Era sólo su mirada, su imagen en penumbra
la caricia no inventada, no intentada,
ese lento silencio abierto por palabras nunca dichas.
Era sólo su deseo todavía no rebelado,
el suave ruido de los pasos pasados,
la memoria recobrada a los recuerdos,
la voz oculta de la carta nunca escrita.
Era sólo la ternura de sus labios al nombrarla,
el instante detenido de sus manos al tocarla,
cuando ya la caricia ha ocupado sus dedos
que trasmiten el calor de una pasión desconocida para ambos.
Escrito por Musaraña
“El Acebuche”. Doñana 02.01.90
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