Ayer a mediodía me llamó una diputada del PP, que estaba exultante con la intervención de su jefe de filas, Mariano Rajoy, en el debate con el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. Por la tarde estuve con una diputada socialista, al final del homenaje que las Cortes le rindieron a Francisco Ayala, que fue letrado allí en el periodo republicano. Esta diputada socialista estaba feliz con la intervención de su jefe de filas. Por la noche estuve escuchando (y viendo) el programa de Gabilondo; y en ese programa, Hoy, de CNN+, había dos diputados discutiendo; una socialista y uno popular. Una estaba feliz por la actuación de su presidente y el otro estaba contentísimo por la actuación del suyo. La diputada que me llamó a mediodía me dijo que su jefe merecía más que un diez. En la prensa de hoy las encuestas y otras consideraciones dicen que no fue para tanto, ni para uno ni para otro. ¿Entonces? La política es cada vez más la expresión apasionada de los fans. ¿Carecen de capacidad de crítica los parlamentarios? No, porque a los adversarios los critican. ¿Entonces? Entonces lo que ocurre es que estamos en una época de defensa ante las ideas del otro, y así es imposible un pacto. ¿Se trata de un pacto? No lo habrá. Hay uno que no quiere perder y otro que quiere ganar. El pulso puede ser eterno, pero mientras haya pulso ni uno le dará agua al otro ni el otro dirá que la necesita. Y así hasta que la gente vaya a las urnas y vote, y entonces se resuelva el pulso que ahora acaba de ser inagurado. ¿Inaugurado? La verdad es que la lucha (y el desdén mutuo) no han acabado nunca. Ahora escucharé el debate entre Elena Valenciano y Esteban González Pons, en la cadena Ser. ¿Me quitarán esta tentación? Tengo derecho a dudarlo, porque no parece que vaya a producirse un día se produzca el milagro de que se den la razón los adversarios.
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Blog por Juan Cruz
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