sábado, 7 de noviembre de 2009

Siesta

Huele a calor, huele a flama,
se respira el heno, la paja,
el trillo está quieto
mientras las chicharras, cantan
y aturden la siesta vibrando sus alas.

El sol aplana, achicharra,
produce galbana, cansa.
Los segadores, duermen bajo un árbol
con las bocas abiertas
al aire calentorro de verano
y al respirarlo se agarra a sus pulmones
el polvo fino de la parva.

Y ni la sombra del chaparro elegido,
ni el agua del botijo,
ni el sombrero de paja,
les alivia del calor, ni les descansa.

Sueñan, si el bochorno les deja
con tardes de septiembre
húmedas y mansas,
y con el sabor dorado
que tienen las uvas en las parras.
Sueñan con un tomate abierto a la mitad
con sal y con orégano
poniéndose ya al sol
cuando las mozas pasan
con cántaros y cestos al cuadril
porque llegó la hora de volver
del río hacia sus casas.

La modorra caliente les golpea
con un sueño intranquilo
y un hilo de saliva les resbala
por la comisura de sus labios dormidos.

Escrito por Musaraña
Benacazón 18.07.90

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