domingo, 28 de octubre de 2007

LA ROSA DEL AIRE

Este escrito puede parecer una historia fascinante, romántica e imaginaria... no es así, esta historia es tan real como el incomparable marco histórico que la encierra. Esta historia es una bocanada de amor en una sociedad que fluye demasiado deprisa, quizás porque nosotros hemos cambiado, o, por qué no, se debe a que un sentimiento tan puro en un mundo contaminado no puede sobrevivir. Despreciamos, maltratamos y arrinconamos lo único que necesita que se mime como un jardín, lo único en lo que hay que dar más que recibir, Sí, la culpa es nuestra, la culpa esta en nuestra pereza.

Pero, como iba relatando, esta historia ocurrió una vez, no sé si se repetirá, en un momento y en un marco. La droga se iba extendiendo, quienes la aspiraban serian capaces de matar a sus hermanos, al que se sentaba en el pupitre de al lado o al vecino; ésos eran sus efectos. La masa se iba adormeciendo, absorbiendo ideas descabelladas de odio eterno. Los escasos mortales inmunes a ella corrían despavoridos intentando alertar al público, pero el sentido común no ponderó y aceptaban principios estúpidos para sobrevivir o huían hacia otros lugares entonces desintoxicados. Entre estos últimos se encontraba Francisco y su familia, él contaba entonces con dieciocho años y se oponía tajantemente a exponerse al fin. Sus padres cogieron los pocos bienes materiales que habían logrado juntar en esos años de miseria y decidieron cruzar el gran océano junto con sus cuatro hijos, todos ellos expuestos a ser secuestrados por aquella disparatada cruzada. El lugar de destino se designó al azar, cogieron un viejo mapa de los años escolares del único que sabía escribir: Francisco. Un rayo de esperanza brilló en el horizonte, vivirían en Buenos Aires, aquello era un buen augurio.

Los años venideros se sucedieron espinosos y arduos. Poco a poco lograron salir a flote con un pequeño negocio familiar. En ningún momento volvieron la cabeza al pasado. De aquella intoxicación lejana nadie hablaba, todo era secretismo. Al cabo de los años se decía que la lucha había finalizado, pero lo peor estaba por venir. Francisco empezaba a interesarse por su familia lejana, no quería estar más en el profundo anonimato ni en la ignorancia sin saber lo que ocurría en su país natal, pero, quién le podría ayudar a salir de su oscuridad. Lo mejor seria ojear el viejo álbum fotográfico. Subió a lo más alto de la casa, allí estaba una carcomida arca con trastos viejos y entre todos ellos un libro forrado en cuero y empolvado. Rememorar tantas fotografías le trajo añoranza de otros lugares y otras gentes. Se detuvo en una fotografía, una niñita de ojos azabache, pero no sabía quién era. Corrió a solventar su duda y la desilusión aumentó al conocer el triste sino que tuvo; murió al ser bañada por balas. El desasosiego le duró unos días, sin embargo el gozo le embriagó al conocer que la niña de tez morena tenía una hermana menor que, si bien no brillaba por su apariencia, se destacaba por sus dotes para la enseñanza. Francisco calculó que tendría la misma edad que él cuando abandonó su cuna de origen y escuetamente le escribió; "Necesito saber, enséñeme. Le estaré enormemente agradecido. Su primo Francisco."

Gloria, que así se llamaba, recibió la extraña carta en su casa de Sevilla. Al principio no lo concebía en su cabeza. Qué debía hacer. Repitió una y otra vez la extraña frase "necesito saber", hasta que el dolor de cabeza se hizo más profundo. Qué le debía enseñar, qué quería saber aquel desconocido que tan lejos estaba del mal... No, es demasiado estúpido pensar que desea recibir noticias de un pueblo esclavo, ¿demasiado estúpido?...

