Palabras sin destino
El viaje hacia el amor no acaba nunca... No tienen destino, Delaura... no tienen... perdí en la laberíntica vida que gastamos la ruta más segura para que llegaran sanas y salvas. Las incautó el pirata de todos los mares y misterios, porque iban sin brújula, contra viento y marea, porque les impulsaban tránsfugas olas, batidas en duelo con la brisa diurna que mece los sueños despiertos y con la estrella guía de las noches serenas. Iban de sur a sur, sin escalas, sin descanso en las madréporas, y agotaron la luz en tornasol del nácar, el brillo de la luna, la iridiscencia marina. Pretenciosa, quise que surcaran nuestros mares, el suyo y el mío, desde mi sur insular al sur de sus amores. Flores del mar, se volvieron caracolas encalladas sin regreso entre la blanca arena. Se transformaron en denso humo de cartas sin respuestas, echadas al fuego fatuo de viejas quimeras. No hay destino posible en esas sordomudas palabras que viajaron submarinas escondidas de gaviotas, alcatraces y nubes somnolientas que no saben que existen porque jamás fueron dichas. Jamás oídas. Iban sin sonidos, desvestidas de tiempo, muertas de frío, anegadas en llanto, a riesgo de desaparecer en la distancia acuosa y en la sal. Impresas quedaron en el lomo de corales- abanicos, malva y rosa, que no navegaron a ninguna parte. Se estancaron en el fondo azul profundo y ahí quedaron, palabras y corales, mecidos por las aguas con un vaivén tan cadencioso que hacía bailar esponjas y medusas. Por eso hoy el mar no me responde cuando desde mi desesperanza le pregunto por aquellos mensajes lanzados a sus azulísimos clamores. No puede responderme. No sabe dónde están... o no quiere decírmelo. Me envía su oleaje suave y cantarino y un rocío de llanto o lluvia... seda, que me confunde... no sé si son mis lágrimas o son sus aguas mojando el filo de mis puñales. Me pregunto en qué hondura se mecen y perecen... si todavía permanecen fieras mis palabras a todo lo que les adversa y dulces contra todo imposible o se borraron, porque la nítida gota que pasó al interior de la botella se volvió mar huracanado dentro de ella. A veces pienso que algún pescador insomne habrá cambiado sin querer sus peces por uno de mis mensajes. Habrá leído aquello que escribí con líquida pasión en un agosto en que descubrí significados ignotos del amor a través de una quimera, y habrá escuchado embelesado el sentir en graffito de un corazón que dejó en cada letra de su nombre su latido y ritmo. Otras veces imagino la encallada botella ya musgosa, llena de pececillos de colores que entran y salen en un excitado ir y venir de luz y escamas, contentos de estar en su elemento, moviéndose al compás de las mareas, engullendo mi historia de amor, palabra por palabra. Es por eso, Delaura, que te digo que no tienen destino. Rotas o estrujadas, tragadas por los peces y monstruos marinos, jamás tocaron puerto mis palabras. Se esfumaron, se volvieron niebla... se borraron, inmersas en un mar de espanto, perdido el rumbo entre su mar y el mío.
Textos seleccionados - Literatura Contribución de paloma
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