viernes, 12 de febrero de 2010

ALMAS EN PENA

En pleno centro de la ciudad de Buenos Aires se encuentra el “Club Argentino de Ajedrez”, uno de los más importantes del mundo tanto por sus 102 años de vida como por sus antecedentes, entre los que se destaca el encuentro Alekhine-Capablanca jugado el año 27º del pasado siglo.
Por su arquitectura, se puede deducir que el edificio donde funciona el club perteneció a una familia de fines del siglo XIX, que atesoró su fortuna como muchos terratenientes de un país gran productor agrícola-ganadero, cuya riqueza siempre estuvo en pocas manos.
El petit hotel original, con entrada para carruajes, pisos de roble, paredes revestidas con finos materiales y otros detalles de lujo, reflejaba el gusto de la época y las modas impuestas por la Francia y otros países de donde procedía buena parte de los inmigrantes que vinieron a la Argentina con la esperanza de “hacerse la América”.
Hace un tiempo, en esa casa tuve una experiencia singular. Quiso el destino que una noche, única e irrepetible, me tocara jugar allí una partida de ajedrez y quedarme después hasta bien entrada la madrugada en espera del acordado encuentro con un viejo conocido del ambiente.
Ya se habían ido casi todos los concurrentes cuando, para hacer tiempo, invité a tomar un café al viejo bibliotecario del club, quien se puso a relatarme sucesos de otras épocas y anécdotas de famosos personajes que habían pasado por la institución. Por sus dichos advertí que la fama de “raros” muchos ajedrecistas no la habían ganado sin motivo. Luego se sumó a la charla un antiguo asociado del club que aportó sus propias experiencias, matrimonios desavenidos a causa del ajedrez, personas brillantes que no podían
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Selección de cuentos de ajedrez - Club d’Escacs Sant Martí (Barcelona)
soportar la pérdida de una partida y toda una gama de casos dignos de figurar en una novela de Dostoviesky.
Cansado de esperar y un poco fatigado por la atención que debía prestar a mis interlocutores, con cualquier excusa abandoné la tertulia y me dirigí, solo, al primer piso, donde se exhiben la mesa, el reloj y el juego utilizados por Capablanca y Alekhine en el famoso match.
En la soledad y la penumbra del amplio salón-museo, los elementos allí exhibidos parecían cobrar vida y un murmullo de voces lejanas me pareció escuchar en ese momento. No eran, evidentemente, las voces de los socios de todos los días, las que mezcladas con risas parten de los salones donde se juega ajedrez ping-pong.
Había comenzado a llover intensamente y al lugar llegaban los ecos de una noche tormentosa, ruidos de la calle, bocinas de los autos y gentes corriendo en busca de refugio, cuando, como en una película de misterio, las luces comenzaron a parpadear.
Imperturbable hasta entonces, me acerqué a la histórica mesa con las piezas alineadas como esperando que uno de aquellos grandes maestros -cuyos ojos brillaban en sus magistrales retratos- se dispusiera a iniciar la partida, al tiempo que sordos ruidos aumentaban la tensión que la lluvia hacía reverberar.
Como suele pasar cuando se fija la vista sobre un reloj detenido, me pareció que el segundero comenzaba a dar vueltas. Luego percibí un sonido similar al de las viejas y pesadas piezas Staunton chocando contra la resonante madera de un viejo tablero. Una ventana se abrió con gran estrépito y las cortinas flamearon como queriendo atacar a la lluvia, mientras un relámpago iluminaba intensamente el salón por instantes.
Fue entonces cuando oí crujir al viejo parquet de roble y pasos de alguien que se acercaba riéndose de extraña manera. Quedé paralizado por el terror cuando una mano fría rozó mi frente mientras el viejo bibliotecario me preguntaba:
- Arquitecto, ¿qué hace usted aquí? ¿Quiere acaso contraer una pulmonía?...
- Son los muchachos... - contesté simulando una sonrisa, y me quedé unos instantes más para leer la carta que Capablanca dirigió
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Selección de cuentos de ajedrez - Club d’Escacs Sant Martí (Barcelona)
al Presidente del Club Argentino poco después de terminado el match.
Dic 8/1927
Dr. Lizardo Molina Carranza
Presidente del Club Argentino de Ajedrez
Muy señor mío:
A mi juicio, el Dr. Alekhine ha sido ya proclamado Campeón del Mundo, no sólo aquí, sino en el mundo entero, desde el momento que por conducto del representante oficial del match, Dr. C. Querencio, yo envié la carta abandonando la última partida.
Por otra parte, en casos semejantes siempre me he opuesto rotundamente a todo acto de ostentación pública
Es evidente que la comisión organizadora del match sustenta otro criterio. Dada la divergencia de opiniones que tenemos respecto a estos asuntos, permítame que me excuse de asistir esta noche al club de ajedrez.
En cuanto a mi parte de la bolsa, ruégole al señor Ricardo Illa, tesorero oficial del match, que me haga el favor de guardármela hasta que yo pase por su oficina a recogerla.
De Ud. atte.
J.R.Capablanca
La lluvia impidió que llegara al club el esperado amigo, pero, en cambio, gané esa noche una experiencia más, única e irrepetible.

por Roberto Pagura
Selección de cuentos de ajedrez - Club d’Escacs Sant Martí (Barcelona)

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