Gloria tardó más de dos meses en contestar aquella paradójica carta y cuando lo hizo, el miedo de rebelar tantas verdades le asustó. Francisco recibió una cuartilla con trazos irregulares y absurdos, decía así; "Vivo en una sociedad a medida de unos pocos, consumiendo su hipocresía. Mi mente graba todo, mi consciencia lo que veo y me asusta enormemente que pueda acabar como ellos: mostrando la cara del mundo que ríe. Aquí se nota que la palabra libre no se utiliza igual. La gente está desilusionada, pero nadie pasa a la acción, somos vegetales. El hombre da pasos agigantados hacia su destrucción, nosotros hincamos las rodillas y nos postramos, nos hundimos en la tierra de sangre, esclavitud y ruina mental. Yo no quiero escuchar los gritos de esta jungla, pero son tan claros.

Gargantas segadas por la hoja de un poder y nadie alivia su dolor. Por suerte o por desgracia mía, yo vivo al otro lado de la verja, se supone que nada de esto me debe importar, pero me siento prisionera de mi inerte ser; navegando en un limbo de sueños. El gobierno escupe promesas mientras los desaparecidos mueren en fosas, son técnicas para golpear y no dejar señales. Mi padre, (tu tío), en la cornisa espera un golpe de voluntad para lanzarse al vacío; no quiere oír un llanto más de lo que él, junto con otros muchos, ha provocado. Disparó y destruyó, antes decía que cada trinchera tiene su cordero, pero esas palabras ya no mitigan su sufrimiento. Recibe medallas porque la gente cree que es un héroe y en sueños ve todavía las caras y los ojos de quienes aniquiló. Ha sido un verdugo y mató ojos vendados por cubrir las espaldas del odio. ¿Todavía quieres saber más?"

¿Todavía quieres saber más? Francisco se hizo esta pregunta miles de veces en los dos años próximos, cada vez necesitaba más y más; necesitaba compartir con aquella prima tan extraña todo el sufrimiento. A veces una terrible sonrisa le rondaba el rostro, cada vieja cuartilla que recibía le llenaba más de gozo, saber del dolor ajeno sedaba el suyo. Luego se avergonzaba de sí mismo y rompía a llorar, era un egoísta. De Gloria lo desconocía todo; su aspecto, sus ilusiones... sólo vislumbraba el pesar con el que tenía que cargar. Gloria, en cambio, comprendía a Francisco perfectamente; él no tenía qué declararle en sus cartas así que le mencionaba cómo era la vida en América, cómo era él y la maliciosa felicidad que tenía. Cada vez veía más en su prima a un ser atormentado, infeliz y misericordioso. Su mente fue imaginando los ojos, la sonrisa, el susurro de su voz y el sabor de sus labios. Así que decidió que una mujer como aquella sólo le pertenecía a él. No podía estar seguro de que ella seria pura para siempre y su decisión final fue casarse con ella. Gloria, que enloquecida estaba por la admiración que sentía hacia él, aceptó casarse por poderes y, aunque jamás lo podría ver, se consolaba pensando que era dichosa por tener alguien que la amara tanto, tal como él le solía escribir.

Un día Francisco se levantó con una espantosa sonrisa y una idea de placer que conservó todo el día. Al anochecer una sensación apocalíptica le rondó la cabeza, su existencia era de lo más vacía y superficial, lo único que lo mantenía en contacto con el mundo real era Gloria. Qué horroroso era, su optimismo y contento se basaba en las desgracias de la persona que más quería. Estaba casado con una mujer que ni siquiera conocía, que deliraba por el mundo en el que se hallaba. Se vio así mismo como un perturbado mental, loco y paranoico. Su comportamiento ególatra tenía que cambiar, debía reparar el daño que le causaba a Gloria. Pero actuó más egoístamente, le mandó un billete de barco a su esposa con una pequeña nota que decía; "Ven, te necesito." Francisco lo único que necesitaba era sentirse piadoso, reconciliarse con su consciencia y optó por esa salida. Gloria viviría en un país en paz, con libertad y prosperidad y él, pobre infeliz, ayudaría de este modo a quien tanto le había dado.

Gloria se embarcó en un viaje suicida, no llegó a su destino, pereció entre las olas. Francisco jamás llegó a ver su cuerpo, ni alivió su dolor. Dicen que un viejo con acento argentino se presentó al cabo de los años a una de las familias sevillanas más importantes y al ver el retrato de una niñita de ojos azabache rompió en lágrimas.
Mª JESÚS LÓPEZ NAVARRO

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