Arma Fatal (2007)
Los responsables de la descacharrante ‘Shaun of the Dead’ -traducida/bautizada ineptamente en España como ‘Zombies Party’- son los mismos de la película que nos ocupa, ‘Arma Fatal’. Por un lado tenemos al director y guionista Edgar Wright, curtido en esto de la comedia gracias a varios sketches para la Paramount Comedy y diversas series de televisión (Asylum, Spaced). Y por el otro lado, tenemos al actor y también guionista Simon Pegg.
La unión de ambos ha dado como resultado dos de las mejores comedias paródicas de los últimos años. En el 2004 y con ‘Shaun of the Dead’ consiguieron un gran e inesperado éxito en taquilla, y este año han vuelto a la carga con una película que se mofa del cine de acción; más concretamente de las buddy movies.
Para ello, Simon Pegg vuelve a encabezar el reparto acompañado de Nick Frost, formando así una pareja protagonista bien compenetrada, algo indispensable para llevar a buen puerto esta nueva gamberrada.
La trama gira entorno a un superpolicía londinense, Nicholas Ángel (Simon Pegg), que debido a su impecable efectividad en su trabajo deja en evidencia al resto de sus compañeros. Por ese motivo, sus jefes deciden quitárselo de encima y mandarlo a un pequeño y pacífico pueblecito de las afueras llamado Sandford, en el que nunca ocurre nada.
A su llegada, a Ángel le asignan un nuevo compañero, el patoso pero bonachón Danny Butterman (Nick Frost), hijo del jefe de policía Frank Butterman. Juntos empiezan a impartir justicia en las tranquilas calles de Sandford, lo que se traduce en buscar patos perdidos o arrestar a los que mean en la calle.
Sin embargo, la apacible monotonía del pueblo se ve rota por un terrible accidente de tráfico, o como Ángel prefiero llamarlo, una colisión. A este suceso le siguen otros extraños accidentes mortales que incitan a nuestro protagonista a creer que ahí huele a gato encerrado y que tantas muertes sólo pueden tener una explicación: un asesino anda suelto.
Por supuesto no hay nadie que crea la, a priori, absurda teoría de Ángel, ya que en el pueblo nunca ha ocurrido nada parecido. El jefe de policía y sus nuevos compañeros creen que todo se debe a la desmedida profesionalidad y ansia justiciera del propio Angel. No obstante, él no parará hasta esclarecer el asunto, con o sin su ayuda.
La película se desarrolla en base a una investigación criminal que mezcla géneros como el suspense y el terror y que usa sus tópicos para satirizar todas las situaciones que se van sucediendo. Angel estudia el comportamiento de sus simpáticos vecinos e intenta averiguar que es lo que está ocurriendo. Su carácter choca con el resto de los agentes y resulta diametralmente opuesto al de su compañero Butterman, un tipo que sueña con ser uno de esos polis que salen en las películas de acción que colecciona en casa.
Ellos se convierten en la típica pareja de policías que al principio apenas se tratan y que luego se convierten en grandes colegas. Esta relación se lleva al extremo del tópico, llegando incluso a antojársenos como una bizarra relación platónica, lo que no hace sino augmentar la hilaridad cómica de su amistad.
¿Pero que es de una cinta de acción sin un buen villano? Más bien poca cosa. Por ese motivo tenemos a un recuperado Timothy Dalton que disimula sus pérfidas intenciones bajo el amigable rostro del propietario del supermercado. No os creáis que os desvelo algo importante, ya que en muy poco tiempo toda la trama gira entorno a él, convirtiéndose en el máximo sospechoso de nuestro superpoli.
Dalton, recordado más bien por interpretar en dos ocasiones al famoso agente 007 (papel que rechazó varias veces hasta que al final acabó aceptándolo e interpretándolo dignamente, pese a lo que digan otros) cumple aquí a la perfección con su rol. Su pasividad con los nefastos hechos que ocurren en el pueblo y algunas sospechas coincidencias no deja indiferente a Ángel, y poco a poco éste va atando los cabos sueltos que le implican con los asesinatos.
Los citados asesinatos son simplemente una gozada para el buen amante del gore. Al igual que en su anterior película, Wright nos muestra sin censura ni contemplaciones toda la sangre que puede salir de un cuerpo humano. Litros y litros de ese rojizo liquidillo recubren suelos y estucan paredes, y el espectador se siente como en un película de terror mezcla ‘Scream’ y ‘Braindead’. Apuñalamientos, hachazos, desmembramientos o aplastamientos…, toda muerte es posible en ‘Arma Fatal’.
Pero ojo, ninguna muerte es gratuita, pues todo se rige por un elaborado guión que ni siquiera los propios guionistas se toman en serio (esto lo entenderéis al final, cuando se destape el misterio). Se burla tanto del cine de terror como del de suspense con un excelente humor negro típicamente inglés. Incluso debido a ese carácter anglosajón que destila la película (obvio, siendo inglesa), no dudan tampoco en autoparodiarse.
Pero más alocado resulta todo cuando el cine palomitero hace acto de presencia. Wright, ávido consumidor del cine de acción de los 70 y 80, no sólo nombra aquellas películas a las que parodia, sino que encima tiene la hilarante desfachatez de utilizar, en algunas secuencias, ¡los movimientos de cámara del mismismo Michael Bay!. Ahí la comicidad con el espectador alcanza el punto más álgido.
Pese a ser considerada exclusivamente como una parodia, un servidor considera que la cinta de Wright y Pegg es a su vez también un discreto homenaje a ese género tan maltratado por la crítica y por algunos nefastos directores. Tengamos en cuenta que el propio Wright gusta de este cine, por lo que no todo será pitorreo. De hecho, firma una de las mejores y más divertidas secuencias de acción del año.
La traca final emula los emblemáticos tiroteos del más puro western que bien podrían recordarnos a los de Leone, Peckinpah, Ford o cualquiera de aquellos grandes artesanos de ese polvoriento género. Unos minutos de acción realmente frenéticos y en consonancia con el propio ritmo acelerado del film (esto último, muy a lo Guy Ritchie).
El broche de oro lo pone el duelo final entre nuestro héroe y el malo maloso con una pelea a lo Godilla vs. Gamera. Tremendo guiño al cine japonés.
Las dos horas que dura se pasan rápido y de forma muy amena, aunque una reducción de metraje no le hubiera ido mal para agilizar el ritmo y la trama. La mezcla de géneros está homogeneizada a la perfección. Algunos gags son más gamberrillos que otros; unos son más inteligentes y mordaces, mientras que otros más absurdos y payasos. Todos, igualmente complacientes.
Pegg y Frost están que se salen, aunque las voces del doblaje español son todo un desacierto. Así que si tenéis la oportunidad, no dudéis en verla en V.O.S. (para mí ya es tarde).
Esta SÍ es la comedia del año. No hay chistes soeces, no se sueltan tacos constantemente para hacer reír al personal y no se nombra el órgano másculino cada 20 segundos para arrancarte una carcajada.
Humor inteligente y satírico, como debe ser. Una parodia que nada tiene que ver con las películas de los hermanos Zucker (con las que también me he reído en tiempos ya lejanos) ni con esas aberraciones putrefactas como ‘Epic Movie’ y demás memeces. Y ya quisiera Judd Apatow hacerme reír con tanta sutileza y efectividad como la que demuestran tener Wright y Pegg.
Pliskeen 24 de Diciembre de 2007
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