastró a través de la extraña visión. Entonces, muy cautelosamente, deslizó un dedo en la hendidura, provocando la apertura de la puerta delante suyo. ¡Maravilloso! Por un extraordinario accidente el familiar que la cerró había girado la pesada llave de manera que el pestillo no había entrado en el hueco, y las puertas giraron sobre sus bisagras.

El Rabbi se aventuró con su mirada hacia afuera. Con la ayuda de un polvillo luminoso, él distinguió primeramente un semicírculo de paredes a través de las que se proyectaba una escalera; y opuesto a él, en la cima de seis peldaños de piedra, una especie de portal negro, que se abría a un inmenso corredor, cuyos primeros ángulos eran visibles desde abajo.

Esperanzado se arrastró hasta el umbral. Sí, era realmente un corredor, pero parecía interminable. Una anémica luz lo iluminaba: eran lámparas suspendidas desde el abovedado cielo raso que iluminaban a intervalos deslucido matiz del ambiente, la distancia era cubierta en sombras. No había una puerta en todo el pasillo. Unicamente, a un lado, el izquierdo, había pesadas troneras enrejadas, hundidos en las paredes, lo que dejaba pasar una luz que bien podía ser de la tarde. ¡Y qué terrible silencio! La vacilante esperanza del judío era tenaz ya que podría ser la última.

Sin dubitación, se aventuró en el pabellón, siempre bajo las troneras, tratando de convertirse a sí mismo en parte de la oscuridad de las paredes. Él avanzó lentamente, arrastrándose cuerpo a tierra, acallando los gritos de dolor cuando alguna herida abierta enviaba una aguda punzada a través de su cuerpo.

Súbitamente el sonido de unos pasos que se acercaban alcanzó su oído. Él tembló violentamente, y el miedo se reprimió, su vista se nubló. Bien, eso fue todo, no había duda. Se comprimió en un hueco, y medio muerto de miedo, esperó.

Era un familiar que venía apresurado. Él pasó velozmente, llevando en su mano fuertemente asido un instrumento de tortura, una espantosa figura, y luego desapareció. El pánico en que el rabbi entró pareció haber suspendido sus funciones vitales, y él estuvo cerca de una hora incapaz de moverse. Temiendo que las torturas se reiniciaran si era atrapado, pensó en regresar a su calabozo. Pero la vieja esperanza susurraba en su alma ese divino “tal vez” que nos consuela en las horas de peor dolor. Un milagro se había operado. Él no tenía que dudar ya más. Comenzó a reptar hacia su chance de escapar. Exausto por el sufrimiento y hambriento, estremecido del dolor, él se apuró a continuar. El sepulcral corredor pareció extenderse misteriosamente, mientras él, aún avanzando, miraba en la oscuridad en donde había más posibilidades de escape.

¡Oh, oh! Nuevamente escuchaba pasos, pero esta vez eran más lentos, más pesados. Las formas negra y blanca de dos inquisidores aparecieron, emergiendo de la oscuridad. Estaban conversando en tono bajo, y parecían discutir sobre algún asunto importante, ya que gesticulaban con vehemencia.

En vista de este espectáculo, Rabbi Aser Abarbanel cerró sus ojos; su corazón latía tan violentamente que casi lo estaba sofocando; sus harapos se humedecieron con el sudor frío de la agonía; él permaneció inmóvil pegado a la pared, su boca abierta, bajo los rayos de una lámpara, rezando al Dios de David.

Justamente enfrente a él, los dos inquisidores tomaron una pausa bajo la luz de la lámpara, indudablemente debido a algún accidente durante el curso de sus argumentaciones. Uno, mientras escuchaba a su compañero, contempló al rabbi. Y, bajo su vista, él se imaginó de nuevo sintiendo las ardientes tenazas quemando sus carnes, él era una vez más un hombre torturado. Desfalleciente, casi sin aliento, con párpados trémulos, él tembló al contacto con la sotana del monje. Pero, extrañamente aunque por un hecho natural, el vistazo del inquisidor no fue otro que el de un hombre evidentemente absorto en su conversación, fascinado por lo que estaba escuchando; sus ojos se clavaron y pareció mirar al judío sin llegar a verlo.

