jueves, 17 de enero de 2008

Operación Bernhard

18 de Enero de 1945
Campo de Concentración Sachsenhausen. Norte de Berlín.

Colocó el billete de 20 libras sobre el cristal y lo sujetó por las cuatro esquinas. Encendió la luz que había bajo la mesa de cristal para estudiar aquel billete. La tinta no se había movido ni un ápice, y número y letras llenaban perfectamente aquel pedazo de papel. El trazo era claro y el color de la tinta, casi negro, era calcado al original. Examinó la palabra TWENTY. Miró al original. Era igual. Abrió el cajón y sacó una lupa de gran aumento. El billete apareció gigante frente a él. Siguió con la mirada el trazo redondeado de las palabras Bank Of England. Exactas. Era la parte que más problemas le había traído en el último año.

Giró sobre sí mismo y llamó a su amigo. Adolf, dijo. ¿Sí, Solomon?, respondió él despreocupado. Tienes que ver esto, dijo enigmático. Adolf dejó al instante el recipiente donde mezclaban las diferentes tintas y se acercó a su mesa. Mira esto, le dijo. Adolf sujetó la lupa entre sus manos y examinó el billete detenidamente. Unos segundos bastaron para que Solomon entendiera que Adolf había visto lo mismo que él. ¿Qué te parece?, dijo Solomon impaciente. Pero Adolf seguía ensimismado con aquel billete. Lo recorrió de lado a lado, de arriba a abajo, hasta que finalmente levantó la mirada y miró a Solomon. Perfecto, es perfecto, una obra de arte, dijo Adolf.

Desde hacía meses estaban encerrados en Sachsenhausen trabajando para Hitler. Era mucho mejor a ser un preso normal. Además, las SS tenía métodos muy efectivos para hacer colaborar a los prisioneros. Entre las fichas de presos el capitán Bernhard Kruger había localizado a Solomon Smolianoff en Mauthausen, judío de origen ruso que era uno de los mejores falsificadores de Europa. El otro, encontrado en Auschwitz, era Adolf Burger, un judío de origen eslovaco que trabajaba en una planta de impresión de libros. El capitán Kruger había juntado sus destinos en Sachsenhausen con el objetivo de crear la mayor falsificación de billetes de la historia.

Solomon se acercó al soldado que vigilaba la puerta. Tendría que avisar al capitan Kruger, dígale que tengo algo, dijo Solomon seguro de sí mismo. El soldado giró sobre sus tacones y salió a toda prisa por la puerta con destino a los barracones de los oficiales, tenía orden de avisar a Kruger a la hora que fuera. ¿Estás seguro que servirá?, dijo Adolf inseguro mientras se dirigían hacia la mesa de nuevo. No tengo la menor duda Adolf, contestó con rotundidad Solomon. Lo he hecho muchas veces, terminó. Eso le tranquilizó. Llevaban demasiados meses para conseguir una buena falsificación, y el capitán Kruger estaba empezando a perder la paciencia. Empezaba a desconfiar de la colaboración de los dos judíos.

Pocos minutos después, Kruger apareció por la puerta flanqueado por dos oficiales. En su cara se notaba cierta excitación a la espera de las novedades que Solomon pudiera ofrecerle. Espero que tenga usted un buen motivo para molestarme mietras como, dijo Kruger molesto. Eso espero señor, se defendió tímidamente Solomon. Creo que lo hemos conseguido señor, continuó. Oh, ya. Dijo incrédulo Kruger. ¿Sabe que ya dijo eso otras veces?. Sí, lo sé, pero esta vez son perfectos, no hay duda, se defendió Smolianoff. Cogió uno de los billetes de 20 libras y se lo tendió. Kruger lo sujetó con sus manos y lo examinó. Unos segundos después sonrió y dijo, un gran trabajo señores. El Fuhrer estará encantado de conocer la noticia.

Mostró el billete a los dos oficiales que le acompañaban. Ambos estuvieron ojeando la copia perfecta creada por Smolianoff y Burger. Uno de los oficiales se acercó a ellos. ¿Cuántos de estos podemos fabricar en un día?, preguntó. Bueno, con los medios que tenemos, diría que unos 50000 para empezar, las planchas están listas. Sólo habría que preparar la tinta necesaria y empezar a producir, dijo convencido Burger. Kruger se inmiscuyó en la conversación, hágalo ya, dijo tajante. Los tres oficiales se disponían a marchar, justo cuando Solomon detuvo al capitán con una cuestión. Capitán ¿para qué falsificar libras esterlinas?. Kruger se giró y dudó, pero sonrió y respondió excitado: ¿imagina lo que le sucedería a la economía de nuestro enemigo si dejáramos caer millones de estos sobre Inglaterra?.

J. Coltrane

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