De hecho, luego del lapso de un par de minutos, las dos oscuras figuras lentamente siguieron su camino, aún conversando en tono bajo, hacia el mismo lugar del que el prisionero venía. Él no había sido visto. Entre la horrible confusión en la mente del rabbi, la idea se disparó en su cerebro: ‘¿Puedo estar muerto que ellos no llegan a verme?’ Una horrible impresión lo atacó desde su letargo: mirando hacia la pared contra la cual su cara se pegó, él imaginó estar en presencia, dos feroces ojos que le miraban. Volvió su cabeza hacia atrás en un súbito frenesí de pavor, su cabello se encrespó. ¡Aún no! No. Su mano estuvo a tientas sobre las piedras: era el reflejo de los ojos del inquisidor, aún impresionados en su retina.

¡Adelante! Él tenía que apurarse hacia su ilusión de salvación, a través de la oscuridad, ya que estaba a unos treinta pasos de distancia. Él puso más velocidad a sus rodillas, sus manos, para poder verse a salvo de aquella pesadilla, y pronto entró en la porción de penumbra del terrible corredor.

Súbitamente el pobre miserable sintió una ráfaga de aire frío en las manos; venía desde bajo la pequeña puerta que estaba al final de las dos paredes.

Oh, Cielos, si esta puerta pudiera ser abierta. Todos los nervios del miserable cuerpo del fugitivo se tensaron en la esperanza. Examinó la puerta desde el piso hasta el marco superior, apenas era capaz de distinguir su contorno a pesar de la oscuridad reinante. Él pasó su mano sobre la puerta: no tenía cerradura, ¡no había cerradura! ¡Un picaporte! La empujó, el picaporte cedió a la presión de su pulgar: la puerta silenciosamente se abrió delante de él.
— ¡Halleluia! —murmuró el rabbi en una muestra de gratitud que, estando en el umbral, mientras contemplaba la escena delante de él.

La puerta se había abierto a un jardín, enmarcado en un cielo astrífero, ¡en primavera, libertad, vida! Se revelaban los campos vecinos, donde se dilataban las sierras, cuyas sinuosas líneas azules se recortaban contra el horizonte. ¡Por fin la libertad! ¡Oh, el escape! Él podría pasar toda la noche bajo los limoneros, cuyas fragancias lo embargaban. Una vez en las montañas estaría libre y seguro. Inhaló el delicioso aire; la briza lo revivió, sus pulmones se expandieron. Sintió en su corazón las Veniforas de Lázaro. Y para agradecer una vez más a Dios que le había otorgado su Gracia, él extendió sus brazos, elevando sus ojos al Cielo. ¡Fue un éxtasis de felicidad!

Entonces él imaginó que veía la sombra de sus brazos acercarse a sí, creyendo que estos oscuros brazos lo rodeaban, y como que era afectuosamente presionado contra el pecho de alguien. Una figura alta estaba frente a él. Él bajo sus ojos, y permaneció inmóvil, jadeando para respirar, deslumbrado, con la vista fija, atontado por el terror.

¡Horror! Él estaba en el abrazo del Gran Inquisidor, el venerable Pedro Arbuez D’Espila, que lo contemplaba con ojos húmedos de lágrimas, como un buen pastor que ha encontrado a su oveja descarriada.

El oscuro sacerdote presionó al desventurado judío contra su corazón con enorme fervor, con un arranque de amor, que el filo de la toga friccionó el pecho del domínico. Y mientras Aser Abarbanel con ojos desorbitados gemía en agonía del abrazo del místico, vagamente comprendió que todas las fases de su fatal tarde fueron únicamente parte de una tortura premeditada, la de la Esperanza. El Gran Inquisidor, con un acento de reprobación y una mirada de consternación, murmuró en su oído, su respiración árida y ardiente de un largo ayuno:
— ¡Qué, hijo mío! En la víspera, probablemente, de tu salvación, deseas dejarnos?

FIN

martes, 17 de agosto de 2010

lunes, 16 de agosto de 2010

Bella Chica y cura

Before Sunrise by `kealanorourke


Film synopsis:
In a place perhaps you’ve seen in your dreams,
among the skewed and twisted houses of a quaint village, shadows play in the moonlight.
A world of magic without boundary where shadow can fall in love with flame.

Crossing over

Dirección y guión: Wayne Kramer.
País: USA.
Año: 2009.
Duración: 140 min.
Género: Drama.
Interpretación: Harrison Ford, Ray Liotta, Ashley Judd, Jim Sturgess, Cliff Curtis, Alice Braga, Alice Eve.
Producción: Frank Marshall y Wayne Kramer.
Música: Mark Isham.
Fotografía: Jim Whitaker.
Montaje: Arthur Coburn.
Diseño de producción: Toby Corbett.
Vestuario: Kristin M. Burke.


Si todavía no se ha escrito el libro clave sobre el 11-S, tampoco en el cine encontramos esa película que trate el problema de la inmigración en toda su complejidad. Hay intentos, como la reciente The Visitor, donde tomamos nota de cómo se las gastan los americanos a la hora de deportar al personal.

En Crossing over, se dan cita una serie de historias, algunas interconectadas, donde los protagonistas son personas que residen en suelo americano y cuyo sueño reside en obtener la nacionalidad americana, para poder entonces poder cumplir el sueño americano (ese que dice que en los EEUU todo es posible).

En esas anda un policía que detiene ilegales, pero que no lo lleva muy bien, pues piensa demasiado e incluso se lo toma como algo personal. Así un día que entran en un almacen textil ilegal, tomará un papel de una detenida que le pide encarecidamente que se encargue de su hijo, pues no tiene a nadie más. Así el policía incluso cogerá al niño y lo llevará con sus abuelos en México. Todo esto lo hará claro está a modo personal.

Por otra parte tenemos a un joven aspirante de actriz, que a cambio de obtener la Green Card, está dispuesta a acostarse cuantas veces sea requerida con un funcionario que le puede proporcionar dicha tarjeta.

No falta la chica árabe, la cual entiende lo que pasó con el 11-S (esa llamada de atención ante la arrogancia y prepotencia de los EEUU en su política exterior de ordeno y mando) y donde una redacción que escribe en el instituto le implicará ser deportada, también a su madre (pues hay quien la ve como una potencial kamikaze suicida)

Tenemos también a un chico judío que intenta por todos los medios conseguir la nacionalidad, obteniendo incluso la ayuda de un rabino ortodoxo, en una secuencia con cierta gracia.

El policía antes citado, tiene un compañero de trabajo árabe, cuya hermana hace su vida al margen de la familia, con fatales consecuencias como se verá.

Finalmente un adolescente asiático, metido a pandillero juvenil, obtendrá una segunda oportunidad a manos del policía árabe, que trata así de expiar sus culpas, cuando un atraco a un establecimiento se convierte en una orgía de sangre.

Este batiburrillo de historias, unidas todas, por el denominador común del deseo de obtener otra nacionalidad que no es la suya, no está exenta de cierto sentimentalismo. Hemos visto que no falta el policía con problemas de conciencia, la abogada que adoptará a una niña negra, el policía que se redime de sus actos, pero al final todo esto resulta tan de postín y superficial, que si rascamos no hay mucho más, que una puesta en escena dinámica, que no provocan la espantada a pesar de las 2 horas y cuarto que dura la peli, pero que como decía al principio, siguiendo la estela de Crash, ofrece unos leves apuntes, que no dejan huella alguna.

El único reclamo es un elenco que junta los rostros de Harrison Ford, Ray Liotta, Ashley Judd, Jim Sturgess, Cliff Curtis o Alice Braga.

domingo, 15 de agosto de 2010

Si, tu niñez ya fábula de fuentes.

Tu infancia en Mentón.

Poemas de la soledad
en University Columbia.

Sí, tu niñez ya fábula de fuentes.
El tren y la mujer que llena el cielo.
Tu soledad esquiva en los hoteles
y tu máscara pura de otro signo.
Es la niñez del mar y tu silencio
donde los sabios vidrios se quebraban.
Es tu yerta ignorancia donde estuvo
mi torso limitado por el fuego.
Norma de amor te di, hombre de Apolo,
llanto con ruiseñor enajenado,
pero, pasto de ruina, te afilabas
para los breves sueños indecisos.
Pensamiento de enfrente, luz de ayer,
índices y señales del acaso.
Tu cintura de arena sin sosiego
atiende sólo rastros que no escalan.
Pero yo he de buscar por los rincones
tu alma tibia sin ti que no te entiende,
con el dolor de Apolo detenido
con que he roto la máscara que llevas.
Allí, león, allí furia del cielo,
te dejaré pacer en mis mejillas;
allí, caballo azul de mi locura,
pulso de nebulosa y minutero,
he de buscar las piedras de alacranes
y los vestidos de tu madre niña,
llanto de media noche y paño roto
que quitó luna de la sien del muerto.
Si, tu niñez ya fábula de fuentes.
Alma extraña de mi hueco de venas,
te he de buscar pequeña y sin raíces.
¡Amor de siempre, amor, amor de nunca!
¡Oh, sí! Yo quiero. ¡Amor, amor! Dejadme.
No me tapen la boca los que buscan
espigas de Saturno por la nieve
o castran animales por un cielo,
clínica y selva de la anatomía.
Amor, amor, amor. Niñez del mar.
Tu alma tibia sin ti que no te entiende.
Amor, amor, un vuelo de la corza
por el pecho sin fin de la blancura.
Y tu niñez, amor, y tu niñez.
El tren y la mujer que llena el cielo.
Ni tú, ni yo, ni el aire, ni las hojas.
Sí, tu niñez ya fábula de fuentes.

Federico García Lorca

VENID AMIGOS, A LA FIESTA MÍA

Venid, amigos, a la fiesta mía,
a donde el campo grava el sol de rojo,
campo mi sangre en que mi vida acojo,
árbol mi sangre en que se encarna el día.

Pues mi casa renace en alegría
y el diario pan su eterno sol ofrece,
criaturas de mi sueño que os merece,
venid, amigos, a la fiesta mía.

Veréis que entera os doy la antigua tarde,
el camino y el árbol, la palabra
querida que dijimos ya muy tarde.

Pues cuando el pecho mi vigilia abra,
vendréis donde mi pan, donde mi vino arde,
al abrigado amor de mi palabra.

Poema escrito a la edad de 17 años
Eliseo Diego

AHÍ MISMO

Te he conocido por la luz de ahora,
tan silenciosa y limpia,
al entrar en tu cuerpo, en su secreto,
en la caverna que es altar y arcilla,
y erosión.
Me modela la niebla redentora, el humo ciego
ahí, donde nada oscurece.
Qué trasparencia ahí dentro,
luz de abril,
en este cáliz que es cal y granito,
mármol, sílice yagua. Ahí, en el sexo,
donde la arena niña, tan desnuda,
donde las grietas, donde los estratos,
el relieve calcáreo,
los labios crudos, tan arrasadores
como el cierzo, que antes era brisa,
ahí, en el pulso seco, en la celda del sueño,
en la hoja trémula
iluminada y traspasada a fondo
por la pureza de la amanecida.
Donde se besa a oscuras,
a ciegas, como besan los niños,
bajo la honda ternura de esta bóveda,
de esta caverna abierta al resplandor
donde te doy mi vida.
Ahí mismo: en la oscura
inocencia.

Claudio Rodriguez

sábado, 14 de agosto de 2010

Masa

Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: «No mueras, te amo tanto!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Se le acercaron dos y repitiéronle:
«No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando: «Tanto amor, y no poder nada contra la muerte!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: «¡Quédate hermano!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Entonces, todos los hombres de la tierra
le rodearon; les vió el cadáver triste, emocionado;
incorporóse lentamente,
abrazó al primer hombre; echóse a andar…

10 de noviembre de 1937
César Vallejo

DESAMOR

Cuando tu cuerpo es nieve
perdida en un olvido deshelado,
y el aire no se atreve
a moverse por miedo a lo olvidado;
y el mar, cuando se mueve
e inventa otra postura,
es sólo por sentirse de este lado
más ágil de recuerdos y amargura.

Cuando es ya nieve pura,
y tu alma señal de haber llorado,
y entre cartas y besos
amarillos suspiras porque, al verlas,
no te serán ya ésos
más que -pendientes de los ojos- perlas;
y las rosas ilesos,
y los blancos sin roce,
entre cintas desnudas, enterradas,
reavivan el goce
triste de ver ya frías, desamadas,
las prendas y el amor que aún las conoce.

Entonces a mí puedes
venir, llegar, oh, pluma que deriva
por los aires más solos:
yo tenderé y tiraré hacia arriba,
altos sueños, mis redes,
para que eterna, si antes fugitiva,
entre mis alas, no en mis brazos, quedes.

Blas de Otero

El poeta recuerda las tierras de Soria

¡Ya su perfil zancudo en el regato,
en el azul el vuelo de ballesta,
o, sobre el ancho nido de ginesta,
en torre, torre y torre, el garabato

de la cigüeña!... En la memoria mía,
tu recuerdo a traición ha florecido;
y hoy comienza tu campo empedernido
el sueño verde de la tierra fría,

Soria pura, entre montes de violeta.
Di tú, avión marcial, si el alto Duero
a donde vas recuerda a su poeta,

al revivir su rojo Romancero;
¿o es, otra vez, Caín, sobre el planeta,
bajo tus alas, moscardón guerrero?

Antonio Machado

viernes, 13 de agosto de 2010

Groucho y las mentiras

For a better life

Faemino y Cansado - Rayos López...

miércoles, 11 de agosto de 2010

La Calabaza - Cómo pelarla

Cocina Sana

Limones Rellenos

Cocina Ligera

Almejas con Congrio

Cocina Ligera

martes, 10 de agosto de 2010

Detectar el Aceite puro de Oliva

Cocina Sana

Cocinar con Conservas

Vía QUO

Arroz con lentejas, comino y cebolla frita ('mejadara')

Pese a ser una combinación un tanto extraña, las lentejas y el arroz casan como hermanitos, y como bien saben los vegetarianos aportan proteínas cual filetón de vaca. La legumbre en potaje, inflada con el cereal para que alcanzara más raciones, fue uno de los platos favoritos de mi infancia, quizá porque el arroz suavizaba el plato y lo hacía más apto para menores de 13 años. O igual es que los granos me distraían de los trocitos de cebolla, enemigos mortales de todos los niños malcriados del Universo.

El planteamiento de la receta de hoy es otro, puesto que los ingredientes van en seco. Se llama mjadarah o mejadara y viene de Oriente Próximo. Según he leído, es típica de Siria, Líbano y Palestina, aunque juraría haber comido algo muy parecido en Egipto en un viaje que hice hace un par de siglos. Aunque yo no lo veo exactamente igual,
la Wikipedia dice que es lo mismo que el kushari, y que es un plato tan tan humilde que un árabe nunca lo ofrecería a un invitado porque sería considerado un insulto. También he visto que ahora mismo está de moda forzosa en Palestina, porque el arroz y las lentejas son productos habituales en los repartos humanitarios de la ONU.

Sé que nada de esto suena muy apetitoso. Pero cuando pruebas el mejadara descubres que es un grandísimo invento, como tantos otros de la cocina pobre (véase las patatas a lo ídem, el gazpacho o el pan con tomate). Y además de barato, se hace en dos patadas.

La receta está basada en
la del restaurante británico Ottolenghi.

Dificultad:
La que tiene cualquier arroz y sus tiempos de cocción.

Ingredientes: Para cuatro personas
• 200 gramos de arroz basmati o de grano largo
• 200 gramos de lentejas
• 2 cebollas
• 1 cucharada rasa de comino en grano
• 1 cucharadita rasa de cúrcuma
• 1 cucharadita rasa de canela
• Aceite de oliva
• Sal y pimienta
• 2 yogures griegos (opcional)
• 2 cucharadas de menta picada (opcional)
• ½ calabacín pequeño (opcional)
• 1 limón (opcional)

Preparación:
1. Cortar la cebolla en juliana, salarla ligeramente y ponerla a escurrir en un colador para que pierda agua (esto facilitará la fritura).
2. Si se quiere acompañar con la salsa de yogur, prepararla mezclando el mismo con una cucharada de menta picada, el calabacín picado lo más pequeño posible, el zumo de medio limón, sal, pimienta y un chorro de aceite. Batir bien y reservar en la nevera.
3. Poner las lentejas en una cazuela con 1,2 litros de agua fría y un poco de sal. Cocer a fuego medio-suave media hora aproximadamente a partir del hervor, añadiendo algo más de agua si se quedan secas.
4. En otra cazuela grande, poner a tostar las semillas de comino a fuego medio hasta que empiecen a soltar su aroma. Añadir entonces un chorro de aceite de oliva, la canela, la cúrcuma y el arroz. Remover bien para que el arroz quede recubierto por la grasa (si se ve seco, añadir más aceite). Dejar un minuto y añadir las lentejas con su líquido de cocción, más 400 mililitros más de agua. Salpimentar y tapar cuando empiece a hervir. Dejar a fuego suave unos 20 minutos, vigilando que no se quede seco del todo y añadiendo un poco de agua si es necesario. Retirar del fuego y dejar cubierto con un paño unos 10 minutos más.
5. Mientras el arroz se hace, poner aceite de oliva abundante a calentar a fuego medio-fuerte en una cazuela o sartén. Escurrir bien la cebolla, estrujándola un poco contra el colador. Preparar un plato con papel de cocina. Freírla en el aceite, removiendo de vez en cuando. Cuando esté bien dorada, sacarla con una espumadera y dejarla sobre el plato con papel de cocina para que pierda el exceso de grasa.
6. Mezclar la mitad de la cebolla con el arroz y las lentejas, y el resto ponerlo por encima en los platos o la fuente en que se vaya a servir. Acompañar, si se quiere, con la salsa de yogur a un lado, decorada con el resto de la menta. También se puede servir con ensalada.

Por: Mikel López Iturriaga
EL PAÍS

lunes, 9 de agosto de 2010

Pescador